Relatos virales

Historias de una pandemia

             Ya salte de aquí

Laguna de Apoyo, Nicaragua. Fotografía: Claudia Lucía Tinoco

Por Esther Baradón Capón*

Un día, en plena pandemia, escuché la sirena de una ambulancia afuera del edificio donde vivo y por una inevitable curiosidad me asomé y vi a los paramédicos llevando en camilla a la señora Lucha, la vecina que vive enfrente de mi departamento.

La señora Lucha ha estado librando una batalla contra del cáncer, por lo que no me sorprendió que una ambulancia viniera a recogerla, pues seguro había tenido una recaída.

Además de la ambulancia, en los siguientes días, era inevitable enterarse cuando llegaban y llegaban tanques de oxígeno a su departamento. Pensé lo peor.

Un día, después de meses de no saber nada de ella, me la encontré en la panadería y me saludó muy alegre. La vi rejuvenecida, con su pelo largo.

Le pregunté por su estado de salud y me contó que a ella y a su esposo les había dado covid y empezó a relatarme por todo lo que habían pasado.

Que un día empezó a sentir que le faltaba el aire e hizo el pedido de un oxímetro a la farmacia. Cuando se midió el nivel de oxígeno vio que medía sesenta. El de su esposo setenta. Se alarmaron. Aunque ella se sentía peor.

Inmediatamente le hablaron a su hijo mayor quien en ese momento corrió a la casa de sus padres y al llegar pidió la ambulancia y le habló a un amigo que dirige un prestigiado hospital del ISSSTE, ya que son derechohabientes, quien hizo todos los trámites para que la recibieran ahí sin dilación.

Me contó que al subirla a la ambulancia la metieron como en una especie de túnel, algo que la impresionó mucho y de pronto se sintió desvanecer.

  Le asignaron un cuarto privado y el médico que la atendió le dijo que pidiera un celular prestado para que se despidiera de su familia porque todo indicaba que no pasaría de esa noche. Alguien se lo prestó, y entre llanto y sollozos se despidió de sus seres queridos.

El médico le avisó que la iban a intubar, a lo que ella se negó rotundamente, por lo que procedieron a conectarle sondas con los medicamentos, oxígeno con tubo y la recostaron bocabajo.

Desde ese momento en lo único que pensaba era en aferrase a la vida. Dijo que en varias ocasiones vio a la muerte, ahí, parada junto a su cama.

Permaneció hospitalizada casi un mes y la mayor parte del tiempo dormida. Como a las dos semanas soñó a su madre entrando como tromba a su cuarto y que enérgica le decía: “¿Tú que haces aquí en este hospital? Tu deber es estar con tu familia”, al tiempo que le arrancaba todos los tubos y las sondas, y, jalándola del pelo, se la llevó volando a su casa con su esposo e hijos. “Aquí se las traigo vivita y coleando, ya estuvo bueno de que los deje solos tanto tiempo”, les dijo.

Esa mañana despertó sintiéndose mucho mejor y los médicos y enfermeras, que días atrás la daban por muerta, se sorprendieron de su repentina mejoría.

A su esposo no le fue tan mal, pero sufrió varios días por la falta de oxígeno, que remediaron con los tanques que le traían a su casa a lo largo de dos semanas. Fue entonces cuando comprendí el porqué de la ambulancia y de los tanques.

Lucha me habló de la importancia de valorar la vida, de no enojarse o preocuparse por cualquier. Pero, sobre todo, darse cuenta de que la vida es muy corta.

*Amante de las artes, la música, la fotografía y el teatro, y aficionada a la escritura.

Twitter: @BaradonEsther FB: Esther Baradon

Ómicron: la letra que confronta al temor y la ciencia

Ante la creciente lista de naciones que impusieron restricciones a los viajes provenientes de Sudáfrica y después del lamento de su presidente, Cyril Ramaphosa, quien expresó su decepción por las medidas “total y absolutamente injustificadas”, la OMS tuvo que emitir un pronunciamiento para apoyar a la región y exigir a los gobiernos que realicen acciones con bases científicas. Ómicron fue la palabra que reabrió el debate sobre las actitudes basadas en el miedo, que aumentan la desigualdad y afectan a los países más castigados por la pandemia y la insuficiencia de vacunas.

Por la Redacción

Imagen de PixxlTeufel en Pixabay

Ómicron, la nueva variante del Covid-19 declarada como “de preocupación” por la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha provocado un debate internacional acerca de las políticas de salud discriminatorias de gobiernos, sobre todo europeos, que aplicaron restricciones basadas en el miedo y no en los lineamientos de la ciencia.

Ante la creciente lista de naciones que impusieron restricciones de viaje provenientes de Sudáfrica y ante la queja del presidente de ese país, Cyril Ramaphosa, quien expresó su decepción por las medidas “total y absolutamente injustificadas”, la OMS tuvo que emitir un pronunciamiento para apoyar a la región y exigir acciones con bases científicas.

“Con la variante ómicron ahora detectada en varias regiones del mundo, la implementación de prohibiciones de viaje dirigidas a África ataca la solidaridad global. Covid-19 explota constantemente nuestras divisiones. Solo sacaremos lo mejor del virus si trabajamos juntos para encontrar soluciones”, señaló el funcionario en el pronunciamiento disponible acá: https://www.afro.who.int/news/who-stands-african-nations-and-calls-borders-remain-open.

Hasta ahora, tanto la experta Angelique Coetzee, presidenta de la Asociación Médica de Sudáfrica, como diversos especialistas han advertido sobre la necesidad de esperar días o incluso semanas para que se investigue, a profundidad, todos los detalles de esta nueva variante.

Mientras, la OMS lanzó seis recomendaciones básicas ante una pandemia que, como ha quedado en evidencia, sigue en pie:

1 Sana distancia.

2 Usar cubrebocas.

3 Ventilar espacios: evite espacios abarrotados y mal ventilados.

4 Mantener las manos limpias.

5 Toser o estornudar en un codo o en pañuelo doblado

6 Vacunarse.

Ómicron en claves (según datos de OMS)

El 26 de noviembre de 2021, la OMS designó la variante B.1.1.529 como una variante preocupante, debido a que presenta varias mutaciones que pueden tener un impacto debido a su comportamiento, ya sea en la facilidad de propagación o la enfermedad que causa.

¿Qué significa?

Es la letra número 15 del alfabeto griego. Se escribe con acento en la “o” inicial, al ser una palabra esdrújula. Al ser un sustantivo, va en minúsculas, sin comillas ni cursiva (https://www.fundeu.es/recomendacion/omicron-nombre-de-la-nueva-variante/)

¿Cuándo y dónde se descubrió?

La primera toma se recolectó el 9 de noviembre de 2021 en Botsuana, a partir de una muestra recogida bajo los auspicios de la Red para la Vigilancia Genómica en Sudáfrica. Este país la notificó el 24 de noviembre a la OMS.

¿Cuáles son sus características?

Según el reporte del Grupo Técnico Asesor de la OMS sobre Evolución de Virus, la ómicron tiene mutaciones múltiples, algunas de las cuales sugieren un mayor riesgo de reinfección que otras variantes que también son de preocupación.

“Esta variante tiene una gran cantidad de mutaciones, algunas de las cuales son preocupantes. La evidencia preliminar sugiere un mayor riesgo de reinfección con esta variante, en comparación con otros COV. El número de casos de esta variante parece estar aumentando en casi todas las provincias de Sudáfrica. Los diagnósticos actuales de PCR de SARS-CoV-2 continúan detectando esta variante… Se ha verificado a un ritmo más rápido que los aumentos repentinos de infección anteriores, lo que hace pensar que esta variante puede tener una ventaja de crecimiento”, indica el reporte.

¿Cuáles son los síntomas?

Los pacientes con esta variante han registrado síntomas “inusuales, pero leves”, explicó Angelique Coetzee, presidenta de la Asociación Médica de Sudáfrica en declaraciones al diario británico The Telegraph.

La experta señaló que, de acuerdo con los registros de sus pacientes, los síntomas más comunes de ómicron son el dolor muscular y el cansancio, sin pérdida de gusto ni olfato.

¿Qué tan transmisible es?

No está claro si es más transmisible en comparación con otras variantes.

¿Es más grave que otras?

Aún no está claro si la infección causa una enfermedad más grave en comparación con las de otras variantes. Las infecciones informadas inicialmente ocurrieron entre estudiantes universitarios, pero comprender el nivel de gravedad de la variante llevará de días a varias semanas.

¿Qué países han aplicado restricciones?

Reino Unido
Italia
Francia
Austria
Alemania
Australia
República Checa
Países Bajos
Israel
Marruecos
Tailandia
Filipinas
Japón
Singapur
Malasia
Estados Unidos
Brasil
Perú

¿Qué dicen las y los especialistas?
La OMS instó a los gobiernos a tomar decisiones basadas en la ciencia y a la ciudadanía, mantener medidas de higiene. «Por favor, no se asuste y tenga la seguridad de que los científicos de todo el mundo están trabajando arduamente en Delta y Ómicron. Compartiremos información tan pronto como esté disponible. Ustedes, como individuos, tienen el control para mantenerse a salvo. Tome medidas hoy y todos los días para reducir el riesgo de Covid-19”, escribió María Van Kerkhoven, la epidemióloga líder del equipo técnico de la OMS para el Covid-19.

«Agradezco a los investigadores de Sudáfrica y Botsuana por compartir información con la OMS y el mundo sobre la variante B.1.1.529 que se ha detectado recientemente… Todos los que están ahí afuera: no discriminen a los países que comparten sus hallazgos abiertamente,»

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Un respiro

Por Claudia Lucía Tinoco*

Nicaragua, cuna de poetas como Rubén Darío, es también un país de lagos y volcanes, y de extensas playas sobre los dos océanos. Sus hermosos paisajes invitan a recorrerlos y fotografiarlos, para tenerlos siempre en la memoria.

A una hora de la capital Managua, la Reserva Natural Laguna de Apoyo es un refugio de paz. Situada entre Masaya, la llamada Ciudad de las flores y Granada, conocida como la Gran Sultana, la Laguna de Apoyo, que en náhuatl significa «agua salobre», alberga una gran cantidad de especies animales y vegetales. Es, sin duda, un lugar mágico con una historia que se remonta 23 mil años atrás, cuando estalló el volcán en cuyo cráter de aguas cálidas podemos nadar hoy, rodeados de los grandes paredones que nos recuerdan cuando su boca se abrió. ¡Cómo no sentirnos diminutos ante la perfección de la naturaleza!

Laguna de Apoyo
Él es un guardabarranco, el ave nacional de Nicaragua. Cabe en una mano y pesa 65 gramos. Se alimenta de insectos y de lagartijas, y cuando está nervioso o excitado balancea su cola como el péndulo de un reloj. Habita a la orilla de los ríos o en los bosques, en los cauces secos y en las sabanas. Pero también vive en el jardín de mi casa y es nuestro guardián. Le puse de nombre Goyito, como mi abuelo Gregorio, porque es gordito como él. A veces es mi abuelo y a veces es mi abuela Marta, que también nos visita para cuidarnos.
Ella es mi perra Malibú, es mi amiga y compañera de aventuras. Con ella entendí por qué dicen que los perros son nuestros mejores amigos.
¿Hay un lugar más hermoso que el mar? Él es mi armonía. Sentarme en la arena, poner música, encender un cigarro y admirar el atardecer es lo que más me gusta. El mar me da seguridad cuando no me siento bien y me ayuda a estar tranquila. Nada más majestuoso. Caminar con los pies descalzos y en el silencio conectar con la brisa.
Y ella es Anita, la gatita más misteriosa. Tiene ocho años y con mi familia la amamos mucho. Me recuerda a mi tía Claudia, la hermana de mi mamá, que amaba a los gatos y ahora está viéndonos desde el cielo. Una vez me dijo: «Mirá, está gatita es hermosa».

*Con 21 años, es aficionada a la fotografía. Es nicaragüense y está a punto de concluir la carrera de Psicología.

De Lectores

Los 14 síntomas del Fascismo eterno

El avance de la extrema derecha en América Latina y Europa, que inquieta porque se percibe como un debilitamiento de la democracia ante la incapacidad de los partidos políticos de centro e izquierda de atender las grandes demandas sociales, da pie para revisitar a uno de los grandes pensadores y escritores del siglo XX, el italiano Humberto Eco (1932-2016). El filósofo y semiólogo autor de En el nombre de la rosa, El péndulo de Foucault y El cementerio de Praga, elaboró una caracterización de lo que llamó “Ur-Fascismo” o “fascismo eterno”, que, dijo, puede volver con las apariencias más inocentes.

Humberto Eco: «Tradición, xenofobia y nacionalismo, en la base del pensamiento fascista»

Por Umberto Eco*

El término “fascismo” se adapta a todo porque es posible eliminar de un régimen fascista uno o más aspectos, y siempre podremos reconocerlo como fascista. Quítenle al fascismo el imperialismo y obtendrán a Franco o Salazar; quítenle el colonialismo y obtendrán el fascismo balcánico. Añádanle al fascismo italiano un anticapitalismo radical (que nunca fascinó a Mussolini) y obtendrán a Ezra Pound. Añádanle el culto la mitología celta y el misticismo del Grial (completamente ajeno al fascismo oficial) y obtendrán uno de los gurús fascistas más respetados, Julius Evola. A pesar de esta confusión, considero que es posible indicar una lista de características típicas de lo que me gustaría denominar «Ur-Fascismo», o «fascismo eterno». Tales características no pueden quedar encuadradas en un sistema; muchas se contradicen mutuamente, y son típicas de otras formas de despotismo o fanatismo, pero basta con que una de ellas esté presente para hacer coagular una nebulosa fascista. 

1. La primera característica de un Ur-Fascismo es el culto de la tradición. El tradicionalismo es más antiguo que el fascismo. No fue típico sólo del pensamiento contrarrevolucionario católico posterior a la Revolución Francesa, sino que nació en la edad helenística tardía como reacción al racionalismo griego clásico. En la cuenca del Mediterráneo, los pueblos de religiones diferentes (aceptadas todas con indulgencia por el Olimpo romano) empezaron a soñar con una revelación recibida en el alba de la historia humana. Esta revelación había permanecido durante mucho tiempo bajo el velo de lenguas ya olvidadas. Estaba encomendada a los jeroglíficos egipcios, a las runas de los celtas, a los textos sagrados, aún desconocidos, de algunas religiones asiáticas. Esta nueva cultura había de ser sincrética. «Sincretismo» no es sólo, como indican los diccionarios, la combinación de formas diferentes de creencias o prácticas. Una combinación de ese tipo debe tolerar las contradicciones. Todos los mensajes originales condenen un germen de sabiduría y, cuando parecen decir cosas diferentes o incompatibles, lo hacen sólo porque todos aluden, alegóricamente, a alguna verdad primitiva. Como consecuencia, ya no puede haber avance del saber. La verdad ya ha sido anunciada de una vez por todas, y lo único que podemos hacer nosotros es seguir interpretando su oscuro mensaje. Es suficiente mirar la cartilla de cualquier movimiento fascista para encontrar a los principales pensadores tradicionalistas. La gnosis nazi se alimentaba de elementos tradicionalistas, sincretistas, ocultos. La fuente teórica más importante de la nueva derecha italiana, Julius Evola, mezclaba el Grial con los Protocolos de los Ancianos de Sión, la alquimia con el Sacro Imperio Romano. El hecho mismo de que, para demostrar su apertura mental, una parte de la derecha italiana haya ampliado recientemente su cartilla juntando a De Maistre, Guénon y Gramsci es una prueba fehaciente de sincretismo. Si curiosean ustedes en los estantes que en las librerías americanas llevan la indicación New Age, encontrarán incluso a San Agustín, el cual, por lo que me parece, no era fascista. Pero el hecho mismo de juntar a San Agustín con Stonehenge, esto es un síntoma de Ur-Fascismo. 

2. El tradicionalismo implica el rechazo del modernismo. Tanto los fascistas como los nazis adoraban la tecnología, mientras que los pensadores tradicionalistas suelen rechazar la tecnología como negación de los valores espirituales tradicionales. Sin embargo, a pesar de que el nazismo estuviera orgulloso de sus logros industriales, su aplauso a la modernidad era sólo el aspecto superficial de una ideología basada en la «sangre» y la «tierra» (Blut und Boden). El rechazo del mundo moderno se camuflaba como condena de la forma de vida capitalista, pero concernía principalmente a la repulsa del espíritu del 1789 (o del 1776, obviamente). La Ilustración, la edad de la Razón, se ven como el principio de la depravación moderna. En este sentido, el Ur-Fascismo puede definirse como «irracionalismo». 

El regreso del fascismo fue advertido por el pensador italiano

3. El irracionalismo depende también del culto de la acción por la acción. La acción es bella de por sí, y, por lo tanto, debe actuarse antes de y sin reflexión alguna. Pensar es una forma de castración. Por eso la cultura es sospechosa en la medida en que se la identifica con actitudes críticas. Desde la declaración atribuida a Goebbels («cuando oigo la palabra cultura, echo la mano a la pistola») hasta el uso frecuente expresiones como «cerdos intelectuales», «estudiante cabrón, trabaja de peón», «muera la inteligencia», «universidad, guarida de comunistas», la sospecha hacia el mundo intelectual ha sido siempre un síntoma de Ur-Fascismo. El mayor empeño de los intelectuales fascistas oficiales consistía en acusar a la cultura moderna y a la intelligentsia liberal de haber abandonado los valores tradicionales.

4. Ninguna forma de sincretismo puede aceptar el pensamiento crítico. El espíritu crítico opera distinciones, y distinguir es señal de modernidad. En la cultura moderna, la comunidad científica entiende el desacuerdo como instrumento de progreso de los conocimientos. Para el Ur-Fascismo, el desacuerdo es traición.  

5. El desacuerdo es, además, un signo de diversidad. El Ur-Fascismo crece y busca el consenso explotando y exacerbando el natural miedo de la diferencia. El primer llamamiento de un movimiento fascista, o prematuramente fascista, es contra los intrusos. El Ur-Fascismo es, pues, racista por definición.  

6. El Ur-Fascismo surge de la frustración individual o social. Lo cual explica por qué una de las características típicas de los fascismos históricos ha sido el llamamiento a las clases medias frustradas, desazonadas, por alguna crisis económica o humillación política, asustadas por la presión de los grupos sociales subalternos. En nuestra época, en la que los antiguos «proletarios» se están convirtiendo en pequeña burguesía (y los lumpen se autoexcluyen de la escena política), el fascismo encontrará su público en esta nueva mayoría. 

7. A los que carecen de una identidad social cualquiera, el Ur-Fascismo les dice que su único privilegio es el más vulgar de todos, haber nacido en el mismo país. Es éste el origen del «nacionalismo». Además, los únicos que pueden ofrecer una identidad a la nación son los enemigos. De esta forma, en la raíz de la psicología Ur-Fascista está la obsesión por el complot, posiblemente internacional. Los secuaces deben sentirse asediados. La manera más fácil para hacer que asome un complot es apelar a la xenofobia. Ahora bien, el complot debe surgir también del interior: los judíos suelen ser el objetivo mejor, puesto que presentan la ventaja de estar al mismo tiempo dentro y fuera. En América, el último ejemplo de la obsesión del complot está representado por el libro The New World Order de Pat Robertson. 

8. Los secuaces deben sentirse humillados por la riqueza ostentada y por la fuerza de los enemigos. Cuando era niño, me enseñaban que los ingleses eran el «pueblo de las cinco comidas»: comían más a menudo que los italianos, pobres pero sobrios. Los judíos son ricos y se ayudan mutuamente gracias a una red secreta de recíproca asistencia. Los secuaces, con todo, deben estar convencidos de que pueden derrotar a los enemigos. De este modo, gracias a un continuo salto de registro retórico, los enemigos son simultáneamente demasiado fuertes y demasiado débiles. Los fascismos están condenados a perder sus guerras, porque son incapaces constitucionalmente de valorar con objetividad la fuerza del enemigo. 

9. Para el Ur-Fascismo no hay lucha por la vida, sino más bien, «vida para la lucha». El pacifismo es entonces colusión con el enemigo; el pacifismo es malo porque la vida es una guerra permanente. Esto, sin embargo, lleva consigo un complejo de Harmaguedón: puesto que los enemigos deben y pueden ser derrotados, tendrá que haber una batalla final, de resultas de la cual el movimiento obtendrá el control del mundo. Una solución final de ese tipo implica una sucesiva era de paz, una Edad de Oro que contradice el principio de la guerra permanente. Ningún líder fascista ha conseguido resolver jamás esta contradicción. 

10. El elitismo es un aspecto típico de toda ideología reaccionaria, en cuanto fundamentalmente aristocrático. En el curso de la historia, todos los elitismos aristocráticos y militaristas han implicado el desprecio por los débiles. El Ur-Fascismo no puede evitar predicar un «elitismo popular». Cada ciudadano pertenece al mejor pueblo del mundo, los miembros del partido son los ciudadanos mejores, cada ciudadano puede (o debería) convertirse en miembro del partido pero no puede haber patricios sin plebeyos. El líder, que sabe perfectamente que su poder no lo ha obtenido por mandato, sino que lo ha conquistado con la fuerza, sabe también que su fuerza se basa en la debilidad de las masas, tan débiles que necesitan y se merecen un «dominador». Puesto que el grupo está organizado jerárquicamente (según un modelo militar), todo líder subordinado desprecia a sus subalternos, y cada uno de ellos desprecia a sus inferiores. Todo ello refuerza el sentido de un elitismo de masa.  

11. En esta perspectiva, cada uno está educado para convertirse en un héroe. En todas las mitologías, el «héroe» es un ser excepcional, pero en la ideología Ur-Fascista el heroísmo es la norma. Este culto al heroísmo está vinculado estrechamente con el culto a la muerte: no es una coincidencia que el lema de los falangistas fuera «¡Viva la muerte!». A la gente normal se le dice que la muerte es enojosa, pero que hay que encararla con dignidad; a los creyentes se les dice que es una forma dolorosa de alcanzar una felicidad sobrenatural. El héroe Ur-Fascista, en cambio, aspira a la muerte, anunciada como la mejor recompensa de una vida heroica. El héroe Ur-Fascista está impaciente por morir, y en su impaciencia, todo hay que decirlo, más a menudo consigue hacer que mueran los demás. 

12. Puesto que tanto la guerra permanente como el heroísmo son juegos difíciles de jugar, el Ur-Fascista transfiere su voluntad de poder a cuestiones sexuales. Éste es el origen del machismo (que implica desdén hacia las mujeres y una condena intolerante de costumbres sexuales no conformistas, desde la castidad hasta la homosexualidad). Y puesto que también el sexo es un juego difícil de jugar, el héroe Ur-Fascista juega con las armas, que son su Ersatz fálico: sus juegos de guerra se deben a una invidia penis permanente.  

13. El Ur-Fascismo se basa en un «populismo cualitativo». En una democracia los ciudadanos gozan de derechos individuales, pero el conjunto de los ciudadanos sólo está dotado de un impacto político desde el punto de vista cuantitativo (se siguen las decisiones de la mayoría). Para el Ur-Fascismo los individuos en cuanto individuos no tienen derechos, y el «pueblo» se concibe como una cualidad, una entidad monolítica que expresa la «voluntad común». Puesto que ninguna cantidad de seres humanos puede poseer una voluntad común, el líder pretende ser su intérprete. Habiendo perdido su poder de mandato, los ciudadanos no actúan, son llamados sólo pars pro toto a desempeñar el papel de pueblo. El pueblo, de esta manera, es sólo una ficción teatral. Para poner un buen ejemplo de populismo cualitativo, ya no necesitamos Piazza Venezia o el estadio de Nuremberg. En nuestro futuro se perfila un populismo cualitativo Televisión o Internet, en el que la respuesta emotiva de un grupo seleccionado de ciudadanos puede ser presentada o aceptada como la «voz del pueblo». En razón de su populismo cualitativo, el Ur-Fascismo debe oponerse a los «podridos» gobiernos parlamentarios. Una de las primeras frases pronunciadas por Mussolini en el parlamento italiano fue: «Hubiera podido transformar esta aula sorda y gris en un xivac para mis manipulas». De hecho, encontró inmediatamente un alojamiento mejor para sus manípulos, pero poco después liquidó el parlamento. Cada vez que un político arroja dudas sobre la legitimidad del parlamento porque no representa ya la «voz del pueblo», podemos percibir olor de Ur-Fascismo. 

14. El Ur-Fascismo habla la «neolengua». La «neolengua» fue inventada por Orwell en 1984, como lengua oficial del Ingsoc, el socialismo inglés, pero elementos de Ur-Fascismo son comunes a formas diversas de dictadura. Todos los textos escolares nazis o fascistas se basaban en un léxico pobre y en una sintaxis elemental, con la finalidad de limitar los instrumentos para el razonamiento complejo y crítico. Pero debemos estar preparados para identificar otras formas de neolengua, incluso cuando adoptan la forma inocente de un popular reality-show

Después de haber indicado los posibles arquetipos del Ur-Fascismo, concédanme que concluya. La mañana del 27 de julio de 1943 me dijeron que, según los partes leídos por radio, el fascismo había caído y Mussolini había sido arrestado. Mi madre me mandó a comprar el periódico. Fui al quiosco más cercano y vi que los periódicos estaban, pero los nombres eran diferentes. Además, después de una breve ojeada a los títulos, me di cuenta de que cada periódico decía cosas diferentes y compré uno al azar, y leí un mensaje impreso en la primera página firmado por cinco o seis partidos políticos, como Democracia Cristiana, Partido Comunista, Partido Socialista, Partido de Acción, Partido Liberal. Hasta aquel momento yo creía que había un solo partido por cada país, y que en Italia sólo existía el Partido Nacional Fascista. Estaba descubriendo que en mi país podía haber diferentes partidos al mismo tiempo. No sólo esto: puesto que era un chico listo, me di cuenta enseguida de que era imposible que tantos partidos hubieran surgido de un día para otro. Comprendí, así, que ya existían como organizaciones clandestinas. El mensaje celebraba el final de la dictadura y el regreso de la libertad: libertad de palabra, de prensa, de asociación política. Estas palabras, «libertad», «dictadura» —Dios mío— era la primera vez en mi vida que las leía. En virtud de estas nuevas palabras yo había renacido hombre libre occidental. Debemos prestar atención a que el sentido de estas palabras no se vuelva a olvidar. El Ur-Fascismo está aún a nuestro alrededor, a veces con trajes de civil. Sería muy cómodo, para nosotros, que alguien se asomara a la escena del mundo y dijera: «¡Quiero volver a abrir Auschwitz, quiero que las camisas negras vuelvan a desfilar solemnemente por las plazas italianas!». Por desgracia, la vida no es tan fácil. El Ur-Fascismo puede volver todavía con las apariencias más inocentes. Nuestro deber es desenmascararlo y apuntar con el índice sobre cada una de sus formas nuevas, cada día, en cada parte del mundo. Vuelvo a darle la palabra a Roosevelt: «Me atrevo a afirmar que si la democracia americana deja de progresar como una fuerza viva, intentando mejorar día y noche con medios pacíficos las condiciones de nuestros ciudadanos, la fuerza del fascismo crecerá en nuestro país» (4 de noviembre de 1938).

Libertad y liberación son una tarea que no acaba nunca. Que éste sea nuestro lema: «No olvidemos». Y permítanme que acabe con una poesía de Franco Forfini: 

En el pretil del puente

las cabezas de los ahorcados.

En el agua de la fuente

las babas de los ahorcados.

En el enlosado del mercado

las uñas de los fusilados.

En la hierba seca del prado

los dientes de los fusilados.

Morder el aire morder las piedras

nuestra carne no es ya de hombres.

Morder el aire morder las piedras

nuestro corazón no es ya de hombres.

Pero nosotros lo leímos en los ojos de los muertos

y en la tierra haremos libertad

pero apretaron los puños de los muertos

la justicia que se hará.

*Discurso pronunciado por Umberto Ecoel 24 de abril de 1995 en la Universidad de Columbia, Nueva York, recogido después en Cinco escritos morales (Penguin Random House, 2010) y en Contra el fascismo (Lumen, 2018).

Mirador viral

La importancia de la traducción científica en tiempos de pandemia

El libro fue presentado en la FIL de Guadalajara, en el marco del Congreso San Jerónimo 2021 de la Organización Mexicana de Traductores.

Por Irene Selser*

Este 27 de noviembre, en la Feria Internacional del Libro del Guadalajara (FIL), presenté en forma virtual una ponencia sobre un libro que tuve el gusto de traducir para la editorial mexicana Siglo XXI Editores. Se trata del libro Sapiens frente a sapiens. La espléndida y trágica historia de la humanidad, del doctor Pascal Picq, uno de los paleoantropólogos más reconocidos a nivel mundial. La obra, escrita originalmente en francés, Sapiens face à Sapiens: La splendide et tragique histoire de l’humanité (Ed. Flammarion) fue presentada en París a fines de 2019, poco antes de que fuera detectado en China el Covid-19.   

La presentación del sábado 27 se dio en el marco del Congreso San Jerónimo 2021, auspiciado por la FIL y la Organización Mexicana de Traductores Mexicanos (OMT). (https://omt.org.mx/congreso/programa)

El libro fue publicado en el marco del programa de apoyo a la publicación de la Embajada de Francia en México y el Instituto Francés para América Latina (IFAL) y vio felizmente la luz a comienzos de este año.  

Como tantas otras actividades, el Congreso San Jerónimo 2021, dedicado al padre de los traductores, se desarrolló en forma virtual y presencial, en medio de una crisis sanitaria que aún no termina y que ha puesto a prueba la capacidad de adaptación de nuestra especie. Un ejemplo de ello es el cubrebocas, veinte centímetros de tela que han hecho la diferencia entre la vida y la muerte. Otro ejemplo de adaptabilidad es la masificación de las transmisiones vía Zoom, cuando un sofisticado microbio nos ha obligado a explorar nuevas formas de acercamiento para paliar la distancia física, geográfica, profesional, familiar y emocional.

La capacidad de adaptación en el sentido darwiniano del término ha significado asimismo un reto para la educación y la creación artística y literaria, aprovechando los beneficios de la Era Digital, los dos nombres con una mayúscula, como propone el doctor francés Pascal Picq (Bois-Colombes, 1954).

A la vez, la decisión de Siglo XXI Editores y el gobierno francés sitúa a los lectores hispanohablantes en la vanguardia de la reflexión científica sobre los orígenes de la humanidad y los nuevos retos a causa de la revolución digital, que el autor considera una nueva edad histórica, la séptima desde la Edad de Piedra, con el telón de fondo de la profundización de la crisis ambiental a causa de la acción humana y los desafíos que de ella se derivan.

Escrito en un lenguaje fluido y expresivo –dos de los tres aspectos que, según Lin Yutang, deben regir las normas de la traducción–, el libro de divulgación científica del doctor Pascal Picq, profesor en el Colegio de Francia, es así muy accesible al público en general. Pascal Picq, de 67 años, ha escrito numerosas obras de investigación y de divulgación, traducidas todas a varias lenguas. Por ello, la publicación de este volumen en México no es solamente bienvenida, sino también muy oportuna, en un momento en que la crisis sanitaria nos ha recordado, no solamente la precariedad de la existencia, sino también el deterioro calamitoso de las condiciones de vida en el planeta en los últimos 40 años.

Como paleoantropólogo Pascal Picq, Premio Moron de Filosofía y Ética, se ocupa de estudiar la evolución de las sociedades humanas en relación con sus innovaciones técnicas y culturales, desde la primera punta de flecha hasta nuestros días, pasando por los distintos modos de producción y de vida a lo largo de los milenios, que él llama coevolución.

En este libro de 250 páginas, continuación de su ensayo Les Premiers Hommes, el autor acerca los nuevos conocimientos, descarta viejas teorías y propone otras nuevas, así como nuevos interrogantes basados en los más recientes descubrimientos arqueológicos en distintas partes del mundo, que nos informan sobre las complejidades y retos a los que se enfrentaron los homínidos que un día compartieron la Tierra, principalmente los neandertales en Europa, los denisovanos en Asia y los sapiens en África. A la vez, reflexiona sobre una cuestión fundamental: ya no quiénes fueron los primeros humanos, como aborda en su ensayo de 2016, sino quiénes son y cómo serán los últimos sapiens.

Igualmente, cuáles son nuestras posibilidades de supervivencia como especie con el colapso de los ecosistemas y otro colapso en el horizonte: el de la demografía, cuando en 2050 haya unos 100.000 millones de personas en un planeta que ya está desbordado y harto de nosotros; siendo Sapiens la especie animal más creativa y fuerte, y también la más depredadora, al hacer lo que ningún otro género ha podido hacer: adaptarse a todos los ecosistemas a costa de lo que sea.

«¿Será capaz la humanidad de asegurar su descendencia?», se pregunta Pascal Picq en el prólogo del libro, anticipando involuntariamente la pandemia actual: advierte que, si bien la medicina combinada con la biología evolutiva ha permitido un progreso sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial, «corremos el riesgo de perder la batalla frente a bacterias y superbacterias contra las que no tenemos respuesta, como las enfermedades nosocomiales».

Sin embargo, destaca, por muy grande que sea la crisis sanitaria o medioambiental, la gente sobreviviría, dada la asombrosa capacidad de adaptación de la especie Sapiens, que ha sido la única dueña de la Tierra durante los últimos 40.000 años. El problema, añade Picq, es si esta experiencia milenaria nos ayudará a adaptarnos a un mundo urbanizado, hiperconectado, contaminado y con ecosistemas cada vez más devastados.

Así, investigación y reflexión científicas, emergencia planetaria, pandemia y traducción se unen y articulan en este libro que revisa, desde la aparición de los primeros homínidos hace tres o dos millones de años, «la espléndida y trágica historia de la humanidad», como dice el subtítulo, a la deriva hoy entre su pasado y su futuro.

En cuanto a esta capacidad de la traducción para vincular historias, experiencias y culturas, fue precisamente san Jerónimo quien, aprovechando sus dotes interpretativas, acercó el mundo cristiano hace 1.600 años al traducir la Biblia del griego y el hebreo al latín a petición del Papa Dámaso I. El resultado fue la Vulgata o edición común, que acercó a los cristianos a los textos sagrados y configuró la vida litúrgica y devocional de la Iglesia católica romana durante casi 1.500 años.

En su transmutación de la Biblia, como llamó a su labor, san Jerónimo defendió enérgicamente su versión, a pesar de las difamaciones y calumnias, incluso de sus superiores.

El traductor, filósofo y teórico francés Antoine Berman retomó a san Jerónimo para definir un discurso sobre la traducción en la misma tradición de Cicerón, Fray Luis de León, Lutero y Goethe, entre otros, llamándola «tradicional»: es precisamente a lo que nos adherimos hoy.

 En su conocido texto «La traducción y sus discursos», Berman explica por qué llama «tradicional» a este modelo: «En primer lugar», dice, «porque procede de lo más profundo de la tradición cultural occidental y, en segundo lugar, porque pertenece a un mundo en el que la traducción se considera uno de los pilares de la tradicionalidad, es decir, del modo de ser humano, determinado por la tradición». «Traduzione tradizione«, repite Berman citando a los italianos, porque la traducción une el pasado y el presente, lo cercano y lo lejano, fertilizando la cultura.

Este es otro factor de proximidad que ofrece la profesión y el arte de la traducción.

Berman retoma las reflexiones y la experiencia traductológica de san Jerónimo, para enumerar lo que él considera como las características primordiales del discurso tradicional, el tercero de las cuales es que está marcado por una “disensión”, la de los partidarios de la “letra” y los partidarios del “sentido”, estos últimos siempre la mayoría a través de los años, nos asegura.

San Jerónimo fue criticado por traducir los textos sagrados no palabra por palabra, sino el sentido del significado, ya que, según su «Epístola a Pamaquio sobre el mejor modo de traducir», «no me pareció necesario traducir palabra por palabra, sino conservar la propiedad y fuerza de todas las palabras«.

Con este espíritu abordamos la traducción de Sapiens frente a sapiens, teniendo en cuenta a otros dos exponentes de la traducción, el ya mencionado Lin Yutang y el pensador mexicano Alfonso Reyes. Del primero, retomo los tres aspectos de sus reglas de traducción, compartidos por su compatriota, el militar, periodista y traductor chino Yan Fu, que de hecho introdujo las ideas occidentales en China a finales del siglo XIX, incluida la teoría de la evolución de Darwin, que está directamente relacionada con nuestro libro.

Las tres normas de Lin y de Yan, referidas a la lengua china y en particular a la traducción poética y literaria, son: la lealtad, es decir la fidelidad al texto original; la fluidez, sinónimo de expresividad; y la elegancia o el refinamiento, esto es la belleza de una lengua, ligada a la claridad. Creemos que estas exigencias pueden aplicarse a obras de divulgación científica como el libro de Pascal Picq, que incluye pasajes que no están exentos de un lenguaje poético y literario, con una dosis de humor. Se siente la empatía del antropólogo francés hacia nuestros ancestros, así como una cierta piedad por los retos a los que se enfrenta Sapiens hoy en día, lo cual se traduce en un lenguaje que acerca la ciencia a los lectores, y a la traductora con su autor.

En ningún caso, insiste Lin Yutang, la «fidelidad» significa traducir palabra por palabra, pues se corre el riesgo de truncar el sentido del contexto. Como dijo Alfonso Reyes en su crítica a la traducción literal: «¿Notre Dame de París, mi mujer parisina?».

Para Lin, la fidelidad al significado debe ser «vívida y gráfica». Se pregunta: «¿Cuál es el espíritu de la palabra?». Y responde con delicadeza: «Es el color del sentimiento extraído secretamente de una palabra, dejando de lado su significado lógico; en otras palabras, el espíritu es su connotación«. Porque, añade, «la utilidad del lenguaje no es sólo expresar imágenes, sino también sentimientos; no sólo hay que expresar el significado con claridad, sino que también debe conmover a los lectores».

En mi caso, siempre me han conmovido las reflexiones del poeta, traductor, humanista y diplomático mexicano Alfonso Reyes, sin duda una de las mentes más privilegiadas que ha dado México, a propósito del oficio de traducir, cuando dice que «una lengua es toda una visión del mundo, y hasta cuando una lengua adopta una palabra extranjera suele teñirla de otro modo, con cierta traición imperceptible«. Se confiesa anuente a veces a «enterrar las reglas», en especial cuando se enfrentaba a una traducción del francés, «olvidar mis dudas y reflexiones y entregarme un poco al instinto», dice, ya que es en el espacio de la libertad individual donde el traductor debe esforzarse. He aquí el por qué la traducción es un arte.

Reyes también habla de los errores –»que de todas formas no son un delito», como dijo san Jerónimo en su propia defensa– y de las negligencias que puede cometer cualquier traductor, sin olvidar «el problema imposible de la traducción cuando hay cosas que sólo se pueden decir en tal o cual idioma». Reyes pone como ejemplo la palabra portuguesa saudade, tan utilizada en Brasil y Argentina, mi patria biológica, y que significa nostalgia, melancolía, aunque únicamente saudade recoge en su cadencia y expresividad el espíritu propio. Quizá derivada del latín solĭtate, soledad, el término sería algo así como «la melancólica soledad de tu extrañeza».

También sigo aprendiendo mucho de mi maestra de traducción y creación poética, la poeta, ensayista y traductora mexicana de los principales poetas del canon anglosajón, Pura López Colomé, quien, junto con Jorge Luis Borges, apuesta por la «diferencia» entre el original y la traducción, pero en el sentido de un lenguaje universal, también defendido por Walter Benjamin, que ella denomina «imperfecta semejanza», consciente de la imposibilidad de una fidelidad absoluta a la obra original. Sin embargo, sabemos que el arte de la traducción implica buscar una posibilidad en la imposibilidad.

Me gusta comparar el trabajo del traductor con el acto igualmente artístico y meticuloso de pelar una cebolla. Un ejercicio ligado directamente con la memoria, como es la experiencia del Nobel de Literatura Günter Grass en su libro autobiográfico Pelando la cebolla, donde dice: «El recuerdo se asemeja a una cebolla que quisiera ser pelada para dejar al descubierto lo que, letra por letra, puede leerse en ella.»

Así el ejercicio de la transmutación, que es también transmigración de las lenguas y las almas; una construcción cultural de afuera hacia adentro hasta las raíces del ser y el decir. La madrugada es quizás el mejor momento para sumergirnos como buzos en las profundidades de una palabra, siendo el silencio la mejor compañía, como le gusta decir a la traductora y profesora Martha Celis, una de las mejores maestras que tuve en el Diplomado de traducción literaria que estudié en Ametli.

En cuanto a los problemas de traducción a los que me enfrenté con Sapiens…, las principales dudas se referían a cómo traducir, por ejemplo, los nombres de las distintas especies de homínidos, que varían según los traductores y editores, así como el vocabulario específico de cada período histórico y geológico con sus referencias geográficas, culturales y tecnológicas. No obstante, el estilo sencillo y claro del Dr. Pascal Picq facilitó en gran medida la comprensión y la traducción del texto, que espero sea lo más imperfectamente posible parecida al original.

    También es un libro muy ameno para estudiantes y profesores, con pistas para identificar, por ejemplo, los orígenes del machismo, vinculados a las poblaciones agrícolas del sur de Europa, más que a los pastores del hemisferio norte.

Sobre este último punto, el doctor Picq aclara una cuestión que siempre me ha intrigado: ¿por qué en las películas estadunidenses o del norte de Europa vemos a los niños bebiendo un vaso de leche por la noche antes de acostarse, que sería indigesto para muchas personas, y que nunca se muestra en las películas francesas, italianas, españolas, asiáticas, africanas o latinoamericanas? La respuesta es que para las poblaciones nórdicas que optaron por el pastoreo siguiendo sus tradiciones de cazadores-recolectores, el consumo de leche era una parte sustancial de su dieta, a pesar de que la digestión de la lactosa requirió 500 000 años de evolución de los homínidos para generar las enzimas y los genes necesarios. Según Picq, «la tolerancia o no tolerancia a la leche y los productos lácteos en las poblaciones actuales se remonta a antes de la Historia».

También se sabe hoy que el grueso de las migraciones se desplazó de este a oeste –hoy sería de sur a norte– y que Sudamérica fue probablemente visitada por sapiens llegados de Oceanía, lo que, dice el Dr. Picq, «es un tema muy controvertido cuando te gusta la aventura del Kon-tiki«, en alusión al nombre de la balsa tomado del apodo de Viracocha, el dios del sol de los incas, utilizado por el explorador noruego Thor Heyerdahl durante su expedición de 1947 a través del océano Pacífico desde Perú hasta la Polinesia.

Sobre el reinado de los neandertales, finalmente doblegados por los sapiens después de haberse extendido a Levante y Siberia, se sabe hoy, afirma el doctor Picq, que «en cierto modo, lograron lo que siempre ha sido el sueño ruso, ya sea imperial, luego soviético, o del régimen actual: crear un vasto imperio desde Europa hasta Siberia y Oriente Próximo. Los neandertales lo hicieron».

  Volviendo a la revolución digital, el Dr. Picq afirma que la conexión permanente con los dispositivos está modificando profundamente todos los aspectos de nuestra vida, seducidos «por la tentación de caer en la facilidad y la comodidad, una servidumbre voluntaria y perjudicial que destruye todo lo que ha hecho aventurero al linaje humano desde hace dos o tres millones de años: las relaciones sociales, las culturas, las actividades físicas y sexuales, la movilidad…».

El autor apuesta, sin embargo, a que «entre una humanidad esclavizada por la tecnología y una humanidad poshumana remodelada por la tecnología, sea posible imaginar una humanidad mejorada, a favor de una nueva coevolución entre los humanos, la naturaleza y las máquinas».

Desearía compartir el optimismo mesurado del autor (y aquí me permito hablar desde mi otra vertiente de editora y periodista especializada en la política internacional), pero resulta difícil imaginar un mundo más equilibrado y justo cuando la «nueva normalidad» que se está configurando en medio de la pandemia nos habla de un panorama, no de coevolución, sino más bien de involución, sobre todo en América Latina, donde en los últimos dos años se ha profundizado la crisis económica y social que se venía arrastrando desde hace décadas con un marcado aumento del desempleo, la pobreza, la desigualdad, el narcotráfico y la migración de millares de desesperados. Un escenario que tanto los políticos conservadores, como los populistas y los nuevos radicalismos de ambos extremos pretenden enfrentar agitando las banderas obsoletas de las ideologías por encima de la promoción de la educación, la cultura y la producción económica. Según los organismos regionales, la pandemia ha transformado el deterioro social del último quinquenio en un retroceso de décadas, en la mayor crisis de que se tienen datos desde los años de 1930.

En este sentido, explica Pascal Picq, mientras una parte creciente de la humanidad accede a estilos de vida cada vez más confortables, otra parte experimenta un declive de su estatus, un «descuelgue», incluido el deterioro de las clases medias, que refleja un profundo cambio a escala mundial. Esto significa una cosa muy sencilla, añade el Dr. Picq: «El modelo económico y social de finales del siglo pasado ya no se adapta a los cambios que ha provocado».

A su vez, este desacoplamiento se traduce en un deterioro de los logros de finales del siglo XX. Y si bien, «nuestra plasticidad adaptativa permite mejoras rápidas, también permite un deterioro igualmente rápido».

Y aunque el éxito del linaje humano se ha basado en la sexualidad, la movilidad, la curiosidad y la búsqueda de mejores recursos, «todo esto se está desmoronando para más de la mitad de la humanidad; es una mala evolución» por culpa de la acción humana, afirma.

Pascal Picq concluye: «Hoy en día, un gran debate ocupa el mundo económico y social, dividiendo a los que sostienen que hay que seguir como antes y a los que abogan por un cambio de paradigma y, más allá, por la superación de las oposiciones ideológicas del siglo XX.

«Al final», dice el autor, «lo que está en juego es la cuestión de la evolución –mal entendida o bien entendida– y Sapiens es el único responsable frente a Sapiens. »  

*Periodista, editora y traductora, editora de Diarios de Covid-19.

Facebook: Irene Selser / diariosdecovid(a)gmail.com.                                  

Velada a la luz de la muerte: la ceremonia de «La Alumbrada» en San Andrés Mixquic

Después de haber sido suspendida en 2020 debido a la pandemia, la tradición de «La Alumbrada» volvió a San Andrés Mixquic, uno de los siete poblados de la alcaldía Tláhuac, en la Ciudad de México. Miles de personas llegaron a una de las fiestas más famosas del Día de Muertos y que también, este año quedó marcada por el feminicidio de una habitante de la alcaldía, Ceshia Chirinos, madre de dos hijos y asesinada por cinco personas, entre ellas, su esposo.

Por Luis Barrón y Adriana Esthela Flores

La conmemoración del Día de las Almas en San Andrés Mixquic se dividió en tres escenarios: por un lado, la fiesta, los ríos de personas -algunas, del extranjero-que acudieron a la celebración tradicional que ha puesto a este pueblo, de la alcaldía Tláhuac, en el mapa internacional. Las familias de quienes están enterrados en el cementerio de Mixquic acudieron desde la mañana a colocar flores de cempasúchil sobre las tumbas, a limpiarlas, adornarlas con globos y sentarse a esperar el atardecer para encender los cirios e inciensos e iniciar el ritual del recuerdo bañado de humo. Fue un ritual que les esperaba desde el año 2019 y no pudieron realizarlo el año pasado, debido a las restricciones de la pandemia. Por eso, la apertura del cementerio provocó que miles de personas acudieran a visitar el cementerio a formar parte de «La Alumbrada», con la que los deudos van iluminando el camino de los muertos.
Autoridades aplicaron medidas de higiene como el gel antibacterial y la obligatoriedad del uso de cubrebocas, y también instalaron un pasillo junto al cementerio para que visitantes pudieran observar la ceremonia, sin saturar el lugar.

El otro escenario estaba afuera, en la plaza del pueblo. Mientras que, sobre un templete, grupos musicales entonaban canciones como parte de la Fiesta de Mixquic, una pancarta en el kiosco exigía justicia por el feminicidio de Ceshia Chirinos, 37 años de edad y madre de dos hijos, asesinada el 1 de octubre junto a una clínica comunitaria de la localidad. Según las investigaciones, Ceshia fue asesinada por cinco personas, entre ellas quien fue su pareja. Hasta ahora, solo ha sido vinculado a proceso uno de los implicados, llamado Alexis «N».
«Ni todo el cempasúchil alcanza para guiar a todas las que nos arrebataron», indicaba un letrero en el altar único montado para Ceshia, víctima de feminicidio: «Vivas las queremos».

El tercer escenario estaba no muy lejos a la distancia, pero sí en cuanto a la atención: era el cementerio de Tetelco, a solo dos kilómetros y medio del popular panteón de Mixquic, pero totalmente invisibilizado en el foco mediático. Aún tiene áreas sin tumbas y la gente miraba, con recelo, a las personas que tomábamos fotografías o video. Adentro, entre la música de banda y las reuniones de familias que brindaban al pie de la tumba a la salud de sus seres queridos, resaltaban los globos, papeles de colores y figuras de superhéroes sobre los sepulcros de las y los bebés cuyos epitafios resumían en una sola línea -como en el nombre de Zoé Sase Maldonado- la huella de un dolor interminable: «Nació y falleció el 11 de julio de 2014».

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¿Cómo acompañar en el duelo?

En esta columna, la tanatóloga comparte recomendaciones para acompañar a una persona que está en duelo, una actividad difícil al vivire inmersos en una sociedad que rechaza mostrar sentimientos como la tristeza, el enojo y la culpa.

Por Claudia Guillén Dávila*

Foto: Horacio Zamora. Reportero Gráfico / Canadá – Instagram @hozs79

Los duelos duelen. Y no se puede hacer nada para desaparecer el dolor emocional de una persona. Sin embargo, sí podemos acompañarle en su dolor.

No es fácil acompañar a una persona en duelo, porque desde pequeños nos han enseñado que es inapropiado mostrar los sentimientos de dolor. Mostrar sentimientos como la tristeza, el enojo y la culpa no son aceptables en nuestra sociedad y por ello, cuando una persona expresa sentimientos de dolor, nos incomodamos y no sabemos cómo actuar.

Acompañar significa ir junto a una persona, ir al mismo paso. Es estar allí compartiendo tu tiempo; saber estar con tu oído, con tu hombro, con tu corazón.


¿Cómo puedo acompañar a una persona que está atravesando una pérdida?

• No juzgar: no minimices el dolor del doliente diciendo que no es para tanto. Evita el uso de frases que no son útiles, por ejemplo: “ya tendrás más hijos”, “Dios no te da más de lo que puedes soportar”, “ya conocerás a otra persona”, “compra otra
mascota”, “conseguirás otro empleo”. Si bien hacemos estos comentarios de manera bienintencionada, hacen sentir a la persona incomprendida y abandonada en su dolor.

• No le digas cómo debe sentirse: “no te sientas mal”, “no estés triste”, “no llores”, “anímate, trata de sonreír”.

• Valida y permite que exprese sus emociones: permítele llorar si el doliente lo necesita,déjalo estar triste; puedes utilizar frases como “no me puedo imaginar cómo te sientes”, “está bien si necesitas llorar”, “está bien que te sientas triste/enojado, yo
también lo estaría”. Es necesario que el doliente pueda expresar sus emociones en esta adaptación a su nueva realidad que puede ser dolorosa y confusa.

• No apresures su proceso de duelo: la mayoría de las personas quieren volver a toda prisa a la “normalidad”. Sin embargo, todo proceso toma su tiempo y acelerarlo puede ocasionar que la persona retrase la aceptación. Todo duelo necesita tiempo para sanar.

• Escucha su historia con amor las veces que necesite contarla, hazlo sentir escuchado; no cambies el tema o invadas con tu necesidad de hablar. Quienes sufren desean y necesitan ser escuchados. Ante la duda de qué decir, el silencio es el mejor aliado; es más conveniente que decir las palabras incorrectas. Puedes admitir con sinceridad que no sabes qué decir, pero que estas allí para escucharle.

Todos los duelos no elaborados o sanados tienen como base emociones que no fueron comunicadas y que se acumularon a través del tiempo.

“Por favor sé gentil conmigo, porque estoy haciendo mi duelo. El mar en el que nado es solitario y las costas parecen estar lejanas. Cuando intento enfrentar cada día ondas de dolor empañan mi alma”. (Jill B. Englar).

*Tanatóloga. Máster en Tanatología, Duelo y Sentido de Vida.
FB: Claudia Guillén – Tanatóloga. Correo: clauzdavila@gmail.com

¿Puede la política ser propositiva?

En este texto, la autora propone algunos pasos de la metodología para alcanzar «la felicidad colectiva» desde la doctrina del Pensamiento Propositivo. Una de sus premisas es que la felicidad pasa por ejercer una influencia positiva y propositiva teniendo como base el uso del poder de forma equilibrada, mientras que la política negativa no hace más que ir por las sombras y abusar del poder.

Por Marayira Chirinos*

Avenida en Caracas. Foto: José Antonio «Cheo» García


Soy politóloga de profesión desde hace 21 años, y aunque mi vida profesional se ha desarrollado en el campo comunicacional, siempre he sido una preocupada por el quehacer político del país y del mundo, y por el rescate de la tan necesaria y siempre golpeada ética política.

Mi área de acción doctrinal es el propositivismo, y es por esa razón que, partiendo de sus premisas, en este artículo de pensamiento propositivo hago un ejercicio mental que sugiera la existencia de una política propositiva, con propósito y propuestas, que no se convierta en retórica militante dañina.

La reflexión sobre la política siempre es un asunto de difícil descripción y en Venezuela, de un tiempo para acá, es objeto de animadversión, cuando lo ideal es que se mantenga en el terreno del debate de altura y la reflexión constructiva. La utilidad de la ciencia política es amplísima, no solo como disciplina académica y profesional, sino como acepción positiva de la vida en sociedad, que conduzca a la plenitud y felicidad. ¡Si! Felicidad, aunque suene o se lea utópico.


Ahora bien, Aristóteles decía que el bien supremo del hombre es la felicidad, y que esta es la máxima virtud. Sin embargo, la política existió previamente a la Grecia clásica, es decir, antes del pensamiento aristotélico, por lo que esa condición no es intrínseca a los comienzos de la política vista como las relaciones de poder, implícitas o explícitas, sino que trasciende a ella para conducir a un bien vivir y debemos saber aplicarla.

Para la comprensión del pensamiento propositivo los modelos referentes siempre han sido de gran ayuda, y las diferentes concepciones en torno a un ideal de la felicidad se hacen necesarias siempre y cuando conduzcan al perfecto equilibrio emocional no solo del individuo, sino de un colectivo. Felicidad comprendida desde la integralidad que trasciende los estados emocionales de alegría y satisfacción.

Es por eso que alcanzar esa felicidad colectiva pasa por ejercer una influencia positiva y propositiva teniendo como base el uso del poder de forma equilibrada, mientras que la política negativa no hace más que ir por las sombras y abusar del poder. Nada que no sepamos, vivido o padecido.

Está clara la ausencia de métodos únicos para hacer política y establecer esos principios y propósitos que orientan la formación politólogica. No obstante, por aquello de la reingeniería en muchos ámbitos, me atrevo sin reservas a establecer como opción una metodología que, al igual que otras, se enmarque en principios y propósitos de carácter universal como la libertad, la igualdad, la justicia, la pluralidad, la ética, la heterogeneidad, la cientificidad y el profesionalismo, pero a la que se le sume la tolerancia, el respeto, la reconciliación y el liderazgo propositivo. 

La escuela de pensamiento propositivo aplicada a la política supone una lista importante de principios, si bien por límite de espacio se numerarán algunos que considero prioritarios para reflexionar sobre esos pasos a seguir.

Primero, la existencia de un clima de tolerancia que presupone respeto a las diferencias y complementariedad para el alcance de objetivos comunes. 


Segundo, el establecimiento de una “educación en reconciliación”, comenzar desde la familia e incluso en la educación formal en las escuelas. Esto sugiere “evitar el sesgo cognitivo que impera cuando nos rodeamos de personas que solo piensan igual a nosotros, lo que inhibe el reconocimiento del que piensa distinto”. No olvidemos que el juego amigo-enemigo ha hecho mucho daño a la posibilidad de la reconciliación entre las partes en conflicto.

Por último de esta primera lista está la creación de líderes propositivos que sepan medir la oportunidad para ejercer su liderazgo, sin sentirse amenazados por propuestas adversas.

Existe mucho por decir y hacer sobre pensamiento propositivo en el campo de la política, hace falta verdadera voluntad en la búsqueda del santo grial: la felicidad colectiva. ¿Estamos preparados para ello? ¡Demos el primer paso! 

*Politóloga, periodista y locutora. Mamá de Sara, Samuel y Abraham.
**Agradecemos al diario El Universal de Venezuela por la difusión de la columna, que reproducimos aquí con el permiso de la autora.

La mirada. Reflexiones sobre los sentidos y la pandemia

En la segunda entrega de ensayos sobre la relación entre los sentidos y la pandemia, la autora reflexiona sobre la mirada, partiendo de la forma en que pobladores de la comunidad de Puerto Berrío, en Colombia, adoptaron hasta el grado de convertir en deidades a personas a las que nunca vieron en vida. «Mirar se transforma en el catalejo que los navegantes en altamar utilizan para señalar, identificar y etiquetar nuevas tierras. La pandemia, en particular las actividades profesionales y sociales realizadas por medio de distintas plataformas virtuales, lleva al extremo esa instrumentalización de la óptica.»

Por Mariana Mora*

Ilustración: Lorenza Reyna Soto

Desde hace más de tres décadas, por las aguas del Río Magdalena en Colombia fluyen no sólo peces y sus pescadores, sino cadáveres. Las aguas que alimentan a los poblados colindantes se transforman en una fosa común flotante. Para los habitantes de uno de esos pueblos, Puerto Berrío, resultó insoportable ver los restos de otras personas descomponerse a las orillas del río, junto a las hojas, troncos, ramas y demás objetos que navegan por las corrientes. Empezaron a recoger a los en-en, a los no identificados de la guerra, y a bautizarlos con nombre y apellido para después sepultarlos. Les nació la necesidad de adornar y cuidar sus tumbas, de reconocerlos como ánimas. Con el tiempo, los espíritus adoptivos se transformaron en deidades con poderes capaces de hacer milagros e incluso de crear situaciones de venganza. Las atenciones a estos muertos del olvido establecen las pautas y los ritmos del pueblo. Su presencia imprime el espacio. En el pabellón hay un lugar dedicado exclusivamente a ellos. Cada lunes se les hace una misa especial a los difuntos sin nombre. Y una vez al año el animero de Puerto Berrío saca a las almas a pasear por las calles. El recorrido silencioso absorbe todo el entorno, hasta el relinchar de los caballos. Las familias adoptan a sus “muertos del agua” como encargo temporal sin fecha de entrega. Al hacerlos suyos dotan de vida a los que en esencia nunca han visto, ni verán.

La periodista Patricia Nieto relata en su libro Los escogidos, cómo el convivir con las ánimas reconforta e ilumina distintas aristas de vidas precarias trastocadas por la violencia. Incluso para algunas familias en Puerto Berrío, enterrar al ser querido de algún desconocido resulta lo posible y lo digno cuando la misma guerra imposibilitó que ellos sepultaran a los suyos. El relato extraordinario de Nieto afirma que los profundos quiebres en lo cotidiano, provocados por situaciones extremas como una guerra —o una pandemia—, obstruyen hasta las formas de honrar a nuestros muertos. Sin embargo, entre las fisuras se asoma el impulso de reinventar lazos de convivencia con ellos, de recrear formas de despedida para atender y cuidar a los que ya se fueron, aun cuando son anónimos. 

Los profundos quiebres en lo cotidiano, provocados por situaciones extremas como una guerra —o una pandemia—, obstruyen hasta las formas de honrar a nuestros muertos. Sin embargo, entre las fisuras se asoma el impulso de reinventar lazos de convivencia con ellos, de recrear formas de despedida para atender y cuidar a los que ya se fueron, aun cuando son anónimos. 

“Cuando ingresó al hospital ya no me dejaron volver a verla. No me pude despedir de ella, ya no la pudimos volver a ver.” Entre todos los dolores que la pandemia deposita sobre nuestras espaldas, el impedimento de la despedida y ese último intercambio de miradas es quizás uno de los que más pesa. Imposibilita afirmar las relaciones que nos constituyen. Aunque no nos volvamos a ver, estás conmigo, yo estoy contigo. No estás sola, ni yo estoy sola sin ti. Ver a los nuestros es parte de lo que el cuerpo pide para incorporar lo incrédulo. El no poder volver a verle transforma la muerte en una frase diluida, en puntos suspensivos. Obliga a metamorfosear los duelos. 

En los peores momentos de la segunda ola de covid en México me perdí entre llantos, ya no sabía para quien estaba llorando. Mis lágrimas literalmente se secaron, se calcificaron. Sentía el rastro salado sobre mi piel, sin que nada remojara mis cachetes. Estaba tan inmersa en el dolor que un día dejé la estufa encendida. 

El agua se evapora de la tetera, se consume sin que adentro permanezca líquido alguno. El ardor se sigue expandiendo. Todo quema, quema todo. Cuando por fin regresa la calma busco en la mente imágenes de mi tío Pepe, mi amigo Jorge, mi tía Carmen, de Alejandra y Rosaura, hermanas de mi pareja Luis Felipe, de mi colega y maestra Leith. Cierro los ojos, inclino la cabeza para percibir más allá de los que tengo o ya no tengo enfrente. Me dejo llevar por la filtración acuosa que humedece de vida las despedidas. 

* * *

El arquitecto y filósofo Jean Robert fue otro de los que se nos fue en la pandemia. Suizo de nacimiento, mexicano por convicción, compañero de vida de la feminista y psicoanalista Sylvia Marcos, mantuvo una ética política que le permitió teorizar con los pies en la tierra. Su partida no fue por causa del virus, sino que se debió a esas muertes que caminan a paso de caracol y que, al igual que una plaga de insectos, pueden llegar a invadir el jardín entero. En septiembre de 2020, pocas semanas antes de su partida, desde nuestra Red de Feminismos Descoloniales, le organizamos un homenaje en vida. Por obvias razones se dio de forma virtual.

A pesar de que Sylvia es una feminista hecha y derecha, una experiencia amarga con los feminismos de la década de 1980 marcó tanto a Jean que él contemplaba desde una sana distancia los espacios políticos de su amada. Recuerda Sylvia que en ese entonces a Iván Illich—amigo, maestro y cómplice intelectual de Jean— lo invitaron a presentar su ensayo, Género vernáculo en la Universidad de Berkeley, en California, Estados Unidos. El evento se convirtió en un juicio abierto en su contra, promovido por un grupo de académicas, quienes discutieron su ensayo sin dejar hablar al autor invitado, mucho menos defender sus ideas. Sylvia considera que esta actitud fue el reflejo de un tipo de feminismo que en ese entonces insistía en abrir brechas y apropiarse del habla, silenciando y expulsando a los hombres. La dinámica del momento le provocó tal impacto a Jean que su acercamiento con el mundo de Sylvia fue durante mucho tiempo indirecto, transcurrió desde lo imperceptible, se alimentó de fuentes subterráneas. El homenaje virtual permitió elevar esa sensibilidad subyacente que unía a ambos. 

Cada una de nosotras eligió un texto de Jean para comentar y reflexionar a partir de nuestras propias miradas. Desde su casa de Cuernavaca, él nos escuchaba atento y cuando Sylvia dejaba el micrófono de su computadora encendido, resonaban sus comentarios de entusiasmo. Quisiera pensar que percibía cómo sus ideas dejaban ecos, y aún siguen rodando por veredas inesperadas. Son y ya no son suyas, ya no son y al mismo tiempo son parte de su ser.    

¿Cómo fue que todo lo sensorial, que absorbe e interpreta el cuerpo, se volvió algo externo al cuerpo mismo?  ¿Por qué la mirada se volvió sinónimo del acto de ver y los ojos se transformaron en un simple instrumento que registra la realidad? ¿Qué implicaciones tiene esto frente al sobreuso del acto de ver en la pandemia?

Debo confesar que me intimidaba mucho el ejercicio propuesto. Qué tremenda responsabilidad es comentar la obra de una persona cuya salud se encuentra en un estado crítico. Pero también me sentía profundamente insegura respecto a mi capacidad de elaborar ideas y de poderlas comunicar con algo de coherencia. Luis Felipe, Camilo, nuestro hijo y yo nos habíamos enfermado de covid pocos meses atrás. Cada célula de mi persona se había volcado a nuestra recuperación y a mantener el barco a flote. Ahora reconozco lo equivocada que estaba en ese momento en desasociar las tareas del pensar de los pequeños actos de cuidar. Sentía que tanto enfoque puesto en lo que posibilita la supervivencia inhabilita el gesto reflexivo. Por lo mismo, escuchaba presentaciones en línea, pero no me atrevía a participar. Me sentía demasiado expuesta, un rostro en la pecera, incapaz de escabullirme de las miradas ajenas, e incluso de la mía. Por lo mismo elegí un texto pequeño, el que me parecía el menos intimidante. Uno sobre la mirada. Se ha escrito tanto respecto a este sentido privilegiado que consideré que el tema era una elección de bajo riesgo, no había expectativa de que yo aportara una idea propia medianamente relevante. Nunca me imaginé que un año después le seguiría dando vueltas al contenido del ensayo elegido. 

Jean Robert, al igual que Iván Illich, se preguntaba por los procesos sociales e históricos desde los cuales las “cosas” se hacen tan obvias que no se cuestionan. Por eso les interesaba la historia de las percepciones sensoriales. El texto “La instrumentalización de la mirada y más allá”, surge de estas inquietudes compartidas. En su ensayo, Jean se pregunta por qué en occidente se desencarna el conocimiento. ¿Cómo fue que todo lo sensorial, que absorbe e interpreta el cuerpo, se volvió algo externo al cuerpo mismo?  ¿Por qué la mirada se volvió sinónimo del acto de ver y los ojos se transformaron en un simple instrumento que registra la realidad? ¿Qué implicaciones tiene esto frente al sobreuso del acto de ver en la pandemia? 

Jean nos recuerda que en la Antigüedad griega suponían que el rayo ocular iluminaba los objetos. La acción sobre las cosas emanaba del cuerpo mismo. Si extendemos esta imagen, podemos ver en la mirada una actividad deliberada, una decisión moral, una práctica que requiere entrenamiento corporal, como también lo requiere la escucha y el arte del habla. Jean escribe que “las miradas eran psychopodia: pies y manos del alma. El rayo visual era un organon, un órgano o instrumento del cuerpo como la mano o el pie”. La mirada era algo que se tenía que ejercitar, una acción que se tenía que producir como parte de una interpretación integral del mundo. Por ello, más que definir las normas que rigen estos rayos luminosos, en la Grecia Antigua se le otorgó prioridad a deliberar en qué consiste el “buen ver”. Discutir cuándo, qué, por qué y para qué observamos y de qué forma afinamos el organon son preguntas necesarias para habitar e interactuar con el mundo que nos rodea. De este tipo de preguntas se desprende una ética de la mirada. 

Fue el matemático, astrónomo y físico árabe Ibn al-Haytham, quien en el siglo X emprendió una serie de investigaciones y experimentos sobre la óptica que transformaron el conocimiento sobre el sentido de la vista. Descubrió que no es que la pupila tenga un rayo luminoso, sino que los objetos emanan luz que proviene del sol. Su libro de siete volúmenes, Kitab al-Manazir, fue una revolución en sí mismo y dio inicio a la ciencia moderna de la óptica. Como parte de sus investigaciones, Alhazen, como también se le conoce a Ibn al-Haytham, identifica que no es el ojo, sino el cerebro el que “mira”, es decir, el cerebro acomoda e interpreta los fragmentos de información que el ojo introduce al cuerpo. Dada la tremenda actividad corporal que ello implica, Alhazen deja abierta la posibilidad de seguir entrenando y afinando la mirada encarnada. Desde los resultados de sus experimentos, la ética seguiría siendo parte íntegra del acto de mirar. Sin embargo, Jean argumenta que en occidente sucede lo opuesto. Las sociedades europeas retoman los descubrimientos de Alhazenm pero modifican un elemento esencial, transforman el ojo en un órgano receptor pasivo. La mirada deja de ser psychopodia, los pies y manos del alma. Poco a poco se va abandonando lo que Jean describe como una mirada activa. Mirar se transforma en el catalejo que los navegantes en altamar utilizan para señalar, identificar y etiquetar nuevas tierras.

La pandemia, en particular las actividades profesionales y sociales realizadas por medio de distintas plataformas virtuales, lleva al extremo esa instrumentalización de la óptica. Su tecnologización estira tanto la mirada que la revienta, riega sus fragmentos sobre un espejo estallado. Sus imágenes fractales abren ventanas a la percepción, son y no son lo que podemos ver de manera inmediata. 

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Durante los meses de mayor encierro circularon en redes sociales toda clase de tips para lucir lo mejor posible en las plataformas virtuales. Las listas señalan que la altura de la pantalla es fundamental, algo que se logra elevando el laptop con varios libros de gran formato. A su vez, se recomienda un fondo lo suficientemente neutro para no distraer la atención, pero con algunos detalles que le den un toque profesional, aunque personalizado. Los libreros son considerados el fondo más favorecedor, a tal grado que las tiendas en línea comenzaron a vender unos biombos de cartón con el diseño de una biblioteca personal prefabricada. La luz también es prioritaria, debe iluminar tu rostro sin ser apabullante, de preferencia de lado, y nunca una luz vertical porque distorsiona tus gestos. Así aprendimos a enmarcar nuestros rostros en sus respectivos cuadritos, como lo haría cualquier experto en autorretratos. 

Dicha representación tan estudiada y afinada colapsa cuando las otras actividades que suceden en el mismo espacio entran en escena. Sobre todo para las que somos mamás de niñxs chicxs. Recuerdo un Zoom en particular. Una fundación me invitó a compartir con su consejo mi análisis respecto de lo que deberían ser sus nuevos ejes prioritarios de financiamiento. Las opiniones de un grupo selecto de expertos les iban a servir para redireccionar su presupuesto multimillonario. Yo tenía tres bloques de cinco minutos para hablar. Mi participación tenía que ser impecable. En mi primera intervención, Camilo grita desde el baño, “Mamáaaaaa, ¿me limpiiiiiiaaaaaas la colitaaaaa?”. Al inicio de mi segunda intervención el niño quiere avena y su hambre no puede esperar ni medio minuto. Ya para la tercera ronda me rindo. Se sienta en mis piernas y juega con mi pelo, mientras yo hablo. Por suerte, todos fueron extremadamente amables y ese día logré mantener la concentración intacta. En otras ocasiones una situación semejante me derrumba, apago la cámara y lloro. He llegado a agarrar entre mis manos la misma plastilina morada que Camilo me avienta cuando quiere llamar mi atención y en un acto terapéutico lanzarla contra la pared. Dicho movimiento, por supuesto, sucede fuera del encuadre de la cámara, aunque mi gesto descompuesto está a la vista de todxs.

Más allá de si logro mantener el escenario despejado o si éste entra en un ciclo de deterioro acelerado, mis ojos, junto con los ojos de las demás personas operan como una extensión de la pantalla. Nuestra retina se vincula a ese pequeño círculo que da salida a la cámara de la computadora, la unión entre ambos es lo que nos permite estar conectadxs. Pienso en las expresiones cotidianas que recalcan la sensación de ser parte del mismo aparato: “Me voy a enchufar a la compu”, “Llevo horas conectada al Zoom.”  Recuerdo que hace más de tres décadas, la feminista y estudiosa de la ciencia y la tecnología, Donna Haraway, describió en su Manifiesto Cíborg, que “nos encontramos adentro de los que fabricamos, y [la tecnología] se encuentra adentro de nosotros”. Haraway se refiere a cómo el uso de herramientas y tecnologías también adaptan y modifican nuestros cuerpos, desde lo más cotidiano como pueden ser las máquinas de ejercicio, los suplementos alimenticios, los lentes que usamos para mejorar la vista o una prótesis de cadera para seguir caminando. En ese sentido, máquinas y humanos nos diseñamos mutuamente, somos la posibilidad y el límite del impulso re/constructivo, según las herramientas que creamos.

Al mismo tiempo, la asociación que hacemos entre las máquinas y nuestros cuerpos influye en cómo entendemos e incluso investigamos las funciones del organismo. Desde su fabricación en la década de 1940, la computadora ha sido la principal metáfora utilizada por psicólogos, lingüistas, neurocientíficos, entre otros, para explicar el funcionamiento del cerebro. A partir del siglo XVI abundan en occidente asociaciones entre el cerebro y las máquinas. Por supuesto se han transformado con el tiempo. Al principio la relación se establecía con elementos relativamente sencillos, con los resortes y engranajes. Posteriormente, el pensamiento humano se explicaba a partir de pequeños movimientos mecánicos. Ya con la electricidad y sistemas de comunicación, la metáfora de un telégrafo explicaba el cerebro. Lo apabullante de la metáfora más reciente lo describe el psicólogo Robert Epstein del American Institute for Behavioral Research and Technology en su artículo, El cerebro vacío. Cuenta la anécdota de una visita a una prestigiosa universidad en 2015, en la que reta a los investigadores presentes a describir la inteligencia humana sin recaer en la metáfora del procesamiento de información de las computadoras. Nadie lo pudo lograr. Su experimento le sirvió para ejemplificar que la metáfora encuadra nuestra capacidad de pensar y de producir ideas respecto al funcionamiento de nuestra propia inteligencia. 

Con el tiempo la metáfora adquiere su propia vida, se desprende de su origen para convertirse en el reflejo mismo de la realidad. Es el impulso detrás de experimentos e investigaciones científicas. Quizás la más controvertida fue la propuesta por el neurocientista israelí y fundador del Proyecto Cerebro Humano, Henry Markram. En un Ted Talk de 2009 presenta su idea de crear una supercomputadora que pueda simular las más de 80 mil millones de neuronas y 100 trillones de sinapsis del cerebro humano. Incluso presumió que esa computadora podría tener conciencia y al público le dijo que pronto les enviaría un “holograma para hablar con ustedes”. Fue tan convincente que en 2013 la Unión Europea le otorgó fondos de 1.3 billones de euros para construir en un periodo de diez años este cerebro simulado. En menos de dos años el experimento resultó ser un fracaso. 

A pesar de los cíborgs y de las formas en que la computadora es capaz de modificar cómo los científicos entienden y estudian la inteligencia humana, Jean Robert insistía en que el acto aparentemente mecánico del ver es tan sólo un pequeño eslabón del arte de mirar. Para los que hemos estado “enchufados” al Zoom sin cesar, nuestros propios cuerpos expresan un sentir semejante. Al mismo tiempo que circulan en redes sociales los tips para lucir mejor en pantalla, empieza a resonar el término Zoom fatigue para describir el profundo agotamiento que muchas y muchos experimentamos después de horas de interacción en plataformas virtuales. El cerebro entra en un estado de cansancio profundo, cuando intenta descifrar información que no existe en un campo visual limitado. Las interacciones virtuales limitan severamente los tipos de actos comunicativos no verbales, tal como la postura del cuerpo del otro, los movimientos de sus manos, y los gestos sutiles del rostro que la pantalla no logra captar completamente. Todos estos códigos sociales están anulados o quedan extremadamente diluidos. Esto se agudiza en el formato de galería, cuando la presencia de un grupo de personas se reduce a líneas uniformes de cuadritos. En esta situación, el cerebro intenta entender a cada individuo por separado, pero al mismo tiempo. Nuestro cerebro enfrenta de manera simultánea una sobre estimulación visual y el rastreo excesivo de señales sutiles que son en gran medida inaccesibles.

Zoom fatigue confirma que hay algo mucho más allá del acto de ver que instrumentaliza un cíborg-ojo-pantalla-procesador de computadora. Zoom fatigue es una respuesta corporal ante todo lo que queda fuera del encuadre. Frente a este quiebre corporal, la invitación de Jean Robert de regresar la mirada al cuerpo y alejarlo de una técnica óptica adquiere un sentido mayor. ¿Cómo redireccionar la mirada a una acción de aprendizaje y afinamiento constantes que se funde con la percepción sensorial del cuerpo? ¿Qué creaciones tecnológicas surgirán de las mismas? ¿Puede la reinvención de una ética de la mirada ser un antídoto al agotamiento físico, mental y espiritual provocado por la pandemia y por lo que se desprende de ella? ¿De qué manera el mirar puede ser los pies y manos del alma en el sentido que le permite andar, acariciar y honrar la vida de lo que nos rodea? ¿Puede un mayor peso depositado en la percepción corporal ser un impulso que metamorfosea los duelos?

aPercibir a los nuestros, escribir sobre ellos para seguir aprendiendo de ellos, registrar las imágenes mediante las cuales se hacen presente, acompañarlos a través de los ritos que cada uno inventa porque no pudimos vivir los duelos como necesitábamos, es lo que nos permite actuar desde la potencia de la herida, nos aleja de la despedida como un no-lugar. 

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Los pobladores de Puerto Berrío nos ofrecen algunas pistas cuando adoptan a seres que nunca vieron y, sin embargo, establecen vínculos tan íntimos con ellos como si los hubieran mirado toda su vida. Las familias que incorporan a los “muertos del agua” transforman los rincones de lo cotidiano no desde el sol de mediodía, sino desde las sombras que las hojas hacen bailar sobre el pasto cuando las anima la brisa, a partir de las huellas que deja la violencia, en lo que las corrientes del río depositan en sus orillas, en los rastros de llantos calcificados, en el eco de un duelo que no es suyo, pero sin duda tiene dueño. Al apropiarse de las ánimas, nos recuerdan que el acto de ver no es un fin en sí mismo, no es un acto para la contemplación, ni siquiera proviene de los espacios iluminados. Emerge de los claroscuros, provoca otra forma de habitar lo cotidiano, permite ser parte íntegra y transformativa del paisaje, llega incluso a alejar a la muerte, incorporándola a la cotidianidad. Posibilita la vida entre-luces a partir de su constante irrupción.

Imágenes del río en Puerto Berrío, Colombia. Foto: https://www.facebook.com/PuertoBerrioAnt

Entre fragmentos y a partir de la continuidad que ofrece el movimiento constante es como nuestros ojos y cerebro trabajan juntos para integrar toda información visual. De hecho, lo que registran nuestras retinas es una parte minúscula del complejo proceso de ver. El resto del trabajo, los ojos lo coordinan con el cerebro cuando éste se dedica a costurar colores, orientación, tonalidades de luz para completar la imagen visual. Es a partir de la memoria visual, es decir, desde lo que no es inmediatamente visible, ni está presente en ese instante, que el cerebro teje fragmentos de los miles de movimientos oculares para crear una imagen coherente de nuestro entorno. Lo que miramos es y no es lo que tenemos frente a nuestros ojos en determinado instante. ¿Qué sucedería entonces si fuéramos a afinar la mirada, no desde lo que el ojo ve para que el cerebro procese, sino desde el conjunto de esas memorias visuales vinculadas a la percepción?  ¿Cómo sería el arte de entrenar la mirada si inicia, no desde el ojo instrumentalizado sino del supuesto de que todo lo que vemos está mediado por lo que percibimos y por el conjunto de experiencias que la conforman? ¿Qué seríamos capaces de ver?

Aquí la invitación de la antropóloga y fotógrafa Courtney Morris desde sus proyectos dedicados a mirar historias subterráneas. A ella le interesan los no-lugares donde pareciera que no hay nada que observar. Su trabajo establece vínculos entre la imagen presente y una memoria colectiva que hace que un espacio sea o no sea visible. En particular, habla sobre cómo los paisajes de los pueblos originarios y negros no se ven; son en gran medida no-espacios y por ende, tierras baldías y lugares desechables que pueden ser usurpados y utilizados para cualquier fin. Como parte de un proyecto fotográfico reciente, Courtney registra el no-lugar más significativo para ella, el pueblo de su madre, un pequeño poblado llamado Mossville en la costa del golfo del estado de Luisiana, Estados Unidos. Mossville existe sobre el territorio de los pueblos indígenas Atakapa-Ishak. A finales del siglo XVIII se convierte en uno de los primeros asentamientos libres para descendientes de africanos que sobrevivieron la esclavitud. Poco antes de la Segunda Guerra Mundial el suroeste del estado de Luisiana se vuelve un nodo central en el mapa geopolítico petrolero. Con el tiempo, quince fábricas petroquímicas sofocan el pueblo, y mediante un goteo silencioso empiezan a envenenar a sus pobladores. En 2012, Sasol, una empresa petroquímica de Sudáfrica compra los terrenos para establecer un nuevo complejo químico, y borra a  Mossville del mapa.

Courtney visita el pueblo de su madre para procesar el duelo de esta pérdida. Registra con su cámara todo lo que está por desaparecer. Pero lo suyo no es un acto de nostalgia, sino de solastalgia, el sentimiento de pérdida profunda cuando los paisajes vitales se pierden ante la destrucción socio-ambiental y el desplazamiento. Sus fotos son escenas fantasma. Calles vacías donde antes se encontraban casas modestas, letreros con los nombres del pueblo, el bosque afirmando su presencia ante lo que permanece de una cabaña de madera. Desde las tradiciones de las religiones africanas, los dioses y los ancestros se hacen presentes a partir del cuerpo de la persona receptora. Mientras Courtney se sienta en las bancas de la iglesia del pueblo tal como lo hacían generaciones anteriores, en sus expresiones faciales su abuela se hace visible. Los espíritus de sus familiares rodean su autorretrato en el cementerio.

Las imágenes de Courtney desdoblan el presente para hacer perceptible, desde su propio cuerpo, lo que habita un aparente no-lugar. Cada imagen provoca al espectador mirar lo no-visible. Insiste que nada es no-visible. El vacío son las herramientas, el interés o quizás el entrenamiento de la mirada para poder ver lo que no/tenemos enfrente. Lo vivido no es pasado, sino una expresión en el presente. Lo que ya pasó es algo que sucede en cada acto, incluyendo el pasado que dejan las letras mientras tecleo esta frase y, sin embargo, el sentido de lo escrito permanece. El duelo por los que perdimos y por los lugares que han dejado de existir se expresa no en los contornos de la herida sino “en lo que vive en ella”, tal como recuerda el poeta Roger Reeves en un ensayo sobre las novelas de Toni Morrison. En ese sentido, las fotografías de Mossville nos invitan a reconocer la vitalidad que habita el duelo, no a pesar del duelo o al margen del mismo. 

Nuestros muertos en pandemia no son parte de un pasado convertido en un no-lugar impulsado por el motor de seguir en una aparente normalidad o por la insistencia de que lo peor de la pandemia fue un simple paréntesis entre nuestras cotidianidades y ahora nos corresponde recuperar el tiempo perdido. Por lo contrario, percibir a los nuestros, escribir sobre ellos para seguir aprendiendo de ellos, registrar las imágenes mediante las cuales se hacen presente, acompañarlos a través de los ritos que cada uno inventa porque no pudimos vivir los duelos como necesitábamos, es lo que nos permite actuar desde la potencia de la herida, nos aleja de la despedida como un no-lugar. 

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Hace unas semanas tuve una conversación extensa con Sylvia. Le conté que estaba escribiendo este ensayo, que quería recuperar las reflexiones de Jean, pero me estaba costando mucho trabajo. En sus escritos, Jean se dedicaba a lanzar interrogantes inquietantes sin ofrecer pistas para perseguir las respuestas. Le pregunté a Sylvia qué es lo que estaba tratando de mostrarnos. Me respondió que no estaba muy segura. “Cada uno andaba en su propio espacio pensante, éramos cuidadosos de no avasallarnos. No queríamos reproducir esquemas en que la mujer deja sus proyectos en un segundo plano para dedicarse a apoyar la producción intelectual de su pareja”.  Yo le respondí que aunque lo que me comparte tiene mucho sentido, yo observo un elemento adicional. Es evidente que Jean se dejó permear por la mirada feminista de su compañera de vida. En sus textos prioriza el conocimiento encarnado, establece preguntas que emanan de lo cotidiano, teoriza caminando sobre el pasto y con las manos embarradas en lodo. Yo veo a Sylvia en cada uno de los espacios que le dan pausa y, por ende, sentido a la unión de sus palabras. 

Así son los cenotes. Sus aguas llenan cada resquicio de las cavernas, en sus profundidades descansan vasijas y otras ofrendas a los dioses, cada uno es una fuente de asombro en la selva baja de la península de Yucatán, pero todo cenote existe porque el conjunto se nutre de ríos subterráneos. Desde la superficie somos capaces de mirar tan sólo el reflejo de la vida subyacente, pero sin duda la podemos percibir desde el vértigo que nos provoca entrar en sus aguas.

*Antropóloga social. Vive y trabaja en la Ciudad de México. Sus investigaciones se centran en temas de violencia, racismo, colonialidad y en la producción de sentidos de lo político. Es autora del libro Política Kuxlejal, autonomía indígena, el Estado racial e investigación descolonizante en comunidades zapatistas (2018). Es parte de la Red de feminismos descoloniales en México, espacio desde el cual elabora reflexiones respecto a una ética feminista y el cuidado mutuo.

**Agradecemos al portal https://campoderelampagos.org por permitirnos la difusión de este texto, originalmente publicado el 25 de octubre de 2021.

Catrinas Violeta en Ecatepec

Foto: Cortesía Centro Comunitario Ecatepecí.

Sí, noviembre es mes de la festividad de la muerte, pero también la memoria conlleva el reclamo de la justicia pendiente. Y así, en Ecatepec, uno de los municipios que aún siguen siendo inseguros para las mujeres, organizaciones y colectivas realizaron actos para recordar a las víctimas y sobrevivientes de feminicidio y exigir, una vez más, justicia.
El Centro Comunitario Ciudad Cuauhtémoc realizó el acto «Catrinas Violeta» para conmemorar el Día de Muertos y reflexionar sobre la violencia contra las mujeres. Hubo mesas de información, decoración de calaveritas, pintacaritas y pintacubrebocas, trueque de calaveritas literarias por calaveritas de dulces, ofrenda, danza Xantolo y micrófono abierto. Esta fotogalería está formada por las imágenes que integrantes del Centro difundieron para documental un acto de construcción colectiva de memoria y de reclamo contra la impunidad.