Escribir, ¿para qué?

Santiago Gamboa*

Foto: DarkWorkX para Pixabay

Es una pregunta ritual para quienes vivimos de este ocio, algo que regresa cada tanto, como un búmeran cuya intención es ponernos a prueba. Y más en época de grandes dudas y temores como la presente. ¿Por qué escribir? ¿Vale la pena seguir haciéndolo en tiempos de virtualidad?, ¿de Covid-19?

Nos ponen a prueba, y hablo en plural porque supongo que a otros colegas les pasará lo mismo. Es contradictorio. Me he pasado la vida diciendo que ser escritor consiste, sobre todo, en encontrar un modo original y nuevo de ser escritor, y ahora me sorprendo creyendo que hay problemas comunes a todos. Lo cierto es que he leído excelentes respuestas de otros cuando les preguntan por qué escriben. ¿Serán verdaderas o sólo ingeniosas? Una cosa es cuando la pregunta emerge de tus tripas y te hace doler el estómago, y otra que alguien, micrófono en mano, te la haga.

Yo creo, pero no puedo asegurarlo, que los escritores contestan frases ingeniosas para esconder sus verdaderos motivos. Porque un escritor oculta su verdad igual que un animal esconde sus heridas, con dolor y algo de vergüenza. Son tiempos difíciles para la mayoría y si uno sigue golpeando la tecla a diario es porque tiene buenas y secretas motivaciones. Más vale que así sea.

A juzgar por su correspondencia, Faulkner escribía para hacerle añadidos a su casa y construir un cobertizo y ampliar los terrenos de su granja. Proust, supongo, quería dar testimonio del mundo en que vivió y que tal vez nunca llegó a comprender. A lo mejor escribió para vengarse de algo o de alguien, o incluso por amor. Hay una galería tan grande de seres adorables y ridículos en su obra que es difícil de saber.

No recuerdo qué escritor fue el que dijo: “¿Por qué escribo? Sería mucho peor si no lo hiciera”, una frase tremenda, que expresa muy bien el destino un poco triste de quienes nos dedicamos a esto. La más ingeniosa, de lejos, fue la francesa Françoise Sagan, quien dijo: “Escribo para saber qué escribiría si escribiera”.

¿Por qué escribía Hemingway? Tal vez para ser Hemingway, pues a pesar de que sus libros están algo olvidados su gura sigue siendo inmensa. Hemingway, con todo y disparo en la boca, es hoy más importante que sus libros. Lo contrario de André Gide, que escribía para conseguir muchachos, o incluso de Dostoievski, que escribía para jugar y pagar deudas de juego. Hay todavía gente que los lee y que lee a Kafka y a Malraux, pero son pocos y pronto morirán. Sus nombres se recuerdan, pero sus libros se olvidan.

Por eso a veces, cuando el búmeran-pregunta regresa y me golpea fuerte y quedo tendido un rato en la lona, me digo que tal vez mi generación sea la última que leyó a Céline y a Chejov, la última que estuvo en Santa María o en Malgudi y que bebió con Bukowski. Esto me entristece y me hace sentir solo e inútil, como un invitado a una cena al que nadie dirige la palabra, o como un invitado a una cena de la que ya todos se han ido. Me vienen incluso ganas de llorar, pero recuerdo otra definición de la escritura y del coraje adolescente, la de los jóvenes poetas de Bolaño, que son una inspiración para cualquiera: “Escribir es tener el valor de salir a dar la pelea aun sabiendo que está perdida”.

Eso, el coraje. Y también repetir cada mañana esa última frase de mi plegaria laica del escritor, que dice: “Dios, no soy ávido. Sólo te pido 500 palabras”.

*Escritor, filólogo, diplomático, columnista, corresponsal y periodista colombiano (Bogotá, 1965), especializado en literatura cubana. Autor entre los libros Páginas de vuelta, El síndrome de Ulises, Necrópolis y Perder es cuestión de método, llevado al cine en 2005. Premios Rómulo Gallegos, Medicis y La otra orilla.

Texto publicado originalmente en https://www.elpais.com.co/opinion/columnistas/santiago-gamboa/escribir-para-que.html 

Tiempos amargos

Por Luis Ricardo Palma de Jesús*

Muchos de nosotros no estábamos preparados para el encierro, y menos para quienes vivimos en Acapulco, una ciudad en donde las luces no duermen.

Durante mucho tiempo he cavilado acerca de la muerte y los estragos que esta produce. Y siempre me he preguntado qué duele más, ¿que un hijo pierda un padre o viceversa? Mi intención no es hacer una apología del dolor sino, más bien, intentar contarles un suceso que me quitó el sueño un par de días después de enterarme.

Hace aproximadamente un mes un adolescente de unos 13 años murió electrocutado. Y es que, ¿quién se imagina que durante la cuarentena alguien puede morir de ese modo? La razón puede resultar hasta increíble. En las colonias de Acapulco se acostumbra volar culebrinas, esos papalotes multicolores. Entonces los jóvenes, utilizando toda su creatividad en la combinación de tonos, de forros y con papel china esperan a que llegue la tarde para volar sus culebrinas en las azoteas, en la calle o en algún lugar donde corra aire suficiente para elevarla. Una vez arriba esperan a otras culebrinas que vuelan en diferentes puntos (incluso en diferentes colonias) para demostrar quién es más diestro en el arte de manejarlas. Cuando dos culebrinas se encuentran comienza el juego. En lo alto parecen gallos de pelea disputándose una apuesta. Cada quien maniobra la culebrina de modo que el hilo de seda intente mandar a la yumba (cortar el hilo para que la culebrina se vaya) o, en su caso, encaramarse para traérsela y tener una más.

Esto ocurrió con el adolescente. Cuando ya se había encaramado con otra culebrina, comenzó a jalar el hilo con rapidez para tratar de ganársela, pero antes de que las tuviera en sus manos el hilo se reventó y ambas culebrinas se fueron a la yumba. Así que, desesperado, corrió para alcanzarlas y vio que ambas se atoraron en unos cables de alta tensión. Como ya venían otros más a buscarlas, el adolescente no lo pensó dos veces y jaló el mecate, pero, cuando apenas estaban cayendo, recibió una descarga eléctrica que le provocó quemaduras de tercer grado. Minutos después doña Tere, madre del niño, salió corriendo en busca de su hijo. Pero ya era demasiado tarde. El niño se convulsionaba y su cuerpo emitía un humo a carne chamuscada. ¿Qué madre se iba a imaginar que su hijo fuera a morir de esa manera tan trágica, y menos en una época en la que no hay trabajo y la comida apenas alcanza?

El niño fue sepultado sin que nadie lo visitara. Todos tenían miedo de contagiarse de Covid. Incluso, algunos vecinos murmuraron que su muerte se debió a esa enfermedad.

No quiero imaginar el dolor que un padre o una madre pueden llegar a sentir después de la pérdida de un hijo. Y menos en tiempos tan amargos como estos. Pero la muerte está ahí, a la puerta, esperando escabullirse entre los escombros de una costilla y depositar su risa, su semblante.

Vivimos tiempos difíciles, en la que pasar el rato volando una culebrina ya no es un acto de inocencia sino de muerte. Y así puedo enumerar otro par de casos extraordinarios que han ocurrido, pero basta con esta muestra para entender que la muerte es un dolor que no desaparece del todo.

*Escritor mexicano (Acapulco, 1990), licenciado en Literatura Hispanoamericana y Maestro en Humanidades por la Universidad Autónoma de Guerrero. Ha recibido entre otros reconocimientos el Premio Estatal de Ensayo CONACYT (2014) y el XVIII Premio Estatal de Cuento y Poesía María Luisa Ocampo (2016). Ha publicado cuentos en las revistas Revolución, Revista Asalto, Círculo de poesía y el libro El sueño que no era (Praxis).

Diario de la desolación

Por Rubén Don*

Foto: Rubén Don

¿Quieres leer una frase desoladora?
De los Diarios de Dennisse Calderón

Un día cualquiera a finales del 2019

Estoy sentado frente a esta hoja en blanco por necesidad.
La urgencia de no quebrar. De saber quién soy. Comprender en dónde tengo puestas las plantas de mis pies.

Ser yo mismo.

Escapar de la neurosis.

Estar presente en mi presente y en todo lo que acontece alrededor de él: aunque sea en las interminables horas de mi vida que proceden como un laberinto sin salida.

Llegado el momento, quieras o no, haces un corte de caja. La vida te obliga a ello. O el tiempo. Ambos. Un revolver, cada uno, en cada cual de tus testículos.

Esto no es un manual de quejas, aunque así parecerá. Tan sólo el clamor de un habitante, en un rincón de una casa, en una colonia perdida de la ciudad de México.

Ni pensar en un bildungsroman, porque hace lustros que soy un balsero solitario en el mar de la cotidianidad. Aquí no hay iniciación, ni aprendizaje. Mucho menos madurez. Lo único que queda es dolor. La eterna duda. Una sensación soluble de vacío y pérdida que no se logra describir ni cuantificar.

Luego aquel terrible pasmo en las entrañas.

Ese pensamiento inocuo que parece vaticinar que algo importante está por suceder.  

Viernes 27 de marzo de 2020

Un extraño virus que afecta las vías respiratorias se propaga por todo el mundo. Parece algo apocalíptico. Parte de una historia de ciencia ficción. Pero no lo es. Hay medio millón de personas infectadas alrededor del planeta. La cotidianidad se ha roto. Tengo una semana sin trabajar. Afortunadamente Ximena y yo contamos con ahorros. La idea es sobrevivir con ellos. En México tenemos al día de hoy 585 casos confirmados y 8 muertes. Aún no entra una cuarentena oficial, pero nosotros ya estamos aislados. Y como escribía Manuel Vilas en Twitter, se hace imposible escribir. No hay imaginación. No hay bríos. Quizá tampoco para leer. Sin embargo, estos días inciertos han servido para arreglar un montón de pendientes: pagar viejas facturas, hacer trámites, llevar a nuestra hija a la clínica para que le apliquen una vacuna de refuerzo. En fin. Extraños días.

Lunes 06 de abril de 2020

Llevo tres noches con una ligera tos. Obviamente me preocupa. No es agradable. No puedo dejar de asociarlo con esta nueva enfermedad. Sin embargo, no tengo otros síntomas. Yo lo atribuyo a las bebidas frías que he estado ingiriendo. Apenas dos semanas atrás había sufrido una fuerte infección en la garganta que también me había provocado una fuerte tos por varias noches consecutivas.  

Tratamos de mantener una rutina. Pero esta se rompe poco a poco. Cada vez se me hace más insoportable el encierro. Todo pierde sentido a mi alrededor. Definitivamente no consigo un ritmo para leer y escribir. Pareciera que el tiempo se fuese en las cosas más cotidianas. Dormir. Ver tele. Desayunar, comer y volver a dormir. Tratar de poner en orden la casa. No avanzo en ningún escrito, por más que intento imponerme un ritmo. Y poco a poco va dejando de importarme.

Hasta el día de hoy tenemos más de un millón de infectados en el mundo. Dos mil en México. 100 muertes. Sepa a dónde va a ir a parar esto.

Lunes 20 de abril de 2020

Cada día el mundo amanece más raro. Los niños vuelven a clases de forma virtual. El precio del petróleo se cae en Estados Unidos y arrastra a México. Más de dos millones de infectados por coronavirus alrededor del planeta. Hoy cumplo un mes sin trabajar. ¿Qué ira a pasar? La existencia parece perder sentido. Ximena está deprimida. El sol brilla y cruza reluciente por las ventanas, pero nada parece tener esperanza. Hoy tenemos para comer, ¿qué pasará el día de mañana si no recuperamos nuestros empleos, si la pandemia sigue, si estalla una guerra mundial? ¿Cómo salvaguardar de esta crisis a nuestra hija de tan solo seis años que no ha alcanzado a vivir absolutamente nada?

Domingo 03 de mayo de 2020

7:53 AM. No puedo dormir. Voy a leer. No tengo la paz necesaria para escribir. Apenas abro los ojos, mi mente se inunda de extraños pensamientos. Comienza a dolerme la cabeza por cierta ambigüedad: ganas de seguir durmiendo y la incapacidad de conseguirlo. Mi mujer duerme a mi lado. Con nuestro pequeño chihuahua acurrucado entre sus brazos. ¿Es ella, su calor, su desnudez, lo que me impide dormir, lo que me impide escribir? Estamos en casa de mi padre. No hemos roto la cuarentena. Sólo hemos cambiado el lugar de encierro. Se viene el pico de la pandemia. Más contagios. Más muertes. Escribo esto a contraluz. Espero hoy poder hablar con mi padre sobre su vida en general. ¿Cuándo tuvo su primer televisor?

Miércoles 06 de mayo de 2020

Día 47 de encierro. Interrupción tras interrupción tras interrupción… imposible escribir. Hoy ha sido un día pesado, como ya se preveía ayer. Ocho de la mañana para clase virtual de música de Danaé. A las nueve, tarea. A las diez, desayuno. Luego infinita tarea hasta mediodía. Lavar trastes, recoger un poco la casa. Bañar a Danaé. Vestirla. Secarle el cabello. Bañarme. Hora y media para escribir. A todo esto, Ximena no está. Fue a dar consulta. Eso es bueno. Dinero. Lo que sea para mantener las rentas de ese consultorio. Un WhatsApp de mi padre. Hasta ahorita todo ha fluido. Espero lograr contener esta frustración y sacar avante el día. A darle a la escritura de la novela, esperando que fluya. Pese a todo, también estos momentos se convierten en felicidad. Danaé está echada aquí a mi lado, jugando con la Tablet. Kike, nuestro perro chihuahua, también.

Martes 12 de mayo de 2020

17:01 un haz de luz entra por la ventana y eso es la felicidad. Ya no tengo escritorio aquí. Ya no tengo un estudio. Pero escribir aquí en la cama, rodeado de libros, con una taza de cerveza, es maravilloso. Día 52 de la cuarentena. Uno a todo se acostumbra. Ahora ese encierro también es cotidiano. A veces pesado y cansado. A veces hermoso. Como ahora que escribo echado en la cama, con los rayos de sol cruzando la ventana. ¿Qué forma parte de esta nueva cotidianidad? Duramos días sin salir. Danaé toma clases virtuales a partir de las ocho de la mañana. Desayunamos entre las diez y el mediodía. Ximena trabaja en su portátil, desde su celular, y envía informes y evidencias. Yo hago la cama, el desayuno, recojo un poco la casa. Cada tercer o cuarto día hay que acarrear cosas de la tienda. Los martes bajar por frutas y verduras al tianguis. Cuando la escasez es mayor, un súper de rápido al Aurrera. Pasamos todo el día en piyama. Nos bañamos cada tercer o cuarto día. Hacemos compras en línea. Hemos pedido una tele a Wal-Mart. Libros a Porrúa y Sexto Piso. Tratamientos para la piel a Amazon. Utensilios de cocina a Mercado Libre. Yo que me burlaba de la gente que compra por internet. En fin. Este es el nuevo mundo. La nueva cotidianidad. 

Martes 19 de mayo de 2020

Somos azotados de la forma más brutal por esta pandemia. Mucha gente muere al día. Gente pública, gente cercana. Dos primos, Daniel y Cristian están infectados. El primero, de 45 años, murió ayer. El segundo está gravemente hospitalizado. ¿Qué le pasa al mundo? Anoche comencé a tener fluido nasal. Lo atribuyo a la cerveza fría y al helado que me comí por la tarde. Es Inevitable adentrarse y sugestionarse. Por la madrugada me desperté dos horas. Estuve leyendo La edad del desconsuelo. Magnifica novela de Jane Smiley. El fluido me paró al poco rato. Pude dormir alrededor de las seis de la mañana. Desperté como si nada. Desayunamos calabacitas con crema y una quesadilla de queso. Fuimos al tianguis y, oh sorpresa, no había un sólo puesto. La alcaldía les negó el permiso. Ya no debe de haber más aglomeraciones. Sin embargo, sobre la calle Dos, había cuatro camiones improvisados con sus mercancías. Ahí pudimos surtirnos de algunas frutas y verduras. Para cuento, lo mismo. La gente amontonada escogiendo comida antes de que se acabara.

Viernes 22 de mayo de 2020

Luego de toda aquella rutina matutina y apabullante que ya ni vale la pena enumerar, me encierro en el cuarto para escribir. Al cabo de una hora viene mi hija y pregunta si puede estar conmigo porque su madre duerme. Necesito estar solo. Pero no puedo negarme. De pronto comenzamos a escuchar por la ventana que toca el organillero. Esa vieja figura de la ciudad que se ha perdido. Que seguramente con esta crisis deben de estar sufriendo al no tener escuchas. Danaé y yo nos miramos. Esa música nos trae recuerdos. Nos trae a la mente aquel organillero con el que cruzamos cuando me acompaña al trabajo. Su amigo de mi hija. Al que siempre le regala una moneda. Nos ponemos chanclas, cubrebocas, abrimos la puerta y bajamos las escaleras. Ahí está el chico con su clásico uniforme café, y el organillero dándole vueltas a la caja de madera. Casi lloramos. Pero nos aguantamos. Es esa nostalgia. Esa pesadumbre de esta pandemia, de este encierro. Mientras estamos lavándonos las manos, ya de regreso en casa, Danaé pregunta si extraño a mis amigos. Le miro con ternura. No sé con qué palabras explicarle que, a mi edad, ya no tengo amigos. Prefiero ser honesto y le explico que en realidad no. Se me queda mirando, pensativa. Bueno, pero es muy triste este encierro, ¿no?, dice. Es como si no existieran las calles, y el mundo. Porque todos tenemos que estar encerrados en casa. Y me parte el alma. Y me dan ganas de abrazarla y salvarla de este encierro. Pero no sé cómo.

Lunes 01 de junio de 2020

Nos perfilamos hacia el segundo semestre del año. ¿Qué nos deparará? Día 72 de la cuarentena. Estamos por llegar a los seis millones de infectados en todo el mundo. Casi el uno por ciento de la población mundial. Se acaba el estado de contingencia en medio del pico de la pandemia. No comprendo la decisión del Gobierno. Por otra parte, nuestro vecino, Estados Unidos, está convertido en el país con más infectados del mundo. Y este fin de semana enfrenta los mayores disturbios por causas raciales, desde el asesinato de Martin Luther King, por la muerte del afroamericano George Floyd, quien murió asfixiado bajo la rodilla en el cuello de un oficial blanco.

Viernes 05 de junio de 2020

Día 98 de la pandemia en México. Día 76 de la cuarentena. Hoy me desperté cansado. Deprimido. No es que tenga exactamente algo. Más bien no sé ni qué tengo. Ahora todo se lo atribuimos al encierro. Pero no es sólo eso. En realidad, puedo decir que estoy a gusto con el encierro. Me gusta estar aquí todos los días. Desayunar en casa. Sentarme a la tarea con Danaé. Echarme a escribir por las tardes. No puedo negar que me he hecho de una buena rutina. Quizá tenga que ver con el sentido que va perdiendo la vida. Una amiga de Marisol, amiga de mi esposa, ha muerto de Covid-19. 45 años. No era muy grande. Terminaremos esta pandemia dañados. Mermados. Todos tendremos un amigo, un familiar, un conocido afectado por el Covid.

16:14 felicidad porque mi escritura fluye. Casi doscientas páginas de mi novela Desolación. Hace mes y medio tenía sesenta páginas. El sol entra por la ventana. Bebo un tarro de cerveza. Me acompañan los Diarios de John Cheever. El borrador de La vida intempestiva. Mi bocina Bose con música. Denisita Aviadora. El Señor Luz. Mi Tablet en donde estoy leyendo el nuevo libro de Bret Easton Ellis. Y, a lo lejos, mi agenda de notas sobre el libro Estambul de Orhan Pamuk. No puedo pedir más.

Domingo 07 de junio de 2020

Día sumamente pesado. Ximena y yo dormimos mal. O simplemente que hoy ya no nos soportamos. Tanto encierro. Tantos días juntos. No he tenido fuerzas para nada. Dolor de cabeza desde que abrí los ojos. Traté de salvar el día poniendo disposición para hacer el desayuno, consentir a las chicas, pero no funcionó. Mi mujer con su cara de pocos amigos. Apenas terminamos y se encerró en la habitación alrededor de cuatro horas. De mientras me eché en el sofá a mirar una película en Netflix: The wife. Un escritor que gana el Nobel de Literatura gracias a que su esposa le escribe las novelas. Creo que me deprimió más. Danaé me pidió de comer y apenas tuve fuerza para calentarle sopa de verduras y preparar un atún con mayonesa. Salió Ximena del cuarto y yo vine a la cama a intentar dormirme, pero me resultó imposible. Ellas no son consideradas. Hacen ruido. Azotan las puertas. El maldito perro ladra. Afuera vienen todo tipo de vendedores a ofertar sus servicios a grito pelado. En fin. Se aligeró bastante mi dolor de cabeza. De pronto comenzó a llover. De esas lluvias rápidas y extrañas con sol. Decidí ponerme a este diario. Espero que escribir me haga bien. Tengo un bulto en el costado y una crisis de las buenas: canta Leiva en su canción más reciente.

Lunes 15 de junio de 2020

Día 86 de la cuarentena. Tristeza. La gente sigue muriendo a nuestro alrededor. Chuy, hermano de Oscar, amigos de mi suegra, murió. El padre de Beto, el dueño de la tienda de la esquina, también murió y su mamá está grave. Doña Manuela, la señora que vende los guisados en frente, falleció. 20 nuevos mil infectados en cuatro días llegando a un total de 150 mil en tres meses. Vuelvo a tener mi espacio de trabajo. Siempre esta esquina. Ese rincón desde donde miro el mundo a través de su ventana. Hoy Kike me acompaña tomando el sol. La gente enloquece, sale a las calles a retomar su vida, y, me temo, los contagios se disparan. Las familias se desintegran. Un millón de empleos perdidos en la ciudad. ¿A dónde iremos a parar?

27 de junio de 2020

No esperar nada de nada ni de nadie debe de ser la mayor premisa en la vida. Y a mis 43 años debo de aprender a vivir definitivamente con ella. Con fuerza. Con alevosía. Con entereza. Para nadie soy importante. Nadie me ama. Nadie ha de cuidarme. Yo debo cuidarme a mí mismo y mirar por mí mismo. Y la única persona con la que he de tener un compromiso inalienable e incondicional es con mi hija Danaé. Nada más. Cuánto cariño y cuánto amor me ha faltado a lo largo de mi vida. ¿Alguien habrá podido y querido comprenderme? Hoy cumplo 43 años y debo ser fuerte e independiente. Romper lazos emocionales con todos los demás. No voy a cejar. No voy a ceder. No volveré a caer. No volveré a derrumbarme. Estoy triste. Muy triste. Pero esa tristeza debe de ser interna. Independiente. Mía y sólo mía. Sin que dependa de nadie más. Sin que se la endilgue a nadie más.

Miércoles 01 de julio de 2020

La cuarentena terminó para mí, justo en el día cien. Volví al trabajo. A la nueva normalidad en medio de un semáforo naranja que determina su viabilidad por el número de camas disponibles en los hospitales de la ciudad, y de la mayor cantidad de contagios acumulados por día: entre cuatro mil y seis mil. Salí a la calle con miedo. Pero también con expectativa. Como si un nuevo mundo se abriese frente a mí. Viajé en combi y en metro en medio de un decálogo de medidas de sanidad que muy pocos están interesados en respetar. Salí a la intemperie en la estación Pino Suárez y me di de bruces con un centro de la ciudad desolado. Cada una de las tiendas de 20 de Noviembre y calles aledañas, cerradas. Cortinas dormidas que se niegan a despertar de esta pesadilla. Se supone que hoy reabre el centro, ¿no?, escucho a mis espaldas mientras espero que el semáforo cambie a verde en la esquina en donde se alza imponente el Palacio de Hierro. Sí, pero la mayoría tiene miedo de abrir, contesta la policía cuando giro la cabeza. La plancha del zócalo está cercada. La bandera ondea en el medio de la nada de aquella pandémica desolación. Camino a un costado de Palacio Nacional que ahora guarda distancia a través de unas vallas que no había vuelto a ver desde el sexenio pasado. La Catedral, avejentada, guarda silencio. La réplica de la Coyolxauhqui desfallece bajo una manta de plástico en el Templo Mayor. Los empleados de la librería Porrúa esperan, ansiosos, lectores con sus manos enguantadas y sus rostros ocultos tras las caretas y los cubrebocas. El Salón España. Bendito templo del alcohol. ¿Cuándo volverá a abrir? ¿A dónde irá a parar esta no existencia?

*Escritor mexicano, ha publicado las novelas La consecuencia de los días (UACM, 2005), Nos veremos en el infierno, Kurt Cobain (Tierra Adentro, 2011), El mapa de lo humano (Capítulo Siete Editorial 2019) y el libro de cuentos Perder es cuestión de tiempo (Baile del Sol, España, 2014).  

  

Mural sin tregua

Por Carmen Alardín*

Me duele verte vivir
sentir el río de tu cuerpo
lleno de barcos y arrecifes.
Me duele ver que te desangras
lejos de la virtud de los geranios,
lejos de las encinas que todavía no plantamos.
Me duele verte encender las luces de Bengala
sólo para alumbrar los siete mares
y sentir cómo organizas el combate de la ilusión
únicamente por doscientos años.
Me duele ver que te divides
en invisibles piezas
que tienes que juntar todos los días
antes de que se ponga el sol o den las ocho,
que quisiera guardarte inmóvil en un cofre,
para leer las puntas doradas de tu alma
y ver si una de ellas es tan fuerte
para anudarse al cuello del sol
y estrangularlo con paciencia
hasta frenar los ritmos que nos separan.

*Tampico, Tamaulipas, 1933- 2014. Estudió Letras Alemanas y la maestría en Letras Mexicanas en la FFyL de la UNAM y una especialización en el Goethe Institut de Munich, Alemania. Su poesía ha sido grabada en la colección «Voz Viva de México», UNAM, 1990. Colaboradora de El Nacional, Katarsis, Letras Potosinas Unomásuno. De 1996 al año 2000 fue directora de la revista Armas y Letras, de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Premio Xavier Villaurrutia 1984 por su trayectoria poética. En 1989 el Gobierno de Nuevo León le otorgó la Medalla al Mérito Cívico. En 1999 recibió el Premio a Las Artes, en la rama de Letras, que otorga la Universidad Autónoma de Nuevo León. El Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León, instituyó en 2004 el Premio Literario Carmen Alardín).

Dios

Por Glenda Prado*

Es de noche
Dios no es eterno
muere con la madrugada
con el último humano
con la última oración
muere entre el virus y unas caguamas
bailemos
dancemos en estos funerales
profundos
húmedos
apestosos a crucifijos
báculos
biblias y pregones
rezan los perros
los moribundos
Cristo en quiebra
en astillas
yeso
espina
iconos de cal
santas cenas
acuarelas a carne y covid
los apóstoles infectados
el profeta parte el pan
los huesos
el vino ácimo
la pandemia cual promesa
erecta hostias
tonayan
tequila barato
¡venid, tragad, esta es mi sangre, mi pútrida carne!
a sus pies el bello
homosexual
travestido
violado arcángel
bebido
beodo
cogido besa la incuba
danza la cumbia de aguilita
sin apocalipsis
sin juicio final
padre
hijo
espíritu santo
cuelgan de un pasón
¡la salvación es un churro, un activo, una línea!
el infierno nos acaricia con un susurro
¡Bendito el que viene en nombre del covid!
Dios no ha muerto
tan sólo está infectado.
¡Amén!

* Periodista mexicana, escritora y bruja feminista.
Facebook: Glenda Prado Cabrera
Twitter: @pradoglenda
Página de Facebook: Mariposas en el ático. Blog: Las alas de la libélula 

Preguntas

A Gregorio y Marta Selser en su día

El juicio final es, en realidad, un juicio
sumarísimo.
Franz Kafka

Por Irene Selser*

¿Cómo estar muertos,
desnudos en el tiempo ingrávido
al pie de una montaña,
junto al mar en la arena
o simplemente donde quepan las ánimas,
el dolor se alinea sin chistar,
ejército de fosas abiertas como tajos,
polvo hueco, plural?
Las vértebras hoy se hermanan de súbito,
nunca tan próximos los anónimos duelos,
sin cristos, flores, rezos…              
Las sombras extienden su infortunio,
se alargan como en aquel país de tierras blancas
-las noches duran cinco meses
y el tiempo es medido por el paso de las lunas,
el dolor de la muerte superado por el miedo a nuestro fantasma.
¿Y si no tengo cambio en óbolos para pagar a Caronte
y me vuelvo visión errante de este lado del río?
¿Podré encender la luz a la seis del crepúsculo
cuando el corazón sucumbe?
(Es la hora peligrosa, los predadores salen en busca de sustento.)
¿Estaré lista ante los cuarenta jueces,
los pies en el centro del círculo,
boca cerrada,
gentil como una abuela?
En paz,
desatados los nudos,
acaso un pestañeo,
más pequeña que un soplo
sin lágrimas ni adioses.
¿A qué aferrarse?

2 de julio de 2020



*Periodista, poeta y miembro de la Asociación Mexicana de Traductores Literarios (Ametli). Entre sus libros figuran Sur, Silencio (El Tucán de Virginia), Patria de náufragos (Universidad Externado de Colombia) y Lucas, el dinosaurio feliz (Libros para Imaginar/SEP). Es editora de Diarios de COVID-19. Facebook: Irene Selser

Luna Llena del mes de julio de 2020

Por Ayub Estephan*

“Bautismo Real”. Fresco en el “Battistero di San Giovanni Battista” (s. XIII). Parma, Italia

“—El sol y la luna están peleando… El muerto llora en su tumba.
Cuando me muera, ¿quién me va a cantar?”
(Écue Yamba Ó, Alejo Carpentier).

Y entonces… “Las aves volvieron al huevo en torbellino de plumas. Los peces cuajaron la hueva, dejando una nevada de escamas en el fondo del estanque. Las palmas doblaron las pencas, desapareciendo en la tierra como abanicos cerrados. Los tallos sorbían sus hojas y el suelo tiraba de todo lo que le perteneciera. El trueno retumbaba en los corredores. Crecían pelos en la gamuza de los guantes. Las mantas de lana se destejían, redondeando el vellón de carneros distantes. Los armarios, los vargueños, las camas, los crucifijos, las mesas, las persianas, salieron volando en la noche, buscando sus antiguas raíces al pie de las selvas. Todo lo que tuviera clavos se desmoronaba. Las panoplias, los herrajes, las llaves, las cazuelas de cobre, los bocados de las cuadras, se derretían, engrosando un río de metal que galerías sin techo canalizaban hacia la tierra. Todo se metamorfoseaba, regresando a la condición primera.”
(Viaje a la semilla, XII, Alejo Carpentier)

A las 21:44 hrs. del 4 de julio próximo, durante la celebración del 244 aniversario de la Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica, dará comienzo el plenilunio de este mes, coincidiendo con el tercer eclipse penumbral de Luna de este año que dará inicio pocos minutos después, la noche del sábado 4 hasta la madrugada del domingo 5 de julio, teniendo una duración de 2 horas con 45 minutos. Será visible a partir de las 22:07 y hasta las 00:52 hrs. del Centro de México, en casi todas las Américas, excepto Alaska, pudiendo ser visto también en Inglaterra, los Países Bajos, el suroeste de Alemania, Portugal, España, Francia e Italia, y en el continente africano, menos en la franja que bordea el mar Rojo, que separa África de Asia. Este eclipse comenzará en la parte suroriental de Oceanía, que incluye Nueva Zelanda, las islas Cook y Niue, el archipiélago Tokelau y la Dependencia antártica Ross, haciéndose más visible conforme atraviesa el océano Pacífico hacia occidente, por lo que el punto más alto de este eclipse ocurrirá durante su paso por el continente americano al llegar la Luna a su cenit, y descenderá al mínimo después de cruzar por Madagascar.

Este plenilunio tendrá efecto en el grado 13°38’ de Capricornio, sitio de exilio de la Luna, mientras el Sol transcurre en Cáncer, en el signo opuesto. El grado 13° de Capricornio es representado por “un trípode con lenguas de fuego que salen de un brasero”, significando un momento de ofrendar antes de iniciar cualquier acción trascendente. El trípode fue en principio un objeto de bronce que, colocado sobre el fuego, se empleaba para calentar el agua destinada para bañarse, siendo un símbolo de prestigio para sus poseedores. Posteriormente el trípode se convirtió en un signo mediador con el mundo divino. El más emblemático corresponde a su asimilación al dios Apolo, en cuyo santuario, Delfos, el trípode delimitaba el espacio sagrado. También era el lugar frente al que la Pitia se sentaba para “hablar por la boca del dios” y se utilizaba además como recipiente de los amuletos confeccionados en ritos relacionados con la adivinación. También, en el Libro de las Mutaciones (I Ching) se menciona “el Caldero” (Ting), siendo éste el hexagrama no. 50. “Todo el signo ofrece la imagen de un caldero: abajo las patas, luego el vientre, luego las orejas, o sea las asas, y arriba las argollas para portarlo. La imagen del caldero sugiere la idea de la nutrición. Fundido en bronce, dicho utensilio era consagrado en el templo a los antepasados y durante los festines celebratorios contenía los alimentos cocidos. El amo de la casa los extraía del mismo y los distribuía en las escudillas de los huéspedes. El caldero, en cuanto utensilio de una cultura refinada, sugiere el cuidado y la alimentación. Abajo, el trigrama (Sun) representa la madera y el viento, arriba (Li) es la llama; de modo que representa la llama avivada por la madera y el viento, que, por su parte, también sugiere el apronte de alimentos.” Este hexagrama “alude a la superestructura cultural de la sociedad. Aquí es la madera la que sirve de alimento a la llama, a lo espiritual. Todo lo visible debe intensificarse y continuarse hasta penetrar en lo invisible. Así obtiene la debida consagración y la debida claridad, y arraiga firmemente en la trama de los nexos universales. De este modo se exhibe aquí la cultura, tal como alcanza su culminación en la religión. El caldero sirve para los sacrificios ofrecidos a Dios. Lo más elevado de lo terrenal ha de ser sacrificado a lo divino. Pero lo verdaderamente divino no se presenta separado de lo humano.” De dicho concepto se deriva también la pila bautismal.

Igualmente, este grado 13° de Capricornio representa a “un adorador del fuego”, simbolizando la fuerza interna del ser humano a través de su toma de conciencia del lazo que lo une al poder creador del universo. Surge de aquí una continua inclinación hacia lo divino, la espiritualización de las aspiraciones mundanas y la consagración de los talentos y posesiones a una realidad total. La idealidad llevada al punto del milagro en un acto de liberalidad absoluta. Por eso mismo, el grado 13° de Capricornio nos sitúa frente a un umbral que, de ser traspasado, puede llevarnos a ser independientes respecto de las circunstancias que nos aprisionan o en caso de no hacerlo, a abandonar dichas potencialidades para siempre.

El precio a pagar por la trasgresión puede ser alto y doloroso, pero la recompensa promete ser igualmente generosa. El fuego prometeico, representado por el ingreso de Marte el 28 de junio en su propio domicilio, el signo de Aries, también conocido como su sitio de descanso, permanecerá encendido ahí hasta la primera semana de enero de 2021, invitándonos a conectar con la mente superior, con ese fuego primordial y purificador que es la “Inteligencia Suprema”. Derivando en todo aquello que deseamos para nosotros mismos y para los demás. Por eso, durante este plenilunio y eclipse lunar, Marte en aspecto de cuadratura a Mercurio, que está retrógrado en Cáncer y en conjunción con el Sol, inyectará una enorme cantidad de energía mental para acometer las tareas más difíciles; energía que será asimilada y potenciada por el Sol en Cáncer, fuente de luz, de calor, y razón de este eclipse y plenilunio. La tensión entre Marte y el Sol, que comenzó con el novilunio pasado, llega ahora a su clímax, pero será suavizada por la presencia mercurial y el tránsito de Marte a Aries, alegando que muchas de las cosas que nos alteran, devienen en soluciones justas. Así, estos contactos planetarios nos desafían a aceptar el reto de madurar y fortalecer el carácter. También nos hacen conscientes de que toda idea que desciende a nosotros no es una casualidad ni producto de una imaginación desviada, sino que son situaciones potenciales que pueden ser transformadas en realidades prácticas. Aries es el “eón”, el creador primordial, es la chispa de la sustancia, y conlleva en sí el poder de la intuición, pero si ésta es mal empleada, entonces se pervierte y concibe acciones desmesuradas (hybris) que se traducen en actos de violencia y despotismo, sobre todo de los más poderosos hacia los más débiles, procurando el odio, la ruina y la fatalidad. Dicho tema podría ser motivo de reflexión a partir de la conjunción entre Marte y Quirón, entre el 12 y el 17 de julio. Pero en su aspecto positivo, la presencia de Marte en su propio signo saca a la luz todo aquello que hemos callado o pasado por alto, y que nos ha dejado huellas indelebles. Las infidelidades, los agravios, el desamor y el abuso, entre otros temas, forman una cadena de eventos que deben ser ventilados y solucionados durante este periodo.

Por otro lado, Marte se encuentra en aspecto de sextil a Venus, lo cual resalta esa parte de nuestra naturaleza que es más cálida y amigable. Aunque también amplifica nuestros deseos mundanos, llegando a gastar más de lo debido en caprichos de ocasión. Igualmente, la naturaleza y deseos sexuales alcanzan su cenit en este momento, pues este contacto significa una inyección de vigor extraordinario; pero esto no significa la búsqueda de una satisfacción inmediata y a cualquier precio. Se entiende que esta energía puede ser canalizada apropiadamente, incluso contenida hasta encontrar la persona adecuada que sepa ofrecer una relación gratificante. No está permitido seguir alimentando conductas hostiles, usando subterfugios que se capitalizan en especie: te pago bien para que te calles y me permitas todo tipo de transgresiones. Hay mucha frustración contenida en las relaciones que ya nos es imposible seguir soportando. Es notorio que el confinamiento por el Covid-19 ha venido a destapar todo el chantaje emocional que hemos venido acumulando, y que nos ha llevado a postergar decisiones que son irrevocables.

Por su parte, Mercurio vuelve a estar tan implicado en este plenilunio como lo estuvo en el del pasado 7 de mayo, cuando la festividad budista de Vesak. Pero, más aún, pues está en fase retrógrado, drenando recuerdos y emociones en el signo de Cáncer, y formando un bloque de oposición junto con el Sol a la brillante Luna, siendo la piedra angular de este eclipse. Esto significa que estamos en el proceso de cerrar el libro del pasado, dejando atrás el miedo, la duda, la incertidumbre, los sueños imposibles, el dolor, más todas esas esperanzas que nos arrebató a muchos el Covid-19, y daremos vuelta a la página para escribir nuevas líneas en el libro de nuestra historia. El Sol, junto con Mercurio, eclipsa nuestras emociones, no las borra, pero nos permite almacenarlas, archivar las experiencias, y prepararnos para lo que sigue. El Covid-19 es ya una personalidad que nos deja muy claro su deseo de interactuar, mientras nosotros apenas estamos estudiando cómo podremos relacionarnos con ella. Mercurio, con su versatilidad y poder de adaptación, será quien nos provea de los elementos para asimilar esta nueva presencia. Dado que Mercurio también está haciendo un aspecto de semisextil (30°) con Venus en Géminis, será un momento de revisar mentalmente cualquier tipo de situación sentimental que hayamos vivido meses atrás, y superarla. Más aún, si nos vemos a nosotros mismos como suspendidos en el tiempo y dependientes de las circunstancias; en suma, frágiles y lastimados. Se ha dado en decir que el aspecto de semisextil podría estar asociado espiritualmente a la clave de “El Colgado”, duodécimo arcano mayor del tarot. Y esto, porque en la ley de correspondencias, esta clave tiene una relación implícita con “La Emperatriz”: ella provee y sustenta, pues sostiene el cetro con el globo y la cruz en su mano izquierda, mientras el otro extremo, la base, apunta hacia su vientre; así, “El Colgado” simboliza el vástago que está conectado a la madre por el lazo atado a la madera, representado por el “cordón umbilical”, que los une. Ambos están integrados y ensimismados mientras sus corazones rebosan al unísono. La Emperatriz” es Venus, el cordón es Mercurio y “El Colgado” es Neptuno. Ella engendra por generosidad y amor, su concepción la va transformando, y Neptuno provee el medio para la gestación. Este es el milagro de la Naturaleza.

Por otro lado, tenemos la presencia de Urano en el grado 10° de Tauro, su lugar de caída, sosteniendo un aspecto de sextil (60°) al Sol, lo mismo que a Mercurio, y un trígono (120°) a la Luna de este eclipse, estando Mercurio y el Sol en oposición a la Luna, por lo que entre ellos se forma una figura geométrica que conocemos como “Media Cometa” o “Escuadra Cósmica”. Esta figura, aparentemente benigna, muestra ciertas dificultades a causa de las oposiciones que suponen aprietos para la integración, inconvenientes para el desarrollo personal y obstáculos para encontrar la felicidad en un sentido interno. Lo mejor de esta figura surge del trígono Urano-Luna, que facilita el encuentro, incrementa la capacidad de resistir y disminuye los rechazos y los agobios de la vida, aunque la posición que ocupan ambos, planeta y luminaria, en el mapa astral actual, no permiten un marco propicio para el desarrollo equitativo de la sociedad. De hecho, no hay mucho margen de acción, ni siquiera para la expresión propia. Urano en caída, nos muestra la corrupción y el fracaso de la economía y las finanzas. Por su parte, la Luna exilada no nos procura la nutrición física y emocional que suele darnos cuando se ubica en una dignidad mejor. Entonces surgen la decepción y la impotencia, así como un conformismo forzado ante lo inevitable. Vemos como algunos sacan provecho de esta situación, mientras muchos, la mayoría, se suman al fango de las hipotecas y préstamos bancarios, mientras se deprecian cada día más sus pertenencias y propiedades. Cada nueva relación provoca nuevos proyectos de factible realización que obliga al mismo tiempo a una nueva asociación o atadura, o bien, renueva las ya existentes. En todos los casos se percibirá un resultado rentable para algunos, a costillas de la explotación y necesidades de otros. A pesar de ello se trata de una figura activa, móvil y dialéctica, que implica comunicación y negociaciones con los demás, actuando como una fuerza de arrastre, con un potencial para movilizar el mundo circundante. Sin embargo, la oposición central siempre significa sucesos provocados por la acérrima oposición de personas del propio entorno. En suma, nos esperan tiempos de reto en el sentido de la reactivación de la economía mundial.

Por otra parte, tenemos el aspecto de sextil entre Neptuno y Plutón, que conforme avanza el año se va haciendo más evidente y sólido. Cualquier contacto entre dos planetas generacionales suele fusionar su energía pudiendo marcar de cierta tonalidad a una o más generaciones de individuos. Esto significa que la presencia del Covid19 tendrá una profunda trascendencia en el futuro comportamiento de las sociedades humanas. El contacto Neptuno-Plutón nos sitúa frente a la posibilidad de modificar nuestros patrones arquetípicos inconscientes más profundos, y ello debido a ciertas crisis periódicas que nos obliga a cohesionar nuestra energía y enfocarla en acciones concretas; siendo ésta una excelente oportunidad para realizar la metamorfosis o transmutación que necesitamos para cambiar de vida y de nivel de existencia. “En sentido kármico estricto, este aspecto astrológico supone la activación de un trabajo espiritual que ya se realizó en una vida anterior, en la cual se tuvo el valor y la paz interior suficientes como para acercarse a las fuerzas superiores de la naturaleza. Así, en épocas pasadas de la evolución personal se profundizó en la magia, la religión, las experiencias iniciáticas y la búsqueda esotérica. Probablemente, dicho trabajo fue más que nada de carácter oculto y de poco contacto directo con el mundo material. Sin embargo, ahora se tiene la oportunidad de que las energías espirituales se concreticen en realidades.” (Grupo Venus).

Finalmente, cabe destacar la presencia de Saturno retrógrado, de regreso a Capricornio, en aspecto de conjunción a Plutón, dentro de un orbe de 5°79’, como ocurría el 22 de marzo pasado, cuando ambos interactuaban en su fase directa. En ese momento se hablaba de 292,342 contagios por Covid19 a nivel mundial, con 12,784 defunciones, principalmente en Europa y una tasa letal del 4.4%. En las Américas predominaban los efectos de la propagación de la pandemia en América del Norte y en América del Sur. En México se contabilizaban 316 casos confirmados y dos defunciones. Obviamente las cifras han cambiado, y la crisis que se vivía en Europa se ha trasladado a aquellos países que no presentaban mayor incremento viral en aquel momento. De cualquier modo, hay que ser conscientes de que ningún país se encuentra libre de posibles rebrotes.

Con la Luna aquí emplazada, además de Saturno, Plutón y Júpiter en aspecto de conjunción, se vuelve a formar un “stellium”, un conglomerado de planetas en Capricornio (en aquel momento, en vez de la Luna estaba Marte ahí, en su lugar de exaltación). Tres de estos protagonistas, Saturno, Júpiter y Plutón atraviesan hoy por su fase de retrogradación, además de la presencia de la Luna en su fase de plenilunio, eclipsada por el Sol. Así, tenemos enormes cantidades de energía concentradas básicamente en los signos cardinales, que son los que se encuentran en los cuatro extremos de los puntos conocidos como equinoccios y solsticios del círculo zodiacal, y que marcan el cambio de las estaciones. La Luna, Plutón, Júpiter y Saturno en Capricornio; el Sol, Mercurio y el asteroide Vesta en Cáncer; Marte y Quirón, en Aries; mientras, en Libra, transcurre el asteroide Juno, directo y en el 9° grado. En total hay seis planetas, las dos luminarias y tres de los cuatro principales asteroides del “Cinturón de Hipólita”, involucrados en una “Cruz Cósmica”; misma que se ha asociado al tablero de “la Cruz de Palenque” que se ubica en el Templo del Sol de esta ciudad prehispánica maya. Cruz ornamentada por los signos del Sol, la Luna, Venus, el día, la noche, y otros planetas y constelaciones. Las datas del florecimiento de Palenque figuran también en la inscripción, representando etapas situadas miles de años adelante, y al final del monumento se declara la fecha 9.12.18.5.16, 2 Cib, 14 Mol, época probable en que la llamada Cruz de Palenque se esculpía, y que coincide con el momento de equinoccio que los mayas eligieron para grabar esta magnífica lápida, un 23 de septiembre del año 430 d. C. Esotéricamente esto significaría que nos encontramos frente a procesos de transición muy importantes, que quizás fueron calculados por los sacerdotes y astrónomos mayas de aquella época.

Por su parte, los planetas en retrogradación nos sitúan frente a la perspectiva de revisar los efectos que ha tenido en nosotros la pandemia. Esto vuelve urgente realizar un balance de la actuación, tanto personal como social, respecto de todo el proceso en cuarentena vivido hasta ahora. Seguramente ya estamos cuestionando el comportamiento de muchos de nosotros ante la contingencia, revisando el proceso hacia “la nueva normalidad”, y la capacidad manifiesta de compromiso humano y político frente a la emergencia diaria. Después que el Covid-19 vino a cimbrarnos hasta los huesos, hoy llegamos a la reapertura paulatina de varios comercios y establecimientos públicos.

Después del eclipse penumbral la Luna continuará con su tránsito y hará aspectos de conjunción a Plutón, Júpiter y Saturno, culminando su plenilunio antes de salir de Capricornio para ingresar en Acuario, tiñendo de nuevos colores la vida.

*Astrólogo y tarotista mexicano. Lectura de Tarot y Cartas españolas. http://facebook.com/ayubestephan

Manifiesto de las GifHackFeministas

Por Neldy San Martín*

En esta primera (y esperamos, no la única) entrega para Diarios de Covid-19, la destacada periodista Neldy San Martín expone una serie de GIFS que ha creado como parte de la colectiva GifHackFeministas que, como indica su manifiesto, busca crear otros mundos filtrándose a través de las grietas del sistema capitalista para, desde ahí, transgredirlo a través -y en el nombre- del arte.

La colectiva presentará su primera exposición #GifHackFeministas en el espacio virtual de residencias en Red Generación Espontánea, donde las acompañarán, en la música, Mujeres Vinileras Chingona Sound, Las Revoltosas y Radio Cósmica Libre. La cita es este jueves 9 de julio, de 19:30 a 22:00 horas.

Les dejamos con el Manifiesto de las GifHackFeministas y las creaciones de Neldy.

Manifiesto

Somos gifhackfeministas

Decidimos irrumpir en la red, habitar la red, crear en la red. 

Pensamos el hack como la acción de “atravesar los límites”, crear otros mundos, re-apropiarnos de la tecnología y construir narrativas feministas. 

Nuestra misión es hackear el sistema patriarcal-capitalista, nos filtramos por sus grietas y resquebrajamientos haciendo activismo virtual mediante el arte.

Intervenimos el discurso hegemónico: los roles de género, las modas, los estereotipos, la historia escrita por los hombres y “los vencedores”.

Creemos en la diversidad como valor vivido. 

Estamos conscientes de la variedad de posturas dentro del feminismo, y creemos firmemente que todas deben tener la oportunidad de mostrar sus ideas a través del arte.

¡Rechazamos el dogma! ¡Rechazamos el dogma! ¡Rechazamos el dogma! ¡Rechazamos el dogma!

¡Rechazamos el dogma! ¡Rechazamos el dogma!


Somos artistas

Utilizamos la apropiación y la intervención como forma de resistencia. 

Gestamos una comunidad donde prevalezca la empatía, la reflexión y la autocrítica.  No reproducimos las fórmulas patriarcales de competencia. 

Construimos un espacio seguro de trabajo y autocuidado. Establecemos relaciones horizontales de sororidad. 

Experimentamos con nuevas tecnologías y diferentes soportes audiovisuales. El juego como herramienta de creación.

Nuestras consignas son la libertad de expresión, la inclusión, la transformación y la provocación a través de los sentidos.


¡Transformemos los discursos! ¡Transformemos los discursos! ¡Transformemos los discursos! ¡Transformemos los discursos! ¡Transformemos los discursos! ¡Transformemos los discursos!

Somos digitalizadas

Usaremos los medios virtuales para acercarnos y organizarnos, para hacer activismo feminista. 

Hacemos uso del internet y la democratización de la información como postura política ante las formas de capitalismo impuestas dentro del espacio digital. 

Buscamos formas alternativas o experimentales de generar contenidos simbólicos.

Que la virtualidad sea una herramienta de unidad, encuentro y retroalimentación partiendo de nuestras diferencias, dentro de nuestras propias prácticas artísticas a pesar de la distancia corporal.

Exigimos espacios virtuales libres de violencia de género y misoginia. Nunca dejaremos de visibilizar la violencia que sucede en el mundo material y también el virtual.

El feminismo también está en la web.

¡Revolución virtual!  ¡Revolución virtual!  ¡Revolución virtual!  ¡Revolución virtual!  ¡Revolución virtual!¡Revolución virtual!  

Somos cíclicas

Los GIF son cíclicos, como las mujeres. 
Los GIF resisten, como las mujeres.
Repetición y resistencia para romper el loop del patriarcado.
Queremos reflejar a través de la potencialidad de la imagen y el movimiento del GIF la realidad de nuestros propios contextos. 
No pararemos, repetiremos y nos reinventaremos las veces que sea necesario para llegar a todos lados, vernos en todos lados, escucharnos en todos lados, hasta construir una espiral que trascienda y deje atrás la violencia y opresión.

Inundaremos las redes.  

¡Repetición y resistencia! ¡Repetición y resistencia! ¡Repetición y resistencia! ¡Repetición y resistencia! ¡Repetición y resistencia!

*Periodista mexicana, integrante de la colectiva Gifhackfeministas
Tw @NelSanMar
Giphy: @N3lS4n

No hay nadie en casa

Por Santiago Roncagliolo*

Photo by Jack Gittoes on Pexels.com

Este es el contestador de la familia Roncagliolo. Ahora mismo, no podemos atender a su llamada.

No hay nadie en casa.

Mi hijo dirige al equipo profesional del Atlético de Madrid. Mañana jugará los cuartos de final de la Champions contra el Barcelona, y va a intentar fichar a Neymar a tiempo. Mi hija está en el cine con cuatro de sus amigas. No paran de comentar la película mientras la ven. Pero nadie se queja. Mi esposa trabaja en el ayuntamiento de una ciudad vecina. Y yo me encuentro en la Lima del siglo XVII, entre brujas paganas, inquisidores y virreyes.

En los días del confinamiento, recuerdo con piedad a todas las personas bienintencionadas que me advirtieron que no me enajene con la computadora. Que vigile el tiempo de los niños frente a la PlayStation. Que prevenga la adicción a las redes sociales. Pienso incluso en los que no tienen televisión, porque son demasiado inteligentes para perder el tiempo con ella. Imagino a esas buenas personas llenando las 24 horas diarias y los siete días semanales con sus hijos en casa, jugando con soldados de plomo y camioncitos de madera.

A veces tienes grandes ideales y la vida te hace una putada, de verdad.

Para no pasarnos el día enchufados en mundos irreales, en casa hemos incorporado un programa de ejercicios. Empezamos bailando con Just Dance, hasta que me lesioné la espalda, porque el calipso en la sala de mi casa es un deporte de riesgo demasiado salvaje. Desde entonces, jugamos ping pong en la mesa del comedor. Hemos armado la red con una fila de cajas de kleenex, y la bola a veces rebota encima de ella, creando efectos inesperados. Si pudiéramos salir de casa, la patentaríamos.

Cuando les pregunto, los chicos quieren quedarse aquí para siempre. O al menos, hasta que se acaben los capítulos de Merlí, que vemos juntos por las noches. Es una serie muy extraña, sobre adolescentes que van por la calle sin que los detenga la policía, y se reúnen en un lugar llamado “instituto”, donde, al parecer, están permitidas las aglomeraciones. Nadie lleva mascarilla ni guantes, y estoy seguro de que su grado de contagio se volverá exponencial en cualquier momento. Irresponsables.

Acostumbrado a la soledad de la escritura, trato de reservar algunos momentos para estar conmigo mismo: mientras cocino, me sirvo un vaso de vino y me pongo música en los audífonos. Es como estar en una discoteca.

El virus nos obliga a vivir con lo indispensable: la gente que amas. El espacio preciso. La comida que puedes hacer con tus propias manos. Y resulta que la cultura forma parte de ello. El juego, la música y los libros hacen la vida soportable.

Como contador de historias, siempre me he sentido mucho menos útil para la vida real que un agricultor o un basurero. Ahora, ya no tanto. Por otro lado, muchos escritores viven convencidos de su propia importancia. Yo todos los días, a las 8, salgo a la ventana a aplaudir a los médicos y enfermeros que enfrentan al virus. Y ya nunca olvidaré quiénes son los héroes de verdad.

En fin, también la gente que frecuentamos se ha limitado al mínimo. Hacemos más videollamadas que nunca, pero con menos personas: mi madre, mi padre, los amigos más cercanos. Ni siquiera es posible hablar con alguien más. ¿Qué podríamos contarle? Tu familia es esa gente con la que no hace falta hablar de cosas interesantes. Y nuestra aventura más salvaje de esta semana ha sido desatascar el fregadero de la cocina.

Así que, si no hemos contestado esta llamada, por favor, vuelve a intentar.

Nos gusta que nos cuenten cosas. Cosas que no sean cifras de muertos y mascarillas.

Estamos ansiosos por saber de ti.

*Santiago Rocangliolo es escritor. Nació en Lima, Perú. Su libro Abril rojo (Alfaguara, 2006) lo convirtió en el ganador más joven del Premio Alfaguara de Novela y está en vías de traducción a más de diez idiomas. Su novela Pudor (Alfaguara, 2004) ha sido llevada al cine. Además, ha publicado El príncipe de los caimanes y los cuentos de Crecer es un oficio triste. También ha escrito guiones de cine y televisión, traducciones literarias y libros para niños. En la actualidad, reside en Barcelona y colabora con el diario El País de España y varios medios latinoamericanos.

**Con permiso del autor, reproducimos este material, publicado en la Revista de la Universidad y el Diario La Tercera

Desde mi ventana

Por Juan Alberto Vázquez*

Fotos: Juan Alberto Vázquez

Una de las cosas que nunca había hecho en mi vida era captar con mi cámara y desde mi ventana escenas de lo que ocurre en Brooklyn, mi barrio.

Lo primero que vi fue el miedo que nos chantajea cuando se atraviesan 38 ambulancias en un solo día, y al mes siguiente llegan los helicópteros durante todo el día cuando las protestas se hicieron presentes estando aún el virus como huésped.

Desde aquí he podido mirar que los individuos son, en promedio, jubilosos pese a sus trazas de intolerantes y sufrientes. Hay harto rapaz trepado al tren solidario del día y conquistadores de su parcela donde pintaron un muro de indiferencia y dolor.

A través de mi ventana he visto las oleadas de esperanza que mueven a la humanidad y la sólida empatía que empuja al sujeto. La supremacía del que se siente amado por Dios y la desconfianza de los que creen en alguna virgen. También, por supuesto, la bipolaridad de los que no creen en nada.

Sin mucha perspectiva, ahí, desde mi ventana, pude dibujar el modelo fallido, el único que tenemos como humanidad, ese que nos expulsa hacia el consumo que nos hace libres más que la verdad, aunque luego nos deprime. Para esos momentos de soledad, siempre existirá Amazon Prime.

Pero en el 2020 tuvimos la suerte de que una cuarentena nos mostrara que casi todo, o cuando menos lo que vale la pena, lo podemos hacer con nuestras manos y en nuestras casas: pan, albóndigas, sopa, pizzas, jaleas, arte, amor, engaño, intriga, juegos. 

He mirado a mis hijos, que no dimensionan la tragedia, apostando a la normalidad. Con ellos, mi gato comienza a aburrirse en su exilio entre los dos pasillos, seguramente la zona más fría de la casa, ahora que llegó el caluroso verano.

Miro de lejos a un hombre joven con una joroba de preocupación y a un viejo que sale a dar la vuelta al parque en su bicicleta, echando a la basura su playera que dice “población de riesgo”.  

He visto a trabajadores esenciales recoger basura y entregar comida que nadie quiere preparar. He visto a otros preparar comida que nunca pensaron pudieran cocinar.

He visto gente querida en Zoom y gente odiosa en vivo.

He visto perros inmunes y luciérnagas, mapaches, cuervos, palomas, abejas, moscas, hormigas y ardillas. A esos pájaros que cantan divino y que, según entiendo, parecen estar muy a gusto sin nuestra tóxica presencia.

Esta es una ciudad en la que, desde hace siglos, todo florece. Ahora que fue la más contaminada del planeta, es el ejemplo claro de lo que “domar la curva” significa y por eso la mayoría nos sentimos orgullosos, aunque no por eso menos alertas.  

Aunque haya euforia implícita en la frase “lo logramos”, eso nos lleva decretar otros objetivos y conocer el empaque de las cosas que nos van a salvar: aquellas que tienen ruedas y se dejan pedalear, lo que viene en botella de cristal, lo que se escucha con saxofón o piano, lo que viste falda.

Sobre todo, lo que lleva nuestra sangre.

*Periodista y escritor mexicano dedicado a temas de justicia, migración y cultura. Reside en Brooklyn, Nueva York. Twitter: @juansinatra