En la escuela vía Zoom

Alumnos de francés de las Prepas 5 y 6 de la Ciudad de México nos comparten su experiencia en clases interactivas, satisfactorias, dicen, pero con obstáculos como una mala señal de internet y la ansiedad que causa la soledad al no poder socializar en el aula

Por Annabel Juárez Mejía*

Soy profesora de francés en la Escuela Nacional Preparatoria y debido a la crisis sanitaria nos vimos en la necesidad de hacer los cursos en línea. Pese al temor inicial, me vi sorprendida ante la entusiasta respuesta de mis alumnos de 17 a 18 años tanto de la Preparatoria 6 “Antonio Caso” como de la Prepa 5 “José Vasconcelos” con un nivel B1 de acuerdo al Marco de Referencias de Lenguas. Las clases, con una duración de dos meses y por medio de la aplicación del software de videoconferencias Zoom, resultaron muy interactivas.

En lo personal, tenía cierta experiencia con los cursos en línea ya que así cursé mi maestría en Didáctica del Francés en la Universidad de las Antillas. Gracias a este acercamiento no me era desconocido el modo y el uso de las nuevas tecnologías en clase. No obstante, el reto que nos planteó la crisis por el Covid-19 fue un evento fortuito para profundizar en todos los conocimientos tecnológicos y la didáctica de la enseñanza de idiomas.

Mis seis alumnos desarrollaron sus capacidades al máximo y, con mucha motivación, se dieron a la tarea de reunirnos todos los jueves por la tarde para practicar y enriquecernos con el idioma francés. Incluso llegamos a hacer un debate interactivo vía Zoom que fue su evaluación final. Tanto para mí como para mis estudiantes la experiencia fue todo un reto, pero estamos contentos con los resultados ya que, a pesar de que se atravesaron las vacaciones escolares, nos comprometimos a trabajar fuertemente y lograr nuestro objetivo: hablar en francés vía Zoom.

Ahora, al leer sus comentarios que ellos prepararon para compartirlos con las lectoras y lectores de Diarios de Covid-19 me doy cuenta de las dificultades que se les presentaron, lo cual me sirve para mejorar como profesora en función de su aprendizaje. Son tres chicos y tres chicas, todos ellos muy motivados para mejorar su francés, muy emprendedores y “courageux”, valientes. Es por ello que les pedí nos hablaran un poco de sus expectativas sobre este curso y su valoración final, y estos son sus testimonios.

José Alberto Rodríguez González

“Tomar clase de francés en Zoom con la profesora Annabel y todos los compañeros ha sido una gran experiencia. Su buen humor y el interés que tienen mis compañeros por el aprendizaje del idioma me ha motivado y me ha impulsado a ir más lejos de lo que imaginaba: cada vez me siento más seguro cuando me explico oralmente, y me alegro de que nos comprendamos en clase, intercambiando experiencias y puntos de vista.

“Es raro hablar delante de un ordenador para hacer llegar mi voz y mi imagen hacia otros sitios. A veces tengo la impresión de hablar solo, y me pregunto cómo la tecnología es tan maravillosa para comunicarme en tiempo real con otras personas y emprender distintas acciones desde otros lugares. Sin embargo, sé que todo esto es verdadero y me agrada. De vez en cuando me siento privilegiado por vivir en esta época que, si bien no es perfecta, nos permite gozar de las diversas ciencias que nos hacen la vida más fácil. En otro tiempo hubiese sido muchísimo más complejo continuar estudiando.

“Las actividades en clase son dinámicas, y, contrario a la idea preconcebida de las clases online, no son nada acartonadas. Todos damos lo mejor de nosotros, y eso nos hace divertirnos y olvidarnos un poco del mundo, y por supuesto aprender igualmente a como lo haríamos en un aula presencial.

“Sin embargo, la distracción es un punto débil que debo trabajar para que mi experiencia y mis aprendizajes en las clases, no solamente en las de francés, sean satisfactorios. En casa hay muchas cosas con las cuales es posible distraerse. Espero que, poco a poco, todo sea más fácil; la situación que atraviesa la humanidad nos ha hecho emprender marchas que nunca imaginamos, y hacer las cosas totalmente distintas. Es por eso que es importante habituarse.

“Esto me hace pensar en una frase de Viktor Frankl, autor del célebre libro El hombre en busca de sentido: ‘Cuando ya no podemos cambiar una situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos’. Esto es lo que hacemos nosotros, puesto que el futuro está enfrente nuestro y no podemos detenernos, desde luego siempre garantizando nuestra salud e integridad física.

“Creo que nos acercamos a buen paso al objetivo que nos planteamos al tomar estas clases. Gracias a que de vez en cuando nos equivocamos, y a los consejos que nos da la profesora, vamos eliminando las lagunas que teníamos, adquiriendo cada vez una mejor comprensión de los distintos temas que nos permiten acercarnos a un mejor dominio del francés…”

Elizabeth Moctezuma Barreto

“Aunque las videoconferencias y las clases en línea no son algo nuevo, como consecuencia de la pandemia de Covid-19 tanto los maestros como los alumnos tuvimos que adaptarnos a un nuevo método de enseñanza. Las dificultades para los maestros es que tienen que encontrar material virtual de enseñanza, y para los alumnos aprender un nuevo método de estudio.

“Creo que para que una clase por Zoom u otra plataforma sea didáctica es necesario que los alumnos sean participativos y atentos, ya que al no estar físicamente presentes en un salón se les puede dificultar concentrarse. Igualmente pienso que es mejor cuando una clase en línea es con pocos alumnos, para que el maestro pueda monitorearlos y cada uno tenga la oportunidad de participar. Otro factor que encuentro importante es que haya cierto compañerismo entre los alumnos, de esta manera la clase puede ser más dinámica.

“Una dificultad que he experimentado es la baja calidad del internet; por ende, baja calidad de audio y de pantalla, ya sea porque otros usuarios están conectados o por una mala red. Otra dificultad es que, como estudiante, necesito tener mi concentración completa en la clase para entenderla y en realidad aprender. Sin embargo, al estar en casa y no en un ambiente escolar encuentro muchas distracciones. Es por esto que el alumno encuentra las clases en líneas fatigantes.

“A pesar de que ahora estoy más tranquila con mis clases en línea, ya que es sólo una, cuando tenía cinco estaba estresada. Estresada que mis compañeros hicieran un buen trabajo, estresada porque no podía preguntarle directamente al profesor y estresada por saber si mi tarea había sido recibida. Mucho de lo anterior es igual o parecido a la escuela presencial, pero el factor que cambia y el que considero más importante son los amigos, la socialización. Nuestros compañeros son los que evitaban que nos sintiéramos solos y las clases en línea nos aíslan de cierto modo, le quitan el factor social a lo que uno como estudiante considera debe estar incluido en una clase, y sólo queda lo educativo.

“Mi generación entra a la facultad en dos meses y todavía no tenemos idea de cómo se desarrollarán las clases. Personalmente, ansiaba entrar a la universidad, pero ahora siento ansiedad por tener que volver a las clases en línea.”

José Antonio Zahuantitla Vázquez

“Debido a las condiciones actuales a las que nos enfrentamos, la manera de enseñar se ha modificado radicalmente, cambiando las clases análogas en virtuales. La experiencia que he tenido ha sido a través de la plataforma de Zoom, la cual afortunadamente ha sido buena dado que los profesores de la Escuela Nacional Preparatoria (ENP) se han dado a la tarea de buscar los recursos y ayudas para dar la clase de la mejor manera posible, como son videos con explicaciones cortas, audios y los PDF, trabajando en grupos pequeños, además de otorgar siempre el apoyo necesario, no sólo para responder alguna duda sino también para cualquier problema que surja con el material, así como tener una gran disponibilidad para estar en contacto con los alumnos.

“A pesar de lo anterior, en la mayoría de los casos es posible que surjan una gran cantidad de problemas como es la mala conexión de internet, así como la dificultad para abrir los archivos, además de que en algunos casos los profesores no tienen un contacto continuo con la tecnología. Pero también puede ser que los grupos sean muy numerosos y la interacción entre los alumnos mismos, así como el profesor son nulos. Personalmente considero que, para mejorar las clases en línea, se debería comenzar reduciendo los grupos ya que los mismos permiten que la interacción entre los alumnos y el profesor sea más dinámica, y eso le permite al maestro poder resolver las dudas que surjan, además de que hay una participación más notable de los alumnos y que puedan interactuar entre ellos mismos. Además de instruir a los profesores para que estos sean capaces de utilizar todos los recursos a su disposición y que tengan un mayor dominio de la tecnología.

“Finalmente, a pesar de la experiencia positiva que he tenido al aprender en las clases en línea, personalmente prefiero las clases análogas pues no sólo permiten tener una mayor interacción entre el profesor y los estudiantes, sino también con nuestros compañeros y amigos. En el aula las explicaciones son más rápidas, al igual que la resolución de las dudas, además de que no se depende de una conexión mala de internet y se permite que una mayor cantidad de la población pueda tener acceso a las clases presenciales.”

Zaida Guadarrama Cabrera

Como estudiante del México en el que vivimos no es fácil acceder y aprehender los conocimientos de un nuevo idioma. Revisar conjugaciones, aprender estructuras, memorizar vocabulario, lidiar con tareas, tus compañeros y tus constantes conflictos de la adolescencia. Si ya de por sí estudiar una lengua es complicado, ahora imagínenlo en medio de una pandemia. Es un reto. Sin embargo, no es fácil acceder a la oportunidad. Estudiantes, maestros e instituciones estamos atravesando por una crisis para la cual quizás no estábamos preparados y nos ha expuesto a diversos conflictos con la tecnología: le pico aquí, abro este link, comparto pantalla, olvido que el micrófono estaba prendido, mi compañero no se puede conectar…

“Entre otras cuestiones, es la misma tecnología la que nos ha hecho crecer. Durante mi tiempo en el curso de Certificación de Francés he aprendido que todas las herramientas para prepararte siempre han vivido en la Internet, pero nos hace falta saber la manera de aprovecharlas; que, de pronto, tienes compañeros que se sienten cercanos a pesar de que nunca los conociste en persona, que quizás el encierro es el momento perfecto para no sólo estudiar un nuevo idioma sino también para pulir habilidades que ya posees, que ahora son tú y tu maestro los que aprenden a aprender y se divierten en el proceso.

“Me siento afortunada por tener la posibilidad del acercamiento con el idioma porque sé que muchos otros estudiantes, incluso sin pandemia, no poseen los recursos. Me emociona convivir virtualmente con compañeros con los que quizás nunca comparta salón, pero sí un gusto por el idioma y el entusiasmo por aprenderlo. Disfruto conocer a mi maestra desde este ángulo de la pantalla y reconocer su labor al compartirnos lo que sabe.

“¿Aprender un idioma en medio de una pandemia es difícil? Sí, pero incluso podemos agradecerle por mostrarnos que una vez que tienes la oportunidad de estudiar nos queda tomarla, transformar las adversidades en conocimiento y ya habiendo conocido lo mejor que podemos hacer es compartirlo.” 

Sonia Alcaraz

“Mi experiencia al tomar clases mediante una plataforma ha sido totalmente diferente a lo que estaba acostumbrada, en especial porque he tenido que aprender a utilizarla, así como todas sus funciones.

“Las clases son más dinámicas ya que utilizamos diferentes materiales que están en la Internet como videos, fórums, entre otros. Asimismo, las clases son muy cómodas, dado que al estar en mi casa yo puedo acomodar mi nuevo ‘salón de clases’, lo que a su vez es complicado porque existen más distractores que en la escuela.

“También, el poder aprovechar mi tiempo estando en casa aprendiendo ha sido muy bueno para distraerme. De igual forma el estar en contacto con personas que tienen los mismos intereses lo vuelve más ameno, puesto que comenzamos a formar nuevas amistades de una manera distinta.”

Christopher Hernández Silva

“En un inicio era tan difícil mantener un control de horarios, quién pensaría que yo dormía mejor cuando iba a la escuela. Pero, poco a poco, me fui acostumbrando y dando orden a mi vida. Sin embargo, aún es muy difícil separar el tiempo de procrastinación y trabajo (he tenido hasta que dejar sin wifi mi teléfono para poder concentrarme…). Además, sentía que trabajaba y trabajaba y no avanzaba.

“Pero también ha habido buenos momentos durante las clases en línea, por ejemplo: en mi clase de francés hubo un debate donde fue muy divertida la competencia y se sentía como si estuviéramos discutiendo en físico. Además, algunas veces han sucedido momentos graciosos, como por ejemplo cuando algún pensamiento se te sale y como el micrófono todo lo registra, una mala palabra (‘¿Cómo chingados se decía?”, o cosas más banales como ‘Tengo hambre’), pues es divertido…”.

“Una vez en una clase a las 7 de la mañana me quedé dormido (por suerte apagué mi cámara y mi micrófono) o en otras a esa misma hora había compañeros literalmente con las sábanas sobre ellos. Quién pensaría, tal vez y conoceremos a nuestros compañeros profesores del siguiente año en línea.”

*Profesora mexicana (CDMX), egresada de la Maestría de Didáctica del Francés de la Universidad de las Antillas 2017 y licenciada por el Instituto Superior de Intérpretes y Traductores de México. Email: annabel.juarez@enp.unam.mx , https://www.facebook.com/annabel.j.mejia

FOTOS PARA EL TEXTO: Annabel Juárez Mejía y Especial

Homenaje a José Vicente Anaya

En la madrugada del sábado 1 de agosto, a los 73 años, falleció mientras dormía el gran poeta infrarrealista, originario de Chihuahua, autor, entre otros célebres poemas de “Híkuri” donde recoge el rito rarámuri del peyote

Por Sofía Rodríguez*

Mi domicilio exacto son los sueños
José Vicente Anaya

                                                                                                                                 

La noche del alma no da tregua, el poeta José Vicente Anaya nos ha dejado. Amigo noble, transparente, sin dobleces, con un interés y respeto genuinos por los demás. Un ser humano como él permanece para siempre.




La autora y el poeta en el restaurante de la antigua librería Gandhi, 17 de mayo de 2017

Me honró con su amistad por más de veinte años. La última vez que hablé con José Vicente fue a finales de junio, por teléfono. Se encontraba desde abril en una casa de reposo y rehabilitación, aquejado por una mielitis que propició ciertas complicaciones derivadas de la neuropatía diabética que padecía. Logré arrancarle una leve risa al comentarle que había publicado en FB una foto de nosotros dos en la antigua librería Gandhi (que cariñosamente llamaba su oficina), de la época en que aún podíamos abrazarnos. Sus abrazos eran generosos, como todo él. El 20 de julio ingresó al hospital para someterse a una angioplastia y una debridación del talón. El viernes 31 lo dieron de alta y en la madrugada del 1 de agosto, a los 73 años, falleció mientras dormía.

La gente está enferma de cordura”, decía, y la conversación se dirigía con frecuencia a personajes de la vida real que visionarios, rebeldes o alucinados, iban como él, a contracorriente de lo establecido; de ahí su adhesión al movimiento de poetas infrarrealistas donde se manifiesta por un arte de vitalidad sin límites. Cuando el movimiento se desintegra emprende un viaje físico, emocional y poético, mientras escribe “Híkuri”, su poema emblemático, un viaje al exterior que recoge el rito rarámuri del peyote para ir a un viaje interior que abre las puertas de la percepción. Lo individual que se dirige a lo colectivo a través del único lenguaje posible para hacerlo, la poesía.

Poeta, ensayista, traductor, periodista cultural, autor de más de treinta libros, incansable investigador de la vida, estaba interesado, como buen acuario, en lo colectivo que no establece jerarquías. Confiaba en que la poesía era un lugar que nos volvía, de algún modo, mejores. Un ejercicio colectivo, un acto de rebeldía, un regalo de la vida para olvidar la muerte de la memoria. Fui colaboradora y representante de Alforja, “revista de la Fraternidad Universal de los poetas”, como enunciaba, la cual recoge ese esfuerzo, ese tributo colectivo a la poesía, extraordinario proyecto editorial que José Vicente fundó y dirigió junto con José Ángel Leyva.

Me es difícil hablar de él desde fuera del poema. La última vez que nos vimos en persona le comenté que no sabía cómo armar los manuscritos que tenía dispersos en múltiples cuadernos, papelitos y hasta servilletas. “Recuerda que del caos surge la creación”, me contestó, con ese tipo de frase que acostumbraba dejar caer después de escuchar con cuidado, y que me daba la pauta para ver algo desde otro color, de una manera que no pocas veces me devolvió a mí.

Recuerdo ahora una frase de la editorial con la que despidió el último número de la revista Alforja: “Todo acaba, pero no es el fin”.

Para José Vicente Anaya Leal

Donde la ternura es montaña
y la muerte no seca los caminos,
donde el sonido
reverbera distinto
y el camino más confiable
es el de la enredadera,
ahí donde tu sonrisa aún es amplia
y es fácil
resguardarse en ella
en su luminosa rebeldía
que tiene la sed de todos los gritos
y todas las palabras donde
se convoca la magia
no sólo posible
sino necesaria
para llegar al caos
que antecede a la creación.
La lluvia se queda en los ojos
junto a todo lo que no ha de volver,
el resto,
está en los sueños
tu exacto domicilio.

* Sofía Rodríguez Fernández, antropóloga social mexicana, poeta y pintora (Ciudad de México). Poesía y pintura se reúnen en su trabajo en una especie de viajes paralelos con sitios de conexión. 

https://www.facebook.com/Aorana/     aorana@yahoo.com  https://www.instagram.com/sofivolart/

“Estudiar en línea jamás va a ser lo mismo”

Testimonio

Desde Managua, esta joven estudiante de Psicología y aficionada al arte de retratar la realidad, nos cuenta cómo vive la pandemia y lo rutinaria que pueden ser las clases en línea cuando se extraña demasiado al aula y a los amigos

Por Claudia Lucía Tinoco*

Mi nombre es Claudia Tinoco, tengo 20 años, vivo en Managua, Nicaragua, un país que está en crisis por problemas sociopolíticos desde abril de 2018. Estoy en el último año de Psicología, pero mi carrera universitaria ha tenido muchos altos y bajos ya que desde hace más de dos años se cancelaron las clases a raíz de la rebelión estudiantil, se hicieron en línea y luego otra vez presenciales hasta que la pandemia nos ha obligado de nuevo al encierro.

En 2019 viví en la Ciudad de México durante seis meses gracias a una beca de intercambio universitario, y hasta el día de hoy ha sido la experiencia más enriquecedora emocional y culturalmente, y también de autoconocimiento. Viví cosas que nunca pensé vivir, me encantaba tomar mi mochila los fines de semana y andar de mochilera con mis amigos de diferentes países y aprender tanto de México y de ellos.

Desde mediados de marzo comencé la cuarentena con mi mamá, pienso que estudiar en línea jamás va a ser lo mismo que las clases presenciales porque no es sólo el aprendizaje, es la experiencia de estar en la universidad, la oportunidad de conocer gente, de convivir con mis amigos, tener buenos debates e irme a tomar un café cuando ya estaba cansada de tanta clase.

La enseñanza digital es muy rutinaria, es pasar sentada frente a mi computadora durante horas escuchando hablar a mi profesor. Me cuesta concentrarme ya que tengo el celular al lado. Mientras tengo la clase desayuno, los profesores tratan de dar lo mejor de ellos y realmente me molesta ver cómo otros compañeros los irrespetan o se ponen a jugar para que los maestros tengan que esforzarse más. No es justo ni correcto, sino una actitud de mucha inmadurez. Cuando me dejan tareas me esfuerzo para sacar buenas notas, porque a futuro quiero conseguir otra beca y tener mejores oportunidades de vida.

Esta cuarentena ha sido una montaña rusa. Al comienzo me frustré mucho ya que cumplí 20 años encerrada en casa ¡y tenía tantas expectativas de celebración! Pero todo pasa por algo, me di cuenta de que estaba enferma (no de covid) y fue un gran impacto. Comencé un tratamiento que al inicio fue muy fuerte, pasaba de mal humor, sólo quería dormir y no quería hablar con nadie; pero comencé a ver cambios positivos en mi cuerpo y poco a poco empecé a hacer cosas productivas como trabajar en mí, mental y físicamente. Ahora el ejercicio es algo que hago como rutina de vida y lo disfruto. Mi mamá y yo hemos trabajado juntas para mejorar nuestra relación de madre e hija y ayudarnos mutuamente para no volvernos locas en este encierro.

De vez en cuando me voy al mar unos cinco días con mis dos perritas labradoras y mi papá, que vive ahí. Es como una limpieza total de toda esta locura. Mi lugar favorito es la playa, entonces lo disfruto mucho, ver los atardeceres es de mis placeres favoritos, al mismo tiempo que escuchar música y despejarme con una vista preciosa que, aunque sea la misma playa todos los días, es totalmente distinta. El cielo es como un lienzo que un pintor diferente pinta en cada amanecer.  En esos momentos, mis pensamientos son sobre mi futuro, mis planes de vida. Pienso mucho en mi abuela que ya no está. La recuerdo sentada en la arena escuchando el mar. Juego con mis perritas a que me traigan la pelota y verlas felices es algo que me llena el alma. También escuchar a mi papá y jugar frisbee con él es algo que ha ayudado a reconstruir nuestra relación. A veces pienso cómo era yo antes del Covid-19 y la verdad es que no estaba tomando la vida muy en serio. Me recuerdo recorriendo las calles y poblados de México cuando me sentía libre y en paz, haciendo planes para viajar por todo el mundo. Pero hoy lo más importante es la salud de mi familia y la mía.

A veces me siento a ver mis álbumes de fotos y me caen lágrimas de emoción, desde hace mucho me gusta la fotografía. A veces desearía regresar el tiempo o volver a ver un paisaje o una persona y la fotografía permite eso, congelar momentos y paisajes, volver atrás y sentir las mismas emociones o energías.

Estudié fotografía en mi universidad, cada vez me enamoro más y más de mi carrera. Mucha gente dice “Psicología es fácil”, “no aprendes nada”, “te vas a quedar en la calle”, pero yo ignoro esos comentarios, es una carrera que te enseña a ayudar a otras personas. Tal vez nosotros los psicólogos no podemos salvar a alguien si decide pegarse un balazo, pero podemos lograr que ese pensamiento de suicidio desaparezca y las personas crezcan emocional y mentalmente más sanas. En algunas prácticas que he tenido en México o en Nicaragua con niños o con personas de la tercera edad me he sentido conmovida. Es cuando pienso que la psicología comunitaria es el ámbito donde más cómoda y contenta me siento, poder ayudar a otras personas y que esas personas me ayuden a mí es algo de lo que nunca me cansaría.

*IG Claudia_tinocos

Una labor invisible

Autor: Carlos Mejía/ Reportero gráfico 

FB: Carlos Mejía Odín Rosas

Tw: @Omr89CarlosIG: @carlosodin89 y @parejita89

De lunes a viernes, en jornadas de ocho horas, trabajadores de la Dirección General de Servicios Urbanos y Sustentabilidad de la Ciudad de México se encargan de sanitizar las calles de la capital mexicana, dando prioridad a las colonias donde hay un alto índice de contagios por Covid-19. 

En su espalda llevan alrededor de 50 kilos de peso por la suma del aspersor motorizado, además del líquido desinfectante. 

Es una labor poco reconocida y riesgosa, peor aun cuando ellos afirman que son más las personas que los agreden verbalmente porque creen que esparcen el microbio, que aquellos que les agradecen por dejar las calles libres del nuevo coronavirus.

Una labor vital, invisibilizada.

Desde la ventana

Por Irene Selser*

Hacía cuatro meses que no los veía. A Francisco Hernández y su Dulcinea, Leticia Arróniz. Me fui caminando el sábado pasado a mediodía hasta la colonia Roma para ver desde la calle a otra querida amiga, Susana Bercovich y de ahí, tres cuadras al norte, enfundada en mi armadura anti-Covid, me “reuní” con ellos desde su ventana del primer piso.

Leticia me dijo: “¡No puedo creer que tengamos que encontrarnos así!” Y yo, para reírnos de la situación, de por sí ridícula, les recité gesticulando en una escena inversa como Julieta de a pie, “¡Oh, Romeo, Romeo! ¿Por qué eres tú, Romeo? Renuncia a tu padre, abjura de tu nombre; o, si así no lo quieres, jura solamente amarme y dejaré de ser una Capuleto”.

–¿Quién viene en medio del Covid a recitarles a Shakespeare, eh? –los conminé con alegría detrás de mi barbijo, y ellos, vencedores de no pocas, difíciles batallas, me respondieron al unísono “Sólo tú…”.

Antes de despedirnos y luego de ponernos al corriente con lo acontecido en estos tiempos de pesadilla, le pedí a Frank que, ya que estábamos en ésas, grabara para Diarios de Covid-19 / Porque vivir es urgente tres de sus más recientes poemas que integran su último y aún inédito libro –una belleza lírica que fuimos leyendo a lo largo de su confección y cuyo original y sorprendente título, como suele ocurrir con él, no puedo revelar.

Leticia, como siempre, garantizó la encomienda hecha al Poeta –hoy por hoy, sin duda, el mejor de México. Su vasta obra escritural, marcada desde el primer libro hace varias décadas por sus obsesiones, fantasmas y visiones, no están exentas de un divertido y cáustico humor negro y tropical, donde lo agreste y reflexivo se viste de pronto de ternura. Francisco Hernández, maestro y amigo, no ha perdido su veracruzana calidez (San Andrés Tuxtla, 1946) que ya quisieran los menores, a pesar de acumular todos los premios, entre ellos el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, Premio Carlos Pellicer, Premio Xavier Urrutia, Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines y el Premio Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde. Por su magnífico libro, uno de los que más amo, La isla de las breves ausencias –junto a Odioso caballo/ O Dios o caballo y Población de la máscara, publicados por su casa editorial Almadía– en 2010 obtuvo el Premio Mazatlán de Literatura.  

Nos despedidos con un «¡hasta prontito»! y Leticia me presume una canasta amarrada a un lazo. Me explica que están por traerle una provisión y que, como Caperucita, se ha vuelto inseparable de ese tejido de trenzas para subir o enviar cosas. Adaptaciones darwinianas en estos tiempos de supervivencia…

Disfruten, pues, lectoras y lectores de Diarios de Covid-19 –que ya se cuentan por miles en América y Europa–, la lectura de estos finos y estremecedores versos en la voz de su autor como un obsequio que nos ayude a resistir .  

*Periodista, traductora. Editora de Diarios de Covid-19. FB Irene Selser, Email: iselser@yahoo.com

Diario poético

El miedo y el encierro pueden, también, alimentar el alma de palabras, imágenes y colores como esta conjunción de finos versos y sutiles pinturas

Por Sofía Rodríguez*

Día 3

Navegamos por la sangre
río de sombras,
de tu mano el agua viene
en alas de mariposa blanca
que vuela a un lado del precipicio,
la mejor experiencia
siempre será el misterio.

Nuestros ojos duermen.

Día 5

Equinoccio,
el día igual que la noche
el fuego igual que el hielo
la valentía igual que el miedo
el susurro igual que el grito.
Llegué
tímida
como la nieve que helada se precipita
al sin sentido de la vida.

Día 8

La sombra me dará su mano,
y por qué no seguirla en éste
laberinto de coros que aúllan
desde los estertores de lo creado
y por qué
no
vaciarme de esta ruina
convocada
desde las inmensas habitaciones del miedo.
Oscuridad había,
y tanta.

Día 11

Deslizarse
es lo mejor de todo.
Deslizar la tinta por el papel
el pincel por la lengua
escabullirse por una puerta entreabierta,
arrastrar los pies por el barro
mientras los rayos se deslizan a través de la noche.
Soñar para escapar del dolor
observar al infinito deslizarse
fuera del tiempo
como beber lágrimas que resbalan por la cara,
como la sangre que fluye de una herida
como el último suspiro
que se desliza fuera de la vida.

Día 13

La vida es un oráculo cifrado
donde somos pétalos
que el viento esparce por el suelo.
Un tapete de flores a mis pies
la fuerza de la belleza
sin titubeos o disculpas
sin esconderse para sobrevivir
sin justificar su existencia
sin pedir permiso.
Miro a la que soy
avanzar
con el vértigo de mirar hacia arriba.
Uno de mis refugios más amados
es de color lavanda,
como los primeros días de la primavera.


Día 17

Lo que me queda
más allá de esta hora
no es mucho, pero
es todo.
Lo que desconozco
lo que no puedo nombrar
lo que me pierde
de este sueño
en el que ya estoy perdida,
lo que aun entonces me rescata
en ardiente lucidez trágica
o suicida. Me refugio
a un costado de esta noche del alma
colectiva,
pero parece que siempre
he estado ahí
esperando develar el misterio.
Se desgarra el papel
con el que el silencio me envolvió dos veces
y de pronto no hay más,
todas las puertas
son para salir.
Observo mi jardín. En el fondo
de todo
seguramente habrá un jardín**

Día 18

Qué fácil aceptamos un sistema que asesina
como acto de creación
Cuando se conquista todo lo que puede ser conquistado,
la serpiente se muerde la cola.
El mundo huye,
se va por una grieta.
Un resplandor de mandrágora
se lleva al presente imaginado,
se disuelven las fronteras
de la realidad
ninguna historia, o nombre
ningún mensaje aún legible
queda,
todo se disipa en una sombra de agua
parecida a la nostalgia.
Colgada del nudo de los sentidos
mis pies se despegan del suelo.
Agito los brazos
largos
ansiosos
ciegos,
fervorosos como dos redes de pesca lanzadas
a la espera.
Este es el momento,
si le aúllas a la luna
siempre vas a aullar bien.

Día 19

Se canceló la entrada al paraíso
y es mejor no ver las raspaduras,
mejor no ver detrás de los escombros
porque el valor necesario para hacerlo
no es indispensable ahora.
Es cruel la temporada, sin duda.
He perdido el equilibrio
reconozco que resultó frágil,
cuando al punto cambia como veleta al viento
y el vértigo no viene con manual de instrucciones.
No nos queda sino rodar
y esperar partir en dos lo indivisible.
Rodar en las arenas de la memoria
para olvidar lo que soltamos o cae de nuestros bolsillos.
Rodar para aceptar que no hay atrás ni adelante
hola o adiós
arriba o abajo.
Sólo rodar magistralmente.

Día 21

Caminamos juntos por esta historia
de bordes arrugados,
jornadas que ahora lavo
con el trapito gris
de las emergencias médicas,
y las despedidas.
Escucho voces llamarme
desde lo profundo de las aguas.
¿A dónde vamos?
Abrazos no dados.
Abrazos no recibidos.
Abrazos sin fin donde me deslizaba
hasta invertir las leyes de la física.
Todo parece cincelado en la maquinaria de los sentidos.
Devoramos todo
y todo nos devora.
Somos pasto fértil
de la eternidad.

Día 23

Ahora que el primer círculo del infierno
se amplía o se reduce,
descendemos calladas
ciertas interminables escaleras.
Lo escrito en los pizarrones está siendo borrado.
La otra orilla,
el plan B
el libro de aire que nuestra memoria sostiene,
la vieja película que da vueltas
en la cinta transportadora de nuestro cerebro,
todo se está borrando.
Fue necesario el ocio de aquellas largas noches
para acercar los sueños desde el incontenible amanecer.
El viaje es, ahora
hacia la bóveda celeste de la sangre.
La brújula interna habla
desde la crisálida que somos,
cambió el mundo
de nacido a por nacer.
Ya no hay entretenimiento que nos distraiga de nosotras,
estas somos,
la obra de teatro terminó,
los nuevos parlamentos están
escritos en los ecos del follaje,
en la plegaria que el danzar
siempre ha sido.
Respiramos el verde musgo de la piedra
para encontrar
lo que reposa encendido bajo la gran
ceniza de la tierra.
Dejamos de temer a la muerte
dejamos de ser hijas del miedo
nadie regresará por esas huellas.

Día 24

Hace mucho que habito en el reflejo de un estanque.
¿Y hacia dónde volver si todos los caminos me devuelven aquí?
Voy sin resistir
dibujando la vida con un lápiz
coloreando las esquinas desteñidas.
Que pierdo el tiempo
que no respondo.
Ahogada por banalidades,
¿Cómo anotar un dolor?
Revoloteo con pies descalzos entre día y crepúsculo,
las respuestas aparecen primero que las preguntas,
mis manos se pierden
en hojas húmedas de oscuridad que gotean
rocío.
Ligera
me conformo,
temblando,
siento cómo la noche se marchita.
Cuando el último deseo es sólo existir,
vivo ardiendo.
Brilla fuego en la oscuridad.

Día 32

Aprendí a leer frente a una lápida,
nunca imaginé que llegaría el momento
en que lo recordaría,
los grandes vértigos del alma
nacen del otro lado de las piedras.
Me hincaba frente a cada tumba
con todo el recogimiento y la devoción
necesarias
para enfrentar los mensajes indescifrables
y la muerte.
Creo que desde entonces intuía
que un misterio te conduce a todos.


Día 36

Asomada a mi vida,
me escribo cartas.
Debo haber extraviado el domicilio
o me fui a vivir a otra parte
porque de la calle sólo llega vértigo,
vestido de otra forma
pero siempre el vértigo.
El destructor, invisible
como antes
bíblico como antes
peste que nos impide salir,
letal
como morir en tu propia casa
igual que antes.
Vestidas estamos de creciente noche
acurrucadas
en la ternura de este empeño por vivir,
perdidas entre el follaje, luto
de otro cielo que antaño
entreabría los días.
La diferencia está en las manos,
el destructor tiene el deseo absurdo
de lavarse con frecuencia
las manos.

Día 47

No hemos parado de caminar
sin cambiar del mismo sitio,
hemos apretado bien los dientes
hemos cargado el corazón de un lado a otro
y mantenido ligeras las alas, por si acaso
pero el mismo corazón cambia de peso
y hay vueltas que suspiran más que otras.
Quedamos atrapados en el mismo libro
su lectura repetida
nos consume,
demasiado dolor
demasiado infierno
nos ha infiernado
y ahora que su contenido se reboza
no podemos exportarlo hacia otro lado.
Quizás ya estamos muertos sin saberlo.
¿Podremos volver a nacer?
Volver a nacer es también
volver a morir en otro lado.

*Sofía Rodríguez Fernández, antropóloga social mexicana, poeta y pintora (Ciudad de México). Poesía y pintura se reúnen en su trabajo en una especie de viajes paralelos con sitios de conexión. https://www.facebook.com/Aorana/     aorana@yahoo.com  https://www.instagram.com/sofivolart/

**Olga Orozco.

Menos para el Infierno

Por Odette Magnet*

Imagen de Stain_Marylight en Pixabay

Ayer me besó un desconocido. Fue algo repentino e inesperado. Estaba sentada en un banco de madera en el Parque Waterlow, al lado del cementerio de Highgate. Era un mañana tibia, con un sol de comienzos de verano. Cerré los ojos y respiré profundo y por un rato creí que la vida era posible. El aire olía a lavanda y curry. De pronto sentí unas pisadas sobre el camino de piedrecilla. Abrí los ojos cuando un hombre se sentó a mi lado y, tomando mis dos manos entre las suyas, me pidió dinero. Para comer, dijo, en un inglés precario, entrecortado. Me advirtió que ésta era la última vez que lo hacía y me pareció reconocer algo antiguo y familiar en su encogida de hombros. Creí escuchar el latido de su alma derrotada. Vacilé unos segundos. Metí mi mano al bolsillo y saqué unas cuantas monedas. Era todo lo que tenía. Desconcertada, se las entregué. Entonces él titubeó también y, con torpeza, me dio un breve beso en la mejilla derecha. Murmuró unas palabras, algo sobre que volvería más tarde, que no me moviera. Luego retiró una hebra de pelo que cruzaba mi frente. Se levantó y, cabizbajo, se alejó arrastrando los pies. Habría querido devolverle el beso y darle más dinero. Fue todo tan rápido. Quizás lo imaginé. Cuando la memoria me falla, recurro a la fantasía. Mejor así, duele menos. Qué importa si es verdad o mentira, si las cosas suceden o las fabricamos nosotros. Sentada en mi banco, todos los días, lanzo migas de pan a las palomas como hacen los jubilados del mundo entero. El sol entibia mi cuello. Me desabrocho el primer botón de mi blusa negra de lino. Se me vienen a la memoria, no sé por qué, esos pueblos del norte chileno, el grande y el chico, con sus tierras de grietas anchas, pozos olvidados, rostros curtidos, gente de pocas palabras, algo hosca y ademanes lentos, la mirada furtiva, rodeados por el silencio del desierto, la pampa infinita. Hacía tiempo que un hombre no me besaba de sorpresa. Más bien hacía tiempo que un hombre no me besaba. Nada bueno me había sucedido desde el inicio de la pesadilla. Había llegado a Londres un año antes. Para empezar de nuevo, para rehacer mi vida, como decía mi madre, que en paz descanse. Debes intentar olvidar, seguir adelante, sin rencores, remataba y se le quebraba la voz cada vez que me lo decía. Una agrupación de derechos humanos del Reino Unido, no recuerdo el nombre, había hecho las gestiones pertinentes por medio de los llamados canales regulares para que se me otorgara visa y pasaporte a Inglaterra como refugiada política. Más adelante, me aclararon, podría pedir la nacionalidad británica, si lo deseaba. Yo no elegí el destino, ni siquiera elegí salir. Para entonces ya tomaba pocas decisiones. Abordé el avión a Londres una semana después de que fuera liberada del centro de torturas cuyo nombre todavía no puedo pronunciar. Allá, en el sur profundo de Chile.

Desde entonces estaba en la lucha por la llamada sobrevivencia. No, no es cierto: hace ya mucho había dejado de luchar. Pese al tiempo transcurrido, todavía me siento como un árbol arrancado de cuajo, sin aviso. Con mis raíces desnudas, patéticas, a la intemperie, aterricé en Heathrow una tarde lluviosa. A la salida de la manga me esperaba un funcionario de esa agrupación humanitaria de muchas siglas. Me condujo a un hostal, me dijo que el alojamiento y las comidas ya estaban pagados para la semana y que me llamaría al día siguiente. Estrechó mi mano y me entregó cien libras. Lo fui a dejar a la puerta. Afuera, las calles adoquinadas, lustrosas, por la lluvia recién caída. Los cielos, revueltos, de colores indefinidos, grises, azules y violetas. No recuerdo mucho más. Ahora que lo pienso mejor, desaproveché la oportunidad de inventarme otra personalidad, otra persona. Un nuevo pasado, presente y futuro. Genial, aterrador, tentador. Pero, una vez más, me faltó el valor.

No hay a quien llamar ni nadie que me llame a mí. Tengo la certeza de que podría caminar durante meses sin encontrarme con alguien conocido. Nadie sabe de mi existencia y lo prefiero así. El anonimato me viene bien. No tengo identidad ni pertenencia. Todo sigue igual. Deambulo con el alma seca por los parques verdes, los más bellos del mundo. No conozco otros, pero conozco los parques de Londres. Camino sin cesar, sin rumbo fijo, a la espera de un diluvio que pueda borrar mis grietas, lavar mis heridas, cerrarlas para siempre
Abrigo la esperanza de que un día, en medio de las palomas, no recuerde ni siquiera mi nombre y tenga mi mente en blanco como un vaso de leche tibia. Asisto a mis sesiones con la psicóloga –casi mi única conocida en la ciudad– que intenta librarme de la culpa que arrastro por haber sobrevivido. Con su voz suave, me habla de la necesidad de recuperar el tiempo perdido y botar los dolores-

–Cuando el dolor no se expulsa como la leche agria, la mirada se vuelve opaca y la boca amarga –sentencia ella con la mirada fija en sus zapatos. Yo le explico, con pocas ganas, que no se puede medir el dolor como quien toma la temperatura o el pulso de un enfermo, que no deseo recuperar nada sino perder lo único que tengo: la memoria. Le advierto, ahora con menos ganas, que en las noches de insomnio en una pieza arrendada en el norte de Londres ruego a los dioses, a cualquiera, a alguien que esté despierto, que me inunde la amnesia. Pero eso no ocurre, los dioses duermen profundo y el pasado me arrastra al epicentro de la pesadilla, la misma que aún me hace mojar las sábanas de terror. Como la marea alta, el pasado regresa cada noche, montado en una gigante ola que me baña la piel, me revuelve las tripas, me quiebra los huesos. Ahí estoy, tendida sobre la parrilla, rodeada por mis torturadores, el metal frío bajo mi espalda, las patadas, los insultos, los gritos, mis oídos reventados, las quemaduras de cigarrillos sobre mis nalgas, mis pechos, las baldosas heladas, mis ojos vendados, el olor a mierda, mi mierda. Me voy desintegrando en partículas muertas, escamas que se desprenden de mi vagina agónica, un río de fuego, de lava quemante que baja como un torrente por mis piernas abiertas y amoratadas. El olor de mi vómito me inunda. Caigo en un pozo negro, sola, muda, sin decirles palabra a los bastardos, sin soltar un puto nombre, negándome a hablar, a cooperar, como dicen ellos, los bastardos. Sólo se quedarán con mis aullidos y mis brazos también abiertos, como un Cristo crucificado. Entonces lloro, creo. Siento la sal en mis labios resecos. Recuerdo esas irrisorias sesiones de células del partido, cuando éramos jóvenes. Los llamados dirigentes nos exponían teorías baratas sobre el control mental para enfrentar la tortura. Eventualmente, decían ellos, con sus voces graves. Pendejos. Soberbios. Ingenuos. Pura paja. No estábamos preparados para nada. Menos para el infierno. Pienso en mi playa favorita, en esas aguas de azul intenso, de verde marino, el sol que se desliza por la cresta de la ola y las gaviotas que hacen piruetas cuando se levanta la espuma, suspendida en el aire. Luego, en un estallido blanco, la ola revienta y lame mis muslos. Quiero volar como una gaviota. Estoy jodida, a nadie le importa un carajo si me muero aquí mismo. Yo, única testigo, muda sobre la parrilla. Mi garganta hierve, mis pechos, mi vientre, mi vagina, todo late a punto de reventar. La ola de electricidad me estremece, me eleva, me arrastra y me sumerjo en el dolor intenso. Sólo necesitas un par de buenas cachas con machos de verdad que te hagan gozar hasta que aúlles, me dicen los bastardos. Y yo les ruego que me suelten o me maten ya, de una buena vez. Ellos largan unas risotadas vulgares de hienas.

Me dan un poco de agua.
–No le den mucho –dice la doctora–. Podría morir.
Es lo que deseo. Estoy tan cansada. Quiero dormir, dormir. He perdido mi lengua, me la he mordido, la siento hinchada, carne molida. Soy una masa sin contornos ni rostro. La olí, doctora, mientras estaba en la parrilla. No vi su cara, pero olí su Chanel número 5. Fino, perfume de mujer, algo dulzón, intenso. ¿Por qué está examinando mi corazón? ¿Les dará la orden de que me dejen tranquila, que me suelten ya? Por favor, se lo pido, no se vaya, si se queda, doctora, no me volverán a poner electricidad. Alguna vez quise ser médico como usted, ¿sabe? Pero no podía soportar el dolor ajeno, entonces abandoné la idea de salvar vidas. Demasiada realidad. Crucé a la vereda de la fantasía y aprendí cine. Mucho después haría una serie de largometrajes. El cine. Entonces era mi pasión, una de tantas. A nadie le importa eso ahora. Yo no hice nada malo, hasta abandoné el partido, era otra pendeja, aunque no me arrepiento de nada como dice la Edith Piaf. Me hicieron pebre igual y, seguro, doctora Chanel número 5, que usted anda espléndida por la vida, con gafas oscuras y tacones altos, madre ejemplar y esposa devota. Con la vista nublada me arrastro en cuatro patas a mi guarida. En un rincón, me siento sobre un charco de orina. El piso está frío, al igual que los muros. Caigo en un pozo profundo y me envuelve el silencio. Desde hace unas semanas, vengo todos los días a este parque, al mismo banco, bajo la lluvia o el sol. Es mi favorito. Enorme, con césped cuidado, verde intenso, tiene dos laguna colmadas de patos; por las orillas, los sauces llorones. Entre los árboles, algunas ardillas apresuradas y una decena de estatuas de figuras humanas repartidas por todo el terreno. Los bancos lucen una pequeña placa de bronce con el nombre grabado de algún vecino que ya murió pero que también amaba ese parque. Los perros corren libres y los niños caminan de la mano con sus padres. Otros juegan a la pelota. Yo los miro, sentada, y les doy de comer a mis palomas gordas. Entonces soy casi feliz. No necesito nada más, ni siquiera sé lo que haré al minuto siguiente. Ahora estoy segura, lejos de Chile, ese país lejano que algunos llaman patria. Ya nadie me puede hacer daño, ya nunca más. Estoy a salvo, sola, sin padres ni hermanos, sin hijos, sin Manuel. Manuel. Mi ancla, mi brújula, mi hombre. Tu pelo olía a humo y tus ojos eran del color de la miel, la mirada dulce como la miel. Tus labios tibios, tus besos en plena boca en una esquina cualquiera. Del dolor sabías, mi amor. Perdiste a tu primera mujer, consumida por un cáncer que apenas le dejó la sombra y te quedaste solo, con el abrazo por cerrar, la pregunta por hacer, la promesa fallida de los hijos que vendrían. Te quebraste en mil pedazos, pero, poco a poco, con todo el peso del mundo sobre tus hombros, te levantaste. No sabías perder, te costaba aceptar la derrota. Miraste la muerte a los ojos y levantaste tu espada gloriosa, empeñado en domesticar a los molinos de viento, a los necios de siempre, los miopes, los bastardos. No te dabas por vencido antes de empezar. La justicia y la libertad fueron en un comienzo un desafío y se convirtieron en tu obsesión. Me contagiaste con tus sueños de un mundo mejor, una sociedad más justa, un hombre libre. Contigo compartí miles de amaneceres. Por primera vez el futuro sonaba a certeza y olía a pan amasado recién sacado del horno de barro. Me empujaste, me entusiasmaste con tu esperanza.
Hasta que vinieron a buscarnos. Ahí se reventó el futuro como una gran burbuja. Nos sacaron de la cama en la madrugada, no alcancé a ver el reloj. Tampoco nos dejaron ponernos los zapatos. No los van a necesitar, nos gritó un tipo de bigote grueso, panzudo, de chaqueta de cuero negro. Salimos a la calle, a punta de bayoneta. Atiné a arrojar nuestra argolla de matrimonio bajo la cama. Te empujaron al interior de un jeep, a mí a otro. No había un alma en el vecindario. Nunca más te vi, Manuel. Tu figura se perdió en la inmensidad de la noche y el silencio. No tuve tiempo ni de darte un beso, aunque fuera en la mejilla. La vida nos ofreció una flor y la muerte nos mostró sus fauces. Ambos perdimos la batalla. Ha soplado tanto viento y aún retumba en mis oídos tu risa ligera, liviana, irreverente, que no pedía permiso para interrumpir, para irrumpir, para caer como una cascada de agua fresca en la cuenca de mis manos. ¿Dónde estás? ¿Estás? No me buscaste, no me esperaste. La oscuridad te tragó de una bocanada y yo me quedé esperando para envejecer a tu lado. Trato de imaginarte en un lugar amable, con amigos, tocando tu guitarra frente a una fogata, a la orilla de un río, cerca de esos volcanes nevados que tanto amabas. Ha caído tanta lluvia y la sola mención de tu nombre me eleva por los aires y luego me arroja hasta el abismo profundo, el vértigo total, el dolor más espeso, la sangre coagulada. Quizás un día regreses, Manuel, y me beses en la mejilla, sin aviso y te sientes a mi lado en mi banco favorito, como hizo ese hombre el otro día, no recuerdo cuándo. Dijo que volvería, que no me moviera y yo lo esperé hasta que se hizo tarde. No regresó. ¿Te conté que su pelo también olía a humo y sus ojos eran color miel? ¿Te lo conté, Manuel? ¿Me escuchas? Da igual. A nadie le importa un carajo. Ni siquiera a ti. Sólo espero que el vaso con la leche tibia se llene hasta el borde.

*Periodista y escritora chilena, especialista en temas de derechos humanos. Durante diez años, redactora y reportera de la revista HOY, la principal publicación opositora a la dictadura de Augusto Pinochet. Fue agregada de prensa en las embajadas de Chile en Washington, D.C. y Londres, y agregada de prensa y cultura en el Consulado General de Chile en La Paz, Bolivia. Autora de la novela Arena negra (Plaza y Janés), publicada en Santiago de Chile y La Paz (Ed. Kipus). Email: odettemagnet@gmail.com

Noches de insomnio

Por Paola Licea Cejudo*

Hace un par de días tuve un sueño apocalíptico, un sueño que me despertó sobresaltada a medianoche, en el segundo mismo en el que cambia la fecha en el calendario. En mi sueño era perseguida por un asesino que no podía ver, un asesino serial que había cobrado mil vidas y que ahora venía por mí.

Me acosaba, no podía ocultarme de él, estaba ahí, acechándome en las plazas, en los parques, en la escuela, en el trabajo, en el gimnasio, en los centros comerciales, en el transporte público; parecía estar en el mismísimo aire. El único lugar en el que podía sentirme segura y a salvo era en mi hogar. Después de un largo y riguroso proceso de revisión de puertas y ventanas, de desprenderme de la ropa que usé fuera de casa, lavar mis manos de manera compulsiva y desinfectar todo lo que el exterior contaminó, sólo después de eso, me sentaba en mi sala, abrazaba y besaba a los míos y podía sentirme seguro y libre. No sabía que el enemigo nos acechaba detrás de las cortinas y detrás de las paredes, esperando el más mínimo descuido para entrar y apoderarse del único espacio en mi vida del que todavía no era dueño.

En mi sueño salía a trabajar, con todas las medidas y precauciones que tener a un acosador tras de nosotros requiere: cabello atado y cubierto con un sombrero para que no pueda prenderse de él, careta para proteger los ojos, algo para tapar boca y nariz por si intenta tomarnos por sorpresa. Tomando siempre una distancia segura de todas las personas pues desconocemos el rostro de nuestro agresor, de nuestro victimario. Guantes en las manos y no tocar nada más que lo necesario. Ya saben, salir lo menos posible, vivir lo indispensable.

La idea de regresar al refugio seguro siempre impregna de esperanza un pesado día, pero el sueño se convirtió, irremediablemente, en pesadilla. Al regresar al hogar supe que ya no estaba segura, supe que él estaba ahí, entre mis seres amados, tal vez, detrás de mí. Supe que todas esas medidas implementadas al exterior, tendría que replicarlas dentro del refugio, en casa, con los que amo. Supe que nos convertíamos en robots, seres que deambulan esperando que sus pulsaciones continúen la rutina de siempre. Seres sin pasión, sin alma, sin amor; seres cien por ciento racionales.

Desperté agitado y sudorosa, desperté y supe que la pesadilla era real, desperté para darme cuenta que con asesino o sin asesino, que con pulso o sin pulso yo ya estaba muerta, estaba muerto, todos estábamos muertos.

*Licenciada en Administración y Promoción de la Obra Urbana, originaria de Tenango del Valle, Estado de México. Actualmente radica en la ciudad de Toluca, en el mismo estado. Publica en la revista digital Notas sin Pauta y el boletín impreso y digital de ensayos Soflama. Actualmente estudia la Maestría en Humanidades con énfasis en Literatura y Pensamiento crítico por la Universidad Autónoma del Estado de México.

Twitter @CejudoLicea / Facebook Paola Li / Instagram paola.li.7

Luna Nueva del mes de agosto de 2020

El astrólogo nos arroja luz sobre qué podemos esperar en esta quincena del comportamiento de los astros y su repercusión en nuestro día a día

Por Ayub Estephan*

Orologio, Torre del Reloj, Piazza della Logia (1550), Brescia, Lombardía, Italia. Foto: Alessandro. Cortesía de Flickr

Estos que leen buscando consuelo a sus fatigas,
cuya frente Saturno labra y pule en silencio,
buscan sortear la ola potente del destino
y en los males de hoy rastrear antiguos males.
Se llegan a la eterna memoria de los libros
como quien ora o canta sin entreabrir los labios,
una música pasa por las constelaciones
y una nube rodea la frente ensimismada.
Alquimistas del sueño, caballeros errantes,
busca su pensamiento la fórmula sagrada
que permita a la vida sobrevivir contando
un saber diferente a los hijos del hombre.

Héctor Ciocchini, El desorden y la luz, fragmento, 1970

El 3 de agosto de 2020, a las 15:58 hrs. (UT) tendrá efecto el plenilunio de este mes estando la Luna a 11°45’50’’, en el signo de Acuario y en oposición al Sol, que recorre el signo de Leo en el mismo grado. El grado 11° de Acuario representa a “un hombre a solas con su inspiración”, imagen que nos lleva a interrogarnos acerca de la obra de arte y el proceso creativo. Carl Gustav Jung (“Sobre el fenómeno del espíritu en el alma y en la ciencia”) menciona que “la obra que late en el alma del artista antes de nacer es una fuerza de la naturaleza que se impone, bien con tiránica violencia, o con esa argucia sutil del fin natural, sin reparar en el bienestar o el dolor del ser humano sometido al ansia creadora. Lo creador vive y crece en el ser humano como el árbol en el suelo, del que extrae, forzándolo, su sustento. De modo que haríamos bien en considerar el proceso creador como un ser vivo implantado en el alma del hombre. (…) Quizás el arte no «signifique», quizás no tenga ningún «sentido». Quizás sea como la naturaleza, que sencillamente es y no «significa». ¿No es la menesterosidad de un intelecto ávido de sentido la que insufla un enigmático «sentido» que forzosamente va más allá de la mera «interpretación»? El arte es belleza, y con ello se basta y se satisface a sí mismo”.

Por primera vez en mucho tiempo, el plenilunio de este mes se aparta de la agrupación planetaria que pesa sobre el signo de Capricornio y que involucra a Júpiter, Saturno y Plutón. El peso, la carga energética de esta triple conjunción se distribuye esta vez sobre Mercurio y Neptuno, repartidos en lo que denominamos en Geometría Sagrada la “Media Cometa”, también llamada “Escuadra”, y que es una energía que consigue materializarse en los respectivos territorios que la conforman pese a las objeciones que encuentra entre los elementos implicados, hasta que finalmente consigue hacerse entender para lograr sus objetivos. Esta figura se compone de una oposición (180°), un trígono (120°) y un sextil (60°), en la que se verán implicados durante este plenilunio los planetas Mercurio, Neptuno, Júpiter y Plutón. La presencia de Mercurio será fundamental en esta ocasión para darnos avisos importantes y plantear acuerdos que son necesarios en este momento. “Yo soy el nieto de Atlas y de Pleíone, que llevo por los aires las palabras que mi padre me ha ordenado, mi padre es el propio Júpiter. Y no inventaré excusas”, dice Mercurio a Aglauro cuando ésta le pide que revele su nombre (Metamorfosis, de Ovidio). Gracias al ejercicio de su materia específica que es la comunicación surgirá en muchos la comprensión, revelada como un flash luminoso que brota desde el dominio de Plutón, planeta que se encuentra amplificado por la presencia de Júpiter, ambos en conjunción (estamos viviendo la segunda conjunción este año entre Júpiter y Plutón debido a su movimiento de retrogradación, y habrá una tercera más), y a la estancia de Mercurio en Cáncer, que en este momento hace su labor de “psicopompo”, sirviendo de guía a las almas. 

En su tarea como chamán, Mercurio no sólo acompañaría el alma al más allá, sino que también ayudaría a su renacimiento introduciendo en el mundo al alma recién nacida. Frecuentemente ayuda a salir al alma del “difunto” de espacios donde se encuentra atrapada en sus ensueños y donde no reconoce que ha “desencarnado”. Mercurio (Hermes) también tiene la misión de orientar y el permiso para ingresar al inframundo; y lo hace efectivamente (él es quien desciende a buscar a Proserpina para devolverla a su madre Deméter). Dada la oposición que sostiene con Saturno, Júpiter y Plutón durante este plenilunio, Mercurio estará muy activo en su papel de mediador, recibiendo los mensajes del colectivo, reuniendo en escritos lúcidos el pensamiento de artistas e intelectuales y presentándolos a la opinión pública: es Mercurio en Cáncer quien documenta, sintetiza los hechos y escribe la Historia. Otro de los atributos mercuriales en este signo de agua cardinal es el de “denunciar” las irregularidades de todo tipo, aportando las evidencias confirmatorias. Mercurio previene, se anticipa, negocia y relaciona situaciones que aparentemente no presentan ninguna conexión entre sí, pero que resultan medulares. Entre otras cosas, existe la creencia que Mercurio lleva los sueños de Morfeo desde el valle de Somnus a los durmientes. Por ello, no olvidemos tomar nota de nuestros sueños, pues traen revelaciones y mensajes que habremos de interpretar.

En el tarot, Mercurio (Hermes) está representado en el primer Arcano Mayor: “El Mago” o “Prestidigitador”, y es bajo su advocación que se constituye el sistema plasmado en las 78 cartas que lo componen, siendo 22 los Arcanos Mayores y 56 los Menores. En el antiguo Egipto, este primer arcano señala el principio creador que reúne en sí las cualidades de energía, poder, habilidad, diplomacia, voluntad y astucia. En el plano espiritual, la imagen de esta carta equivale al “Absoluto” que todo lo contiene en sí y del que emanan todas las posibilidades contingentes derivadas de su naturaleza primigenia y esencial. En el plano intelectual constituye la “Unidad” y comienzo de la acción; y en el plano físico, representa al “Humano”, en cuanto “Ser” destinado a elevarse en una evolución consecuente y perpetua mediante la manifestación de sus facultades. Así, el mensaje que nos transmite este arcano se refiere al ejercicio de la voluntad firme y la fe en uno mismo, que impulsados por el amor a la justicia nos ayudan a librarnos de las desviaciones de la razón en el transcurso de esta existencia. Estas dos virtudes cardinales, que son la justicia y la fortaleza, son los pilares que sostienen el recto pensar. La actividad mercurial es muy amplia, pues sostiene nexos con el aparato audio-parlante: oídos, amígdalas, cuerdas vocales, laringe, pulmones y demás resonadores del cuerpo humano. De acuerdo con Aleister Crowley, Mercurio representa la acción en todas sus formas y fases, siendo la base fluida de toda transmisión; y al ser Verbo, constituye la ley de causa o necesidad y la condición de su expresión. Debido a su dualidad representa tanto la verdad como la falsedad, la sabiduría como la locura. Siendo lo inesperado, desestabiliza cualquier idea establecida. Su creatividad no conoce de escrúpulos. Siendo el gran demiurgo que es, Mercurio todo lo penetra, vivifica y trasmuta.

El pasado 23 de abril, durante el novilunio, vivimos los efectos del aspecto de cuadratura que hizo Mercurio a Plutón y a Júpiter, a su paso por Aries, y en la primera plana del diario La Jornada en su versión digital los titulares eran desalentadores: “OMS: el Covid-19 nos acompañará por largo tiempo” (viene la prueba de fuego para México); “Saturados, hospitales federales del Valle de México” (en Cardiología, Nutrición, Gea González y General de México reportan “sin disponibilidad”). El reto que representa una cuadratura (90°) consiste en visualizar las contradicciones y asumir todo aquello que nos está confrontando para encontrar el modo de resolver sin medrar ni suprimir el derecho a la expresión verbal o escrita. Cuando estos planetas vuelven a tener un contacto entre sí, como en este plenilunio de agosto, estando Plutón y Júpiter en Capricornio realizando su fase de retrogradación anual, y Mercurio directo en los últimos grados del signo de Cáncer, esta vez el contacto entre ellos es de una oposición (180°), lo que nos lleva a poner el tapete boca abajo y extraer todo lo procesado desde el novilunio de abril pasado a la fecha. La oposición trabaja desde polaridades diferentes y es un aspecto que contiene una enorme carga de intolerancia y frustración. La energía de la oposición crea mucha tensión interna, tanto mental como emocional, siendo difícil manejarla constructivamente, ya que se requiere de un importante cambio interior antes de que la energía pueda estar bajo el control de una personalidad integrada. Debido a la agitación interior y la ansiedad, la percepción del mundo y la respuesta sentimental a los acontecimientos se verán teñidos por un contraste emocional menos crítico.

Esto no significa necesariamente que la interpretación que hagamos de la realidad sea errónea, más bien quiere decir que las experiencias diarias nos afectan más profundamente e influyen desproporcionadamente en la percepción de las situaciones. Vemos pues surgir noticias escuetas que abordan cuestionamientos trasplantados desde el inconsciente colectivo, representado por un Neptuno que se encuentra retrógrado en Piscis haciendo un trígono a Mercurio y un sextil a Júpiter y Plutón: atrás de la escena, la emergencia se vive con un pesimismo acendrado y se viste con matices plomizos, mientras al frente se desborda la euforia y la gente se mueve, haciendo que muchos se evadan de la contingencia y se descuiden, propiciando más contagios. Sin embargo, dentro, muy dentro, una voz sincera nos susurra que “la era está pariendo un corazón” y “hay que acudir corriendo, pues se cae el porvenir/ en cualquier selva del mundo/mi sombra dice que reírse/es ver los llantos como mi llanto/Y me he callao’, desesperao’/ Y escucho entonces: la tierra llora/ La era está pariendo un corazón/ No puede más, se muere de dolor (Silvio Rodríguez). Primero habrá que serenarse para abordar entonces los acuerdos, pues este aspecto Mercurio-Neptuno también señala que se ha llegado al tiempo del diálogo, auspiciado además por el retorno de Saturno a Capricornio (involucrado en la triple conjunción: Saturno-Júpiter-Plutón), y de buscar acciones que favorezcan el equilibrio y nos orienten para restaurarlo (sextil de Neptuno a Plutón y Júpiter). Como estamos receptivos a los pensamientos y sentimientos que circulan en la atmósfera, no es raro en este momento tener “destellos psíquicos”. Pensamos en alguien a quien no vemos desde hace tiempo, y al día siguiente nos llama o lo encontramos como por azar. Los sueños que tengamos durante este período serán para nuestra mente consciente una fuente de información verosímil.

En este período podrían surgir dificultades para integrar la energía masculina (El Sol) y la energía femenina, más receptiva (La Luna), ambas luminarias en su aspecto mensual de oposición y haciendo una “Gran Cuadratura” a Urano, planeta que al estar emplazado en Tauro nos precipita a hacer un esfuerzo adicional para fundir ambas energías, reconocerlas e integrarlas en un balance armónico que se produzca en lo interno y sea reflejado al exterior: para ello se requiere una nueva mentalidad.

Así, este plenilunio nos invita a ampliar nuestros recursos para optimizarlos en un momento en que se están produciendo cambios radicales en la forma de aprehender la vida. Si estamos esperando volver al ritmo normal de nuestras actividades de siempre no estamos siendo objetivos sino nostálgicos, ya que nada volverá a ser como antes, y debemos ajustarnos a los cambios si no queremos quedarnos rezagados y viviendo una existencia disfuncional. Los avances tecnológicos que han surgido en este nuevo milenio han de ser aprovechados y puestos al servicio de esta nueva modalidad vital que hoy aparece en nuestro horizonte. Igualmente, dicho balance energético ha de ser sintetizado en nuestro interior mediante la integración de las energías solares y lunares para concebir, gestar y parir el Adam Kadmon primordial que proclama la tradición de la cabalística hebrea, el andrógino por excelencia, que significa la quintaesencia del conocimiento: “La androginia aparece por tanto también como un signo de totalidad; restaura no solamente el estado del hombre original considerado como perfecto, sino el caos primitivo anterior a las separaciones creadoras; un caos que esta vez se ha vuelto ordenado sin haber perdido nada de su riqueza, ni haber roto nada de su unidad […]. La unión de lo masculino y lo femenino, de lo alto y lo bajo, de lo celestial y lo terrenal comporta también la unión de lo exterior y lo interior, lo de fuera y lo de dentro” (Diccionario de los símbolos, Jean Chevalier & Alain Gheerbrant).

Adam Kadmon es, por lo tanto, síntesis y origen: es el “arquetipo divino humanizado”. Si no aplicamos nuestro esfuerzo en integrar nuestras contradicciones y resolverlas, de alguna manera nos veremos escindidos, sin lograr una clara conciencia de nuestra identidad; igual nuestras emociones podrían estar navegando en mares oscurecidos, indagando una verdad que apenas logramos discernir. Esta “T” Cuadrada que se forma entre el Sol, la Luna y Urano en este plenilunio es de cualidad fija, pues se sitúa en los signos fijos de Leo, Acuario y Tauro; faltaría Escorpio, pero es en dicho signo donde se vierte el excedente de energía que provoca esta figura geométrica. El Sol en Leo está recorriendo su domicilio y alumbra el “Yo Soy”, que busca la autoafirmación. La Luna en Acuario, evita las emociones profundas, pero el brillo del Sol que refleja es intenso e irradia conciencia. Siendo Urano el punto receptor de las cuadraturas implicadas en esta figura, será posible visualizar un reflejo fiel de la propia identidad, el saber quiénes somos. También el sextil que hace la Luna a Quirón en Aries activa ciertas heridas emocionales que nos han enfermado y vuelve plausible detectar y atender las enfermedades físicas y psicológicas que nos aquejan. Igualmente, el aspecto de trígono del Sol a Quirón nos podría traer la certidumbre de una vacuna para el SARS-CoV-2.

Por su parte, Marte en Aries, su domicilio, está en aspecto de cuadratura a Júpiter y a Plutón. Marte en Aries está más inquieto que cuando recorre otros signos del zodíaco, quizá porque no le gusta permanecer guardado en casa. Marte se siente más feliz librando batallas, persiguiendo ninfas, haciendo el amor con Venus, siempre fuera del tálamo nupcial. Y esta vez permanecerá en su casa más tiempo debido a los inconvenientes de su período de retrogradación que inicia el 9 de septiembre y concluye el 13 de noviembre. Estando en cuadratura a Júpiter, Marte se muestra impaciente e inquieto, y lucha por ampliar el alcance de sus actividades, así como su influencia. Los intrépidos avances hacia el futuro debidos a este contacto suelen estar guiados por una sensación de la dirección que tomarán las tendencias actuales. Y así empezará a expandir Marte su influencia. Sin embargo, dado su próximo movimiento de retrogradación, deberá primero terminar de resolver algunos asuntos domésticos pendientes. Y aunque se podría pensar que la cuadratura Marte-Júpiter, tosca y autoafirmativa, quizá no sea apropiada en el campo de las artes, también aquí la energía, el impulso y el empeño generados por esta unión pueden conducir a logros sustanciales. Igualmente, esta energía puede manifestarse como una tendencia a excederse en muchas esferas de acción, pero la disciplina puede significar un talento y un poder creativo de gran valor, cuyo resultado será un espíritu emprendedor capaz de abrirse paso decididamente a través de los obstáculos. A su vez, la cuadratura Marte-Plutón suele representar un reto que nos lleve a emplear el poder en uno o diferentes niveles, según sea el caso. Esta conexión suele duplicar el potencial energético personal y procura resultados en diferentes territorios, sea en lo espiritual, las finanzas, la política o la expansión mental.

Otro tema importante a tener en cuenta durante este plenilunio es la posición de los Nodos de la Luna, recorriendo el eje Géminis-Sagitario. El Nodo Norte en Géminis a 26°49’09’’, lo mismo que el Nodo Sur en Sagitario. El grado 26° de Géminis simboliza “la escarcha del invierno en los bosques”, resaltando la importancia de cancelar momentáneamente los intereses y las inquietudes privadas, para subrayar la supremacía de las necesidades y poderes de la naturaleza. Se trata de un llamado a la reorientación del punto de vista personal y al descubrimiento del potencial del “ser”. Así, la vida aparece como suspendida para que la magia mayor llegue a manifestarse. Tal parece que a la vuelta de la esquina podríamos encontrarnos con el destino. El Nodo Norte, en esencia evolutivo, busca el reposo para meditar y tomar fuerza antes de emprender las acciones que le permitan llevar a término los proyectos, siendo un tiempo precioso para la planeación y la reflexión. Por su parte, el Nodo Sur, que siempre nos lleva a volver sobre nuestros pasos repitiendo el mismo esquema, en el mismo grado 26° pero de Sagitario, es simbolizado por un “portaestandarte”, queriendo representar los valores permanentes que tienden a eclipsar los intereses más inmediatos y las preocupaciones egoístas del hombre, enfatizando la natural supremacía de los ideales comunes frente a las ambiciones personales. Nos convoca a realizar un sacrificio personal elevado que beneficie el desarrollo de nuevas dimensiones de la experiencia, y que permitan al “ser” tomar conciencia de sus aspiraciones trascendentales, sabiendo que todo recurso de la vida cotidiana está sujeto a una potencialidad mayor. Hay que discernir claramente que el Nodo Norte nos pide un aplazamiento momentáneo, más no el renunciar a la empresa; mientras, el Nodo Sur se refiere a alguien que sacrifica sus ideales, y evita confrontarse, lo que le lleva a una derrota en todos los sentidos. Diferir no significa ceder.

Por su parte, el planeta Venus, emplazado en Géminis, hace un aspecto de conjunción al Nodo Norte y de oposición al Nodo Sur, un semisextil (30°) a Mercurio y un quincucio (150°) a Saturno, lo que nos sugiere que los planetas implicados deben primero reunir sus energías antes de que puedan ser utilizados adecuadamente en nuestro beneficio. El quincucio es un aspecto de naturaleza altamente correctivo y terapéutico que nos lleva a efectuar todo tipo de ajustes, usualmente a través del proceso de alteración o eliminación, y que ayuda a focalizar mejor las funciones de los planetas de forma tal que podamos aplicarlos con más utilidad. Por su parte, el semisextil es incapaz de generar la suficiente fuerza como para estimularnos a utilizar dinámicamente los recursos potenciales en nuestras interacciones cotidianas. Por esa razón, sus habilidades suelen permanecer en estado latente. Al ser una figura cerrada, se produce en geometría sagrada lo que se llama un “Aguijón Celeste”, formada por una oposición unida a un quincucio y cerrada por un semisextil. “Pues bien, para que no me envanezca, me han clavado en las carnes un aguijón, un emisario de Satanás que me abofetea. A causa de ello rogué tres veces al Señor que lo apartara de mí. Y me contestó: te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad” (2 Corintios, 7, 7-9; San Pablo. Biblia del Peregrino). La oposición expresa ataduras fuertes, rivalidades notables o antagonismos significativos; el quincucio anuncia vínculos muy específicos o relaciones útiles, también indica contactos valiosos. El semisextil muestra ciertas ventajas respecto del entorno y ganancias que sólo pueden ser apreciables a través del esfuerzo. Por lo anterior, podría deslizarse algún impedimento lesivo para la estabilidad conyugal, pues la dificultad para integrar la dualidad podría traducirse en una incomodidad constante en la relación de pareja que nos deja con la sensación de cargar fuertes ataduras, y debido a estas tensiones las relaciones son terminadas por problemas de integración. También vuelve a repetirse el “Aguijón Celeste” a partir del contacto de semisextil de Saturno con el Nodo Sur, mismo que hace un quincucio a Mercurio, rematando en la oposición Mercurio-Saturno, teniendo una energía duplicada en una dinámica de ida y vuelta, de avance y retroceso. Esta figura geométrica señala la posibilidad de regreso a la suspensión temporal de actividades públicas que apenas venimos retomando. Este juego de correspondencias planetarias nos lleva a pensar si acaso todos estamos actuando de manera infantil e irresponsable ante las emergencias, o si, siendo una responsabilidad compartida, cuál sector de la sociedad no está haciendo su tarea.

Igualmente, Venus está en aspecto de cuadratura a Neptuno durante esta fase lunar situando a Neptuno en el terreno del amor y de las relaciones, revisando problemas que tienen que ver con la expresión creativa, y con una revisión atenta de los cambios que la pandemia ha producido en nuestro sistema de valores. De repente, nuestro deseo de refugiarnos en algo que nos contenga podría culminar en un arrebato que nos arroje en los brazos de alguien que no sea la pareja habitual. Es muy posible que el objeto de nuestro deseo se manifieste como la respuesta a todas nuestras ensoñaciones, y vivirlo nos revele la entrada a un paraje mágico, y no miremos más allá de lo inmediato, subyugados por la promesa de un futuro vago, sin llegar a meditar en las dificultades que pudiera traernos.

Como pueden ver, las conexiones interplanetarias durante este plenilunio estarán ejecutando una gran sinfonía de notas y tonos, activando diferentes registros mentales y emocionales, internos y externos. Para muchos será el fin de un ciclo, para otros, el inicio de una nueva era, y para los más, la migración a una visión distinta del mundo.

*Astrólogo y tarotista mexicano. Lectura de Tarot y Cartas españolas. http://facebook.com/ayubestephan

To zoom or not to zoom

El teatro en los tiempos del coronavirus

 Mientras la pandemia se prolonga, teatreros y actores hallan opciones para resistir, por ejemplo, con representaciones de calidad en Zoom, YouTube, Google y otras plataformas

Por Morris Savariego*

“Telempatía” del grupo Delfos Danza Contemporánea, que presenta la plataforma virtual del teatro “La Capilla” 

Condenado a desaparecer temporalmente durante esta pandemia, el teatro ha resistido aun al precio de renunciar a uno de sus elementos esenciales: la presencia viva de actores y espectadores en un espacio común. Para ello, ha migrado para su representación a diversas plataformas virtuales como el Zoom, YouTube, Facebook, Google y otras.

Esto ha provocado enconadas discusiones al interior de la comunidad teatral para definir si esta modalidad virtual es o no teatro, si los productos en línea tienen o no una calidad aceptable o si en las circunstancias actuales se debe renunciar a esas plataformas para buscar nuevas opciones que permitan la presencia, sin poner en riesgo a actores y a espectadores.

En ningún caso se renuncia al teatro presencial, más bien se considera que estas modalidades obedecen a un estado de excepción, de emergencia.

Muchos de los teatreros que se han aventurado a experimentar con las nuevas plataformas coinciden, sin embargo, en que están abriendo nuevas e interesantes posibilidades para el teatro que quizá sean capitalizables cuando termine la pandemia, además de que actualmente están creando fuentes de trabajo e ingresos para los teatreros. 

La plataforma Zoom, creada originalmente para videoconferencias, permite grabar, editar y transmitir espectáculos teatrales con actores en confinamiento y ha posibilitado proyectos con elencos internacionales, así como el establecimiento de nuevas formas de interacción entre espectadores y actores.                                                              

Ejemplos notables son los espectáculos “La maldición de la corona”, adaptación libre de Macbeth del colectivo español La Fura dels Baus grabado en Zoom, pero accesible en Internet mediante un link, y “Telempatía” del grupo Delfos Danza Contemporánea que se transmite por la plataforma del teatro La Capilla.

También se ha recurrido a la modalidad de streaming que permite transmitir por internet toda una serie de eventos en vivo a través de un sitio web o móvil. Un ejemplo destacable es la serie, en capítulos, “Díaz Mirón y Compañía” del dramaturgo mexicano Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio, más conocido como LEGOM con dirección de Luis Mario Moncada que se puede ver en YouTube.                                                                                                              

En los ejemplos mencionados se utilizan diversos recursos como animaciones, insertos documentales, juego de cámaras, etcétera. Y se recurre a diversos programas de edición de video.

Instituciones como la Universidad Autónoma de México (UNAM) o la Universidad de Guadalajara (UDG) han difundido en sus páginas web varios espectáculos  como, por ejemplo, “Vamos todos en línea” de Gerardo Trejo Luna (www.teatrounam.com.mx).

Surgió también el Teatro telefónico con el proyecto “No hay futuro posible” de Isabel Toledo, que puede oírse desde un celular en el cual actrices de Argentina, México, Chile y Puerto Rico entablan relaciones telefónicas improvisadas con el auditorio.

Se están haciendo también experimentos renunciando en lo posible a los recursos de edición para lograr un lenguaje lo más teatral posible.

Por otra parte, en la corriente que intenta rescatar la presencialidad, el grupo Guetto ha creado el concepto de Teatro Aéreo, con actores como Enrique Arreola, Luis Alberti y Genny Galeano realizando acciones teatrales en un globo de helio. 

Se ha abierto también la opción de autoteatro, con funciones teatrales a la manera en que funcionaban los viejos autocinemas –drive in– de los años de 1950.

Las escuelas de teatro y los talleristas, han optado asimismo por recurrir a las plataformas virtuales como forma de dar continuidad a la formación de los estudiantes y crear opciones académicas.

En fin, la realidad es que la pandemia se prolonga y el teatro sigue buscando alternativas para resistir.

*Director teatral y docente mexicano. Email: morriselmo49@yahoo.com.mx

FB Morris Savariego