“En la vida hay tiempo para todo, menos para rendirse.”
Mi historia
Soy Anayeli y esta es mi historia. Desde que empezó la contingencia por la pandemia de Covid-19 mi historia empezó, las cosas cambiaron por completo, mi vida personal fue volviéndose un caos, mi vida escolar que era buena, con calificaciones de 9 y 10, de pronto bajé a 7 y 8. Tampoco mi vida social era fácil de por sí y con esto de la pandemia, menos.
Cuando empezó sabía que sería un poco difícil, pero no creí que tanto: mi vida personal nunca fue fácil, no de color rosa como la de todos. Pero cuando empezó esto de la pandemia fue peor. Todo fue un caos porque nos enfrentamos como familia a hacer cuentas, ver qué comeríamos, ver lo que piden los maestros, ver lo de la escuela, entre otras cosas. Se volvió un caos porque mi mamá fue “descansada” de su trabajo por casi todo el año, hasta finales de diciembre entró a trabajar de nuevo. Cuando ella no trabajaba tuvimos que buscar de todo, porque es una situación muy dura y más cuando no hay ni qué comer, ni dinero. En ese tiempo sufrí mucho porque todos en casa estaban estresados ante la situación, peleaban por todo y con todos. No sabía qué hacer, lloré mucho y siempre busqué a alguien con quien poder desahogarme, pero era imposible porque no podíamos salir ni nada. Entonces todo ese dolor, miedo, enojo y coraje era como un nudo en mi garganta que sin pensarlo me lo tragaba; es decir, me guardaba y me guardo todo eso porque no quería ser una carga con mis problemas.
Mientras mi mamá no tuvo trabajo vivimos con los trabajos de herrería de mi papá. Cuando finalmente mi mamá regresó a su trabajo todo fue mejorando poco a poco, no digo que estamos de lo mejor, no, pero tampoco de lo peor, como antes.
No soy una persona muy sociable que digamos, me cuesta hacer amigos y más con el carácter que tengo, soy de un temperamento muy fuerte por lo que es complicado lidiar conmigo. Con la pandemia lo poco de vida social que tenía cayó a lo más profundo de mi ser. No tengo muchos amigos en quienes pueda confiar, se podría decir que solo tengo a Ángela. En la escuela cuando teníamos que hacer equipos era muy difícil para mí, porque las personas no me soportan ni yo a ellas; entonces fue muy complicado. Pero en este año fui mejorando, a pesar del encierro ya hablo con más personas y puedo ayudarlas con lo que pueda y ellas a mí. Así que fue como un paso atrás y uno adelante en mi vida social.
Mi vida escolar ha dependido de mi amiga Ángela, porque desde que comenzó la pandemia pude contar con ella. Me brindó su internet, ya que mi familia no cuenta con los suficientes recursos para tenerlo en casa. Ángela nos dio la contraseña de su internet para que lo usáramos mis hermanos y yo, y desde entonces entregamos los trabajos gracias a eso. A veces realizamos algunas recargas al teléfono para tener datos móviles. Pero casi siempre nos conectamos desde su internet y es muy difícil la situación, porque tenía que estar a pleno sol para poder ver las tareas y al mismo tiempo entregarlas.
Cuando en la escuela nos notificaron que tendríamos clases en línea yo sabía que para mí sería imposible. No puedo estar desde las 7:00 am hasta las 2:00 pm del día afuera de la casa de Ángela para estar en todas las clases. Lo que hice fue avisar a los maestros y a la orientadora para ver qué se podía hacer. En este semestre los maestros comenzaron a poner un valor a la conexión a las clases, por lo que ese valor era descontado en mis calificaciones por no asistir. Me duele mucho ver que de tener promedios de 9 y 10 ahora son de 7 y 8. Me conformo con esas calificaciones porque no puedo reprobar, así que me consuelo con aprobar. Sé que es difícil, pero espero que pronto regresemos a clases y que esta vida que tuvimos como consecuencia de este virus acabe pronto. Sé que no fui la única estudiante que vivió todo esto de una manera complicada, sé que hay más y hasta con situaciones peores, pero no se den por vencidos que pronto todo esto acabará.
Este confinamiento nos pegó duro a todos. A unos más y a otros menos, unos sufrieron pérdidas, otros hambre, entre otras cosas. Tengo fe en que estamos pasando por lo último de esta historia dolorosa. A mis compañeros estudiantes les pido que no se den por vencidos porque yo no lo haré, no viví ni sufrí todo esto para rendirme al último, porque “al final del túnel siempre hay una luz” y todos la encontraremos pronto.
Esta es mi historia y como muchas otras espero que sirva para que los demás que están en la misma circunstancia que yo sepan que no fueron los únicos, fuimos muchos. Esta es solo una de muchas batallas que tendremos en la vida, asÍ que rendirse no es una opción.
Esta historia es sobre cómo pude sobrellevar algo nuevo que nunca imaginé haber vivido y también cómo pude controlarlo (en pocas palabras, aunque no sea así).
Todo comenzó en marzo del año pasado, cuando se detectó el primer caso de Covid-19 en México. Sabía que no iba a tardar en llegar hasta aquí (Huehuetoca). Bueno, nos mandaron “a resguardarnos a nuestras casas” aunque muchas personas no lo hicieron, más bien se lo tomaron como vacaciones e hicieron fiestas, etcétera…
En fin, sabía que esto sería muy largo y aún creo que todo volverá a la normalidad hasta abril de 2022.
Muchas personas dicen que regresaremos a la escuela, que los maestros son los primeros en vacunarse pero suena totalmente irreal, no creo que más de 45 estudiantes en cada salón se pongan la mascarilla todo el tiempo, así que he tomado la decisión de que no iré a la escuela hasta que me vaya a vacunar. No sé si será en este año o el siguiente, pero me gusta estar así, no salir de mi casa, ver series y películas anime entre otras cosas que hago.
Hasta el momento voy al corriente en mis tareas, pero sinceramente no he aprendido nada con las clases por más que les ponga atención. Así que eso también es malo, en la escuela tampoco aprendía muchas cosas, pero sí un poco más que ahora.
La cuarentena la he sobrellevado jugando videojuegos y baloncesto, viendo como ya dije series películas y anime –ojo, no soy Otaku–, pero digamos que me gusta estar encerrado en mi cuarto sin que nadie me moleste y salir una vez cada 15 días jsjsjsjjsjs (con alguien). Desafortunadamente la pandemia ha registrado más de tres millones de muertes en el mundo, pero también trajo cosas buenas, el encierro ayudó a que haya menos contaminación, por ejemplo. Los humanos somos egoístas por naturaleza y ahora veo este confinamiento a consecuencia de dos virus –los humanos y el SARS-CoV-2 peleando entre sí para ver quién se queda con el planeta, jajajajjaja.
Aquí una imagen para que esto no se vea tan triste y simple.
Alentados por la periodista y profesora Karina del Ángel, una docena de chicas y chicos que cursan el cuarto semestre de la carrera de Técnico en el Centro de Bachillerato Tecnológico 5 (CBT 5) de Huehuetoca, Estado de México, hacen un recuento de lo vivido durante un año de confinamiento. Las y los estudiantes enviaron a Diarios de Covid-19 sus escritos, que sin duda enriquecen el contenido de este portal por la honestidad y la fuerza de sus relatos.
Con una amplia experiencia en medios de comunicación como periodista egresada de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán de la UNAM, Karina del Ángel (kdelangel78@gmail.com) inició a su vez la carrera docente en 2019, primero como profesora de un taller de lectura y redacción, y actualmente como responsable de asignaturas de perfil profesional.
Agradecemos a la maestra Karina por alentar a sus estudiantes a escribir y a compartir con Diarios de Covid-19 estos escritos, que publicamos con su autorización.
Los trastornos del sueño como el insomnio o la apnea se han incrementado hasta en un 35% entre los mexicanos a raíz de la pandemia, por lo que expertos invitan a buscar atención médica en caso de necesidad.
Dormir adecuadamente es de vita importancia para las personas. Foto: Cortesía de la Dra. Mairim Sarduz
Por Andy Fernández de Castro*
Los trastornos del sueño constituyen una entidad frecuente a nivel mundial, así como una problemática seria que afecta a miles de personas de todas las edades.
De acuerdo con la literatura médica y científica alrededor del 30% de los mexicanos padece algún trastorno del sueño. Los tres más frecuentes son el insomnio, la apnea obstructiva del sueño y los movimientos periódicos de las extremidades. Es importante señalar que la presencia de estas alteraciones puede esconder una enfermedad de base desconocida por el paciente.
Dichos trastornos se han acrecentado de manera significativa desde el inicio de la pandemia en marzo de 2020. El incremento de las consultas con especialistas se ha disparado al ser el sueño una necesidad de primer orden para la salud mental y física, ya que no dormir la cantidad de horas necesarias afecta las defensas de nuestro organismo, produce fatiga, falta de concentración y depresión. Se estima que en el último semestre de 2020 las consultas de sueño en México aumentaron en más de 35 por ciento.
Las alteraciones relacionadas con el sueño repercuten invariablemente en las esferas social, familiar y laboral de quienes los padecen.
Por otra parte, llama la atención el incremento de las cifras del insomnio en los adolescentes, su relación con el desarrollo de enfermedades a largo plazo y la disminución del rendimiento escolar.
Es por ello y con base en esta información que la doctora Mairim Sarduy, especialista en Neurofisiología clínica ha encauzado sus esfuerzos hacia el diagnóstico y tratamiento oportuno de los trastornos del sueño, así como a proporcionar una valoración especializada a sus pacientes. Esto permite detectar cuáles son los factores que impactan en la calidad del sueño, cómo resolverlos y, a su vez, aprender a descansar mejor. Se trata de una labor en conjunto que es sumamente importante para la calidad de vida de los mexicanos, ya que al recibir una valoración a un problema tan alarmante que tiene consecuencias negativas a largo plazo, los pacientes en contacto con la doctora Sarduy pueden lograr esa sinergia que ayude a revertir e incluso a desaparecer la problemática.
La pasión con que labora la doctora Sarduy y el desempeño profesional que la caracteriza, son dos de los principales factores que contribuyen a que forme parte de un grupo de especialistas totalmente enfocados al cuidado de la salud de sus pacientes, ya que dormir adecuadamente reviste una importancia esencial para el ser humano.
Sarduy se graduó de médico con distinción honorífica en el Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana, Cuba y desde las etapas tempranas en su formación decidió enfocarse en el estudio del funcionamiento cerebral. Para ello, se especializó en Neurofisiología Clínica, la cual estudió en el Centro de Neurociencias de Cuba.
Desde hace 20 años radica en la Ciudad de México, lugar donde ha trabajado para importantes laboratorios de gabinete como jefa del área de Neurofisiología clínica, así como en su consultorio privado.
*Joven escritor mexicano, inquieto y comprometido con las causas sociales. Autor de Las Fábulas de Matt y de Las noches de kiwi. Se ha abierto camino entre los bachilleres y universitarios mexicanos con su propuesta literaria, además de impartir clases. Hijo de una famosa productora musical mexicana y de un compositor de culto en la bohemia, prefiere guardarlo en el anonimato para construir su propia historia.
A la convocatoria de Diarios de Covid-19 se sumó Regina, quien eligió el formato en video para transmitir lo que, para ella, ha significado la pandemia. ¡Un abrazo, felicitaciones y gracias por compartir! (La difusión de este video fue autorizada por tutora de la menor).
La comunidad de X- Cabil, en el municipio de José María Morelos, en el estado de Quintana Roo, cuyo nombre significa “Lugar dulce”, elaboran velas artesanales ecológicas al reciclar los residuos de las velas y veladoras que los devotos llevan a la misa en la iglesia.
Don Filiberto Caamal Canul, Domingo Chulin Pat y Arsenio Noh son los encargados del proyecto ecológico; usan cera pura de las abejas y los sobrantes de las velas y veladoras. Desde muy temprano empiezan el proceso a lo largo de una jornada de casi siete horas durante la cual elaborarán aproximadamente 250 velas.
Estos trabajos se realizan tres veces al año y se usan para las celebraciones de Semana Santa en la misa de Sábado de Gloria, la fiesta de la Flor en Mayo y en diciembre para la celebración de la Virgen María, según explica Víctor Caamal Canul, más conocido como Chicho.
Además,comenta que es un ritual sumamente serio e importante porque de ahí saldrá el fuego que renovará sus creencias; un fuego nuevo que «quita todo lo malo» y así renace en ellos el espíritu de su fe en Dios.
Nos cuenta dons Filiberto, que este ritual lo hacían las personas mayores con mucho recelo y él miraba por un hueco de la puerta de la sacristía para ver cómo era el procedimiento. Pero a su juicio, este debe hacerse abierto para que los niños y los jóvenes vean cómo se hace y así ellos sigan las tradiciones de su comunidad. Agrega que «realmente no es fácil porque lleva su tiempo prepararlo». Empezaron a las 17:35 horas, turnándose entre ellos para calentar la madera y de ahí sacar la chispa que se prenderá y dará luz a todos. El material que utilizan son cortezas de calabaza, madera y hojas secas. La misa era a las ocho de la noche y el grupo seguía intentando prender el fuego, pero al pasar las horas uno de los integrantes, Víctor Manuel Chai Sansores se tuvo que retirar porque participaría en la misa dentro del coro, así que los jóvenes se quedaron sin un elemento y tuvieron que redoblar esfuerzos.
Eran ya las 19:20 horas y aún no lograban su objetivo, pero llenos de fe continuaron con mayor intensidad hasta que a las 19:41 horas del Sábado (de Gloria) prendieron la vela que días antes habían elaborado para posteriormente hacer la fogata, mantenerlo prendido hasta la hora de la ceremonia religiosa. Una vez que se lleva a cabo el protocolo del Fuego Nuevo tienen que seguir vigilándola para que nadie la apague y así dejar que se consuma, porque es sagrado: nadie puede apagarlo o incrementar su fuerza, se tiene que apagar por sí solo.
Finalmente, el cura Germán May Cabrera llega a la iglesia e invita a orar al pie de la fogata para posteriormente acercarse y prender el cirio que ya está listo. El cura inicia entonces su trayectoria hacia la entrada de la iglesia en donde la gente ya lo está esperando. A su paso se le acercan para ir prendiendo sus velas y compartir el fuego a su alrededor; ese fuego de renovación de la fe y su espíritu, un Fuego Nuevo que nace en sus corazones y su mente.
(Esta carta fue escrita por la autora para su madre, Rosy, durante su convalecencia por el LongCovid)
Me levanto todas las mañanas a hacer el mismo casi automático recorrido en el cuarto: limpiar cada superficie, cada objeto, cualquier cosa que pudiera tener un rastro de mí, es decir, del virus que me habita. Me tardo unas dos horas en terminar la limpieza completa, sábanas, almohadas, aparatos de medición, manijas, ropa, todo, todo, todo. Llevo un chingo de tiempo (ya perdí la cuenta de cuánto) haciendo lo mismo todas las mañanas… Podría aburrirme, pero no lo he hecho. Me sorprende, pero no me he aburrido de ese ritual de desinfección y limpieza, y no me he aburrido porque es uno de mis más grandes actos de amor.
Cada vez que la puerta de este cuarto se abre puede salir “algo” al exterior, al resto de la casa en el que mi madre habita (y que ahora se ha convertido en un cuarto también); entonces limpiar, desinfectar, volver a limpiar no me ha aburrido, de hecho es como una pequeña tablita de salvación en medio de este desastre que nos ha caído encima cual tsunami; es algo que puedo hacer por ella. Por cuidarla.
Ayer ella presentó síntomas, pasó una mañana fatal y yo también. Después de un rato de ires y venires pude conseguirle una prueba de Covid que le hicieron ayer mismo y que nos entregan mañana. Sonreí en medio de la tristeza, porque medí mis alcances, mi round, mi gancho derecho. Me supe la de siempre, la puede lograr esas cosas defendiendo fieramente a quien ama. Encontrando la manera, no cansándose de buscarla.
En la noche le conectamos el concentrador de oxígeno. Un concentrador de oxígeno que renté desde que supe que yo era positiva de Covid y que había posibilidades de que, a pesar de nuestros titánicos esfuerzos, el pinche virus de mierda la atacara. Los resultados me los dieron un sábado, en que lloré todo el día, por ella. El domingo me desperté y me di cuenta de que era real, seguíamos en medio de esta nueva cosa que llamamos mundo, y la pandemia ya estaba instalada dentro de casa; los ojos se me volvieron a llenar de lágrimas, la respiración se entrecortó, tenía ganas de tirarme al suelo y llorar y patalear y dejarme vencer ahí, sobre el piso de mi habitación. Entonces escuché un ruido en el otro cuarto, pude reconocer sus pisadas suaves y lentas, yo puedo saber qué está haciendo tan sólo con escuchar los ruidos provenientes de su cuarto, me la sé de memoria. No dejé de llorar, pero me levanté de la cama, llena de una rabia motora y dije: “Ni madres, pinche bicho, ni madres”. Fue entonces cuando resolví que necesitábamos un condensador de oxígeno, tres pasos adelante, porque: esta batalla la voy a dar con todo. Después estuve toda la mañana preparándome para mudarme a una parte más lejana de la casa y después toda la tarde instalándome en la que sería mi nueva habitación. Una habitación más lejos de ella, una habitación para cuidarla de mí, no de mí, del pinche virus. Pero entonces sucedió un par de días después que ella empezó con síntomas…
Y yo otra vez lloré, porque está bien, porque el llanto dice que nos importa, porque el llanto ayuda a decir lo que ni pinches palabras tiene.
En fin, que eso fue ayer y yo me hice cachitos, pero mientras recogía los cachitos hice llamadas a laboratorios, médicos y familiares. Mientras recogía los cachitos me armé de sonrisas que regalarle, mientras recogía los cachitos pensé en alimentación, suplementos, dónde están las tarjetas del seguro médico, ¿el seguro cubre una pandemia? Etcétera, etcétera, etcétera.
Hoy, por primera vez, no limpié el cuarto, me quedé acostada viendo el desastre, ¿para qué? Tanto esfuerzo en vano. ¿Para qué? Hasta ahorita que estaba quedándome dormida y el llanto brotó solito y me despertó y agarré la botella de alcohol y me dije “para ella”. El resultado nos lo entregan hasta mañana y además, salga como salga, lo que hago aquí y ahora sigue y seguirá siendo para ella, para que haya menos cantidad de bicho, para que le dé gusto ver el cuarto cuando se lo muestro en videollamada, para que me vea la cara bien y sonriente y se alegre un poquito en medio de la mierda esta que estamos viviendo.
“No voy a dejar que te pase nada”, le he prometido. Me lo he prometido a mí también.
Y hoy ahorita, que quisiera poder darle un masaje, acomodarle la cintilla del oxígeno, peinarla, cortarle el pelo, ponerle vaporub en el pecho, llevarle el vaso de agua, darle el remedio de ajo, acomodarle su cama para que esté suave y duerma mejor, de pronto pensé: “Necesito que seas mis manos, mamá”.
Yo desde acá, desde este encierro hasta tu encierro pienso y sé la hora exacta de tomarte los signos vitales, la hora del vaporub, la caricia que necesitas, el masajito en el pie adolorido, y… es eso, necesito que seas mis manos, mamá. Necesito que te hagas ese masaje, que te acaricies el cabello, que te pongas el vaporub con las palmadas que siempre te lo pongo, que te tomas una mano con otra y que sepas que tu izquierda es mi mano, tomando tu derecha.
Necesito que seas mis manos, solo un poquito más, en lo que me dan de alta (le estoy dando batalla para que sea lo más rápido posible, te lo juro) y entonces podré entrar y cuidarte yo, y abrazarte y tomarte la mano que ahora también es la mía. Y necesito que sepas que toda la energía de mi cuerpa está puesta en pedirle a la universa que tus resultados sean negativos. Pero si no lo son necesito que sepas, que no olvides, que soy pedera, peleonera, brava, intensa, una perra de pelea y que eso está puesto ahorita todo a tu disposición. Como a tu disposición están mi ternura y mi amor. Y también necesito que sepas que eres fortísima y que hueles a mamá y que tu sonrisa es lo mejor que existe en este planeta, de verdad lo mejor. Y que tu red, tu fortaleza, tu risa son lo que eres, lo que somos juntas y que hoy 6 de Mayo del año de la pandemia, aún con la pandemia en casa eso es lo que eres y eso somos juntas. Y también somos la rabia y el enojo por todo esto y está bien. Y somos quienes juegan juegos de palabras por videollamada y se las ingenian para ver una película juntas. Y se enojan. Y se ríen. Y se escriben. Y se vuelven a llamar.
Somos este torbellino que nos hizo atravesar el mundo (literalmente). Somos quienes transitamos la vida juntas desde hace tanto, un equipo, tú y yo, frente al mundo. Y estamos juntas. Así que eso, estos días, necesito que seas mis manos y que seas un poquito mi ayudante para poder cuidarte. Te amo y pronto, muy pronto voy a abrazarte.
Carta del estudio al cuarto, mientras lloro como lo hacemos las perras de pelea, las lobas de caza, las felinas dispuestas a defender con garras, dientes y un chingo de amora.
*Escritora, dramaturga y directora escénica. Licenciada en Literatura Dramática por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Ha publicado dos libros de poesía y dos de teatro. Obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia Joven «Gerardo Mancebo del Castillo» 2004. Fue becaria del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) en Dramaturgia (2007). Tuvo mención honorífica en el VIConcurso Nacional de Obras Teatrales, convocado por la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM) y la UNAM.
«Poder comer un mango, una sandía, es una cosa por la que vale la pena vivir». Foto: FB Zaría Abreu Flores
Era como si estuviera con una quemadura de tercer grado en todo el cuerpo por dentro y por fuera.” Así describe la escritora y poeta Zaría Abreu Flores el LongCovid o “Covid persistente”, un padecimiento que, de acuerdo con varios estudios, puede afectar a una de cada diez personas, en su mayoría mujeres de entre 40 a 50 años y quienes reportaron covid después de más de doce semanas de haberse contagiado.
Por Adriana Esthela Flores*
El 13 de abril de 2021, Zaría pasó su segundo cumpleaños recluida en casa y aún con síntomas de la enfermedad que, a diferencia de países como España y Gran Bretaña, no ha sido ampliamente visibilizada en México. En entrevista con Diarios de Covid-19, Zaria nos comparte su cotidianidad con el covid persistente, la formación de colectivos de personas que viven con la enfermedad y su crítica al cuestionado manejo de la pandemia en el país.
¿Cómo se ha manifestado el Longcovid en ti?
Yo siempre he sido hipotensa y lo primero fue que empecé a sentir cambios en la presión arterial, alternando con hipertensión y taquicardias. Cuando salí negativa de la prueba covid seguía teniendo disnea al hablar, al comer me daba disnea. También problemas estomacales, del corazón, taquicardias y bradicardias; he llegado a tener frecuencias cardíacas de 43 latidos por minuto. Bajé 12 kilos solo del virus y la caída de cabello fue a puños. Si te hiciera una lista no la crees: problemas dermatológicos (ronchas en el cuerpo), rinitis constante que no se me quita, me enfermo mucho de las vías respiratorias; cada determinado tiempo me enfermo como si tuviera el virus otra vez. Hay paciente que dicen “ya no sé ni cuántas PCR me han hecho”, porque te la vuelven a hacer y te la vuelven a hacer y te vuelve a dar como si lo tuvieras. Quedé sin nada de fuerza, perdí masa muscular, abrir un frasco me cuesta mucho trabajo. Tuve niebla covid, una niebla mental pos covid, entonces me cuesta mucho trabajar, concentrarme en escribir o revisar cosas y fui pasando de tener unas horas al día, despertarme a las diez de la mañana y tener funcionales dos horas. El nivel de agotamiento y fatiga es enorme, como que un tren te pasó encima. Gastritis, colitis, esofagitis, dolor en los ojos. Se me escalda la lengua y se me llena la boca de llagas. Dolor en los huesos, en las articulaciones, pérdida de equilibrio, pulso tembloroso, olvidos fuertes (por ejemplo, de cuál es mi número celular). Y los dolores de huesos y de articulaciones son incapacitantes, lo mismo las llagas en la boca.
Zaría fue de los primeros casos diagnosticados en México con Covid-19 tras dar positivo en una prueba en marzo de 2020. Un mes después obtuvo un resultado negativo, pero en mayo volvió a recaer.
¿Ubicas el momento en que, después del Covid, sentiste que lo tenías de nuevo?
Más bien yo sentí que nunca salí. Me iban sucediendo cosas de salud y lo que yo sabía muy claramente es que sentía cómo había quedado mi cuerpo de mal. Entonces busqué todo tipo de apoyo en doctores que me trataron del covid y en otros doctores a quienes les dije: “Me está pasando algo y es por el covid”. Y la respuesta era “No, es tu ansiedad”. Al grado de que, cuando me operaron el apéndice, ya se me había reventado el apéndice, porque me decían que era ansiedad, una colitis nerviosa o cosas así.
No hay un solo momento en que no haya dicho “me volvió a dar o qué está pasando”. No, no hay un solo momento, es como que no paraba. Había empezado algo que no se detenía y te provocaba manifestaciones nuevas a cada rato.
¿Qué pasó después de que saliste negativa en una prueba?
El covid prolongado no tiene que ver con que salgas positiva a PCR ni con que estés infectada aún. Hay varias teorías: una de ellas es que quedan trazas del virus en el cuerpo, que queda muerto e inactivo, pero quedan restos y el cuerpo sigue peleando contra el virus y reconoce las trazas y como el cuerpo sigue peleando, va a seguir reaccionando mal porque está peleando contra un fantasma. Hay otra que dice que hay pequeñas reactivaciones, que quedan reservorios del virus en algunas partes, unos dicen que en el cerebro y el estómago y que esos se vuelven a activar por momentos pero no te vuelves contagiosa, porque es como si la enfermedad se convirtiera en otra. Y hay otra, que se llama “Síndrome de activación mastocitaria o mastocitosis”, tu cuerpo genera muchísimos mastocitos que generan istiamina y esto es lo hace que nos den las reacciones alérgicas.
En mi caso, explican todo el cuadro: dan broncoespasmos, reacciones en la piel, dolores de cabeza, problemas del corazón, todo lo que parecía reacción alérgica. Era como si estuviera con una quemadura de tercer grado en todo el cuerpo por dentro y por fuera.
Cada día, Zaría debe tomar o administrarse 13 medicamentos para los síntomas del LongCovid: tiene cuatro inhaladores (dos fijos y dos de emergencia), tres pomadas para la piel, cinco pastillas en la mañana y ocho durante la noche, una dosis de gotas y buches de agua para tratar las llagas en su boca y su lengua.Además, recibe tratamiento de especialistas en ocho disciplinas: reumatología, infectología, inmunología, gastroenterología, alergología, neumología, cardiología y nutrición.
¿Qué ha significado la escritura a lo largo de este proceso?
Un modo de darle sentido. Mi escritura ha sido pública y en redes sociales. Para mí era fundamental hacerla abierta porque hay toda esta cosa alrededor de la enfermedad que es como en secreto o bajita la mano y señalar al enfermo como en sus épocas sucedió con el Sida, porque es entrar al terreno de la marginación, donde los vecinos te tienen miedo o te tratan mal y para mí fue una apuesta y una postura política hacerlo abierto y decir abiertamente lo que pasaba y también criticar el manejo de la pandemia como alguien que lo ha vivido en carne propia, porque a mí me dio dos veces, que en realidad era una sola.
En marzo tuve la primera enfermedad que me salió negativo y positivo, y era cuando no te podías hacer estudios por tu cuenta y la Secretaría de Salud no te mandaba realmente a hacer la prueba. Yo lo peleé, hice un escándalo en Twitter y entonces me llamaron y me vinieron a hacer la prueba. Pero no estaban haciendo pruebas y era muy desesperante porque no sabías a quién tenías que acudir, a qué horas les tenías que informar, «voy a salir con Covid», o sea: ese mal manejo implicaba vidas y tratamientos probables si le podías avisar ya a la gente. Ahí había un manejo pésimo y eso también lo hice abierto.
Lo otro fue ir contando cuál era el tratamiento, cómo me iba sintiendo, con qué cosas sentía que mejoraba, qué cosas me ayudaron y me apoyaron: era darle sentido a algo que es terrible y muy fuerte. ¡Que al menos tenga sentido que te haya dado una mierda de ese tamaño! También ha sido visibilizarlo, pedirle al Estado. En España ya se logró, ya te dan un seguro médico por Longcovid y aquí no.
Es el modo en el que he podido dialogar con el mundo. Me hace, al menos, sentir que todo este sufrimiento tan cabrón tiene un sentido. Y como fui de las primeritas, pues también sé que somos a las que nos está tocando abrir esa brecha, de que con nosotros se van a enterar de qué pasa.
Tras la aparición de una organización de personas en España que empezaron a compartir sus experiencias en redes sociales, Zaría creó una página en Facebook llamada «LongCovidMxColectivo» para visibilizar a las personas con covid persistente, mejorar la atención médica y crear una base de datos sobre la enfermedad. Su esfuerzo también se suma al del grupo en Facebook «COVID 19 PERSISTENTE MEXICO-apoyo solidario”, que tiene más de 3,700 integrantes.
¿Cuál es la principal exigencia a las universidades y al gobierno?
Hay un camino donde se le está pidiendo al gobierno que se atienda el LongCovid. En el otro camino, es necesario que universidades como el Instituto Polítécnico Nacional (IPN) y la UNAM ayuden a generar una base de datos accesible a todos los médicos.
Necesitamos el apoyo generalizado de la sociedad, de amigos, familiares, porque estamos viviendo la transformación total de la vida como la conocíamos. De un momento a otro te cambia y tienes que aprender a vivir con otro cuerpo, con un cuerpo que ya no es el que conoces,y discapacidades y dependencias, y es muy fuerte.
Ylo veo la respuesta gubernamental respecto de Longcovid nula, negando la existencia porque no he visto nada al respecto, nada. En España ya empezaron a abrir centros de atención específica o en los hospitales, áreas de atención específica. En Gran Bretaña también, pero en América Latina en general no y aquí yo creo que el manejo ha sido pésimo de todo, de la pandemia en sí, de los enfermos de covid y el problema es que se va a volver un problema social grave, de salud pública, porque muchas personas estamos quedando incapacitadas para trabajar.
El informe científico-técnico del Ministerio de Sanidad de España sobre el Covid-19 (https://www.mscbs.gob.es/profesionales/saludPublica/ccayes/alertasActual/nCov/documentos/ITCoronavirus.pdf), indica que el tiempo promedio de persistencia de síntomas es de seis meses. Las personas referían una variedad de más de 200 síntomas, incluidos cansancio, malestar general, dolor de cabeza, bajo estado de ánimo y dolores musculares. “Aunque aún no se ha definido con precisión lo que se entiende por Covid persistente o “Long COVID”, parece claro que se trata de una entidad que afecta a un gran número de personas y que, por tanto, está teniendo un gran impacto sanitario y social en la pandemia”, señala el documento.
Si pudieras ponerle un nombre a este capítulo en tu vida, ¿Cómo se llamaría?
No lo sé, porque ha sido tremendamente doloroso. En enero, febrero, le decía a mi pareja: “Si llego a marzo, si cumplo el año enferma, me mato. Se lo decía llorando, de que con esto no puedo”. Ha sido el año más difícil y aterrador de mi vida,y al mismo tiempo el año en el que descubrí una fortaleza absolutamente desconocida en mí. Oscilaría entre esos dos lados, o sea, una chava me escribió: “El infierno en la tierra sí existe: se llama Longcovid”; pero también ha sido un año donde me descubrí una fortaleza que no me conocía y que vino de dejarme ser lo más vulnerable que era.
¿Y qué es lo que te motiva día tras día a levantarte, lo que te da esperanza?
Una muy importante son mis amigas mujeres, feministas, el activismo, trabajar porque las cosas mejoren; por un mundo en el que queremos poder creer, donde las cosas sean más justas para nosotras y ese amor de ellas es una roca, son un sostén, te vienen a traer serenata porque es tu cumpleaños. Por otro lado, el amor, por cursi que suene; el amor que tengo de mi pareja, el amor que le tengo a mi mamá, soy hija única, ella tiene lupus, una discapacidad. Y la otra es “le quiero dar una batalla porque no quisiera morirme después de estar un año encerrada. ¡Ni madres, no estoy dispuesta, no estoy dispuesta!”. Y que sigue habiendo muchas cosas que valen la pena, cosas que me hacen reír, enternecer, ver, leer, saborear y cuando estás frente a una enfermedad de este tamaño te regresas a los placeres más básicos, o sea, comer un mango es una cosa por la que vale la pena vivir. Probar un sabor así de delicioso hace que valga la pena.
Zaria compartiendo el goce de comer sandía. Foto: FB
*Periodista, poeta y cronista, directora de Diarios de Covid-19. FC: Diarios de Covid 19 y diariosdecovid@gmail.com
«La casa» – Acuarela Adriana Bancalari / Argentina
Orfandad
Foto: Cortesía
Por MaryCarmen Castillo Porras*
Pero yo ya no soy yo
ni mi casa es ya mi casa.
Federico García Lorca
He desmantelado la casa de mis padres. Una cosa llevó a otra y, no sé cómo, me cayó en las manos el relojito que marca el final de estas horas:
A las 6:30 mi mamá va a necesitar la urna más bonita, para su cremación. A las 11 meten su ropa en bolsas negras de basura.
A las 11:47 mi padre se arranca a sí mismo de un tirón de su querencia y se lanza, en carne viva, al exilio.
A las 4 una carroza se lleva sus cuadros, los moldes de galletas, las fotografías de infancia. A las 6:30, alguien más la habitará.
La casa de mi niñez ha quedado vacía -ésa, donde aprendí a leer y a soñar, a tener miedo y a bailar con las nubes-.
Me he tirado en el suelo, adormilada; en mi memoria el roce del linóleo al andar descalza entibia las plantas de mis pies, y siento el olor de los buñuelos que reposan, aún crudos, en la mesa del comedor; las manos de mi papá trenzadas con las cuerdas de su guitarra; los libros -huidizos, susurrantes- apilados por toda la casa; los sueños de adolescencia; la oscuridad impregnada de advertencias y amenazas; las muchas lágrimas… marea baja e indolente que me lame la piel con sus escamas.
Nunca quise volver, pero siempre volvía; de esa casa salí vestida de novia, y no regresé sino cuando dejé de cantar porque el anillo de bodas me estranguló la confianza.
Y así fui y vine, de mi madre a mi jardín, de mi vida a sus guisados, de la voz de mi padre al camino que elegí; ida y vuelta, vuelta y venida, de su casa a la mía, de la ira a la alegría.
Y así montada en ese péndulo colosal me lancé a recorrer tantos cielos como pude amarrada prietamente con un lazo irrevocable al color de los ojos de mi madre y a la tez morena de mi padre, convencida de que el amor se desplegaría ante mí lejos de la casa que me vio niña, segura de su sólida permanencia.
Pero mi madre murió, y ya no hay adonde volver.
Le he entregado las llaves a la nueva inquilina (no mires atrás o te vuelves estatua de sal) y un miedo fundamental se adelanta en mi pecho: planea tirar una pared; construir un tapanco; vivir sus días en mi refugio… mi refugio, que ni es mío ni podrá ya más acogerme cuando pierda el rumbo o la pena se ensañe conmigo y me desuelle.
Traigo mis raíces colgando, deshidratadas, desvividas, sin tierra ni risas, ni conversaciones al atardecer donde guarecerse; ya no más y ya no ahí, porque he desmantelado la casa de mis padres.
*Escritora y especialista en semiótica, deconstrucción y enseñanza de la lengua española (Ciudad de México, 1973). Fundadora del Círculo de Poetas Auris donde ha desarrollado diversas técnicas de lectura de poesía en voz alta. Cuenta con diversas publicaciones, literarias y ensayísticas. Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas (UNAM) y master en Saberes sobre subjetividad y violencia (Colegio de Saberes). E-mail: aurispoetas@yahoo.com.mx FB: https://www.facebook.com/profile.php?id=100009128733297
Los niños son maestros por excelencia en el manejo de muchas situaciones y el duelo no escapa a eso. Sin embargo, son susceptibles a la confusión, el enojo y el desengaño si no los acompañamos a tiempo en la gestión del proceso tras la muerte de un ser amado.
En pensamiento propositivo seguimos brindando herramientas necesarias para sobrellevar estos momentos de tanta dificultad emocional, pero a la vez enriquecedores.
Esta semana el enfoque es hacia los más pequeños, atendiendo las inquietudes que en redes u otras vías nos llegan, toda vez que desde esta escuela de pensamiento hemos dedicado varios artículos y entrevistas al duelo. Motor creador del concepto y leit motiv que dibuja el proceder propositivo ante tantas situaciones que nos agobian.
Hablar de niños siempre es muy sensible y amerita la consulta a especialistas. Lo propio hicimos con la psicóloga y tanatóloga mexicana Pilar Medrano, quien confesó para nuestro espacio la alta preocupación que embarga a sus colegas ante el estrés postraumático o pospandemia que se está proyectando. De allí la importancia de orientarnos a través de ellos.
Los niños enfrentan el duelo de una forma más fácil que los adultos. Hasta los seis años, los niños no tienen el concepto de la “permanencia de la muerte” y piensan que la ausencia pudiera ser temporal. Es por eso que debemos seguir recomendaciones claves para, en medio de nuestro profundo dolor como adultos, acompañar a los niños en la gestión de su duelo:
Empezar explicándoles el ciclo de la vida: nacemos, crecemos, nos desarrollamos y morimos.
Dejarles claro que los órganos de quien murió no se regeneran, que no van a funcionar más, y que esa persona no va a volver porque no tiene varias vidas (como ocurre con los personajes de los video juegos).
Por nada hay que decirles que “Dios se la o lo llevó” porque de allí subyace el enojo con ese ser supremo y la pérdida de la fe en lo sucesivo.
Entender su enojo. La teoría de las cinco fases del duelo de la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross (uno de los modelos psicológicos sobre la muerte más célebres en todo el mundo) habla de los cinco estadios, que son: la negación, el enojo, la negociación, la depresión y la aceptación, y tienen lugar en mayor o menor grado siempre que sufrimos una pérdida. Pero en lo niños, que no tienen prejuicio alguno, cada una de esas fases debe ser vigilada, acompañada y atendida.
Si tiene más de seis años llevarlos al funeral. Medrano sugiere incluso mostrar el cuerpo porque de lo contrario queda la duda si murió o no, y eso puede congelar el duelo.
Pedirle al niño que haga un dibujo, un collage de fotos, o una carta si ya sabe escribir, ayuda mucho a liberar el sentimiento de tristeza o enojo que lo embarga.
No reprimir el llanto delante de los niños. Ellos están en la capacidad de entender que es sano llorar. Que eso limpia el alma y que en familia podemos tener espacios para el llanto, pero también para la alegría. No renunciemos a esto último; dejemos de lado los prejuicios y la culpa. Tener momentos de risas y recuerdos agradables no significa que el dolor desapareció, significa que estamos quitándole espacio al sufrimiento, que termina por hacernos daño emocional que deriva en lo físico.
Diseñar junto al niño un espacio en casa donde honrar a ese ser amado. Lo pueden llamar “El rincón de (la persona que murió)”. Se recomienda no prolongar en el tiempo la existencia de ese espacio. Dos años puede ser, y luego, retirar esas fotos y guardarlas en una linda caja de recuerdos.
Sea honesto con los niños y aliéntelos a que hagan preguntas. Sin duda es una difícil prueba para el adulto porque probablemente (o seguramente) no tenga todas las respuestas. Pero haga el esfuerzo por crear un ambiente de confianza para que entiendan que en momentos de duelo no hay una manera correcta ni equivocada de sentirse. Aprendamos a construir nuestro duelo de manera propositiva.
*Madre apasionada, politóloga y comunicadora venezolana. Está convencida de que no existen verdades absolutas sino el Pensamiento Propositivo. Twitter@marayirachirino