31 días para posponer

La cuarentena avanza, las ideas se fragmentan y cambian. Los días se van rápido, pero sin ninguna urgencia. Este diario busca entender el paso de los días.

Por Lara Ovídio*

Cortesía Lara Ovídio

Ahí viene el virus, que no está interesado
en pasarnos ningún mensaje, apenas cuida de su vida.
Eliane Brum

17.03.2020 | día 3

Los días se han extendido por la cuarentena. Desde hace algunos meses pospongo la escritura. No por falta de qué escribir, sino porque siempre he sido una persona de aplazamientos. Hoy, después de un día caluroso, el sol se fue. El final de la tarde estuvo tan suave que por algunos segundos pude olvidarme los dramas de la pandemia. Me encanta la vista desde mi ventana. Hay como una pequeña montaña al fondo y cerca de mí, un árbol gigante. En estos días de confinamiento, he pasado mucho tiempo aquí. Son mis conexiones con el mundo real: la ventana, la comida y el sexo. He escrito cualquier cosa en la mañana. Por la tarde, he retrasado planes y planes porque nadie sabe lo que será. Yo tampoco. Me cuesta mucho seguir cualquier cosa. Todos los planes que se basan en el mundo que he conocido hasta hoy me parecen falsos. Mientras intento concentrarme en cualquier cosa, no cesan de llegarme mensajes. Son miles de informaciones que parecen imprescindibles a los que quieran sobrevivir. Sólo hoy aprendí cuánto tiempo puede vivir el coronavirus en una bolsa de plástico, cómo el virus reacciona al calor y a la humedad, cómo aislar un enfermo en la casa y etc. Este año ha sido intenso. Ahora vivo una cuarentena como jamás podría imaginar que acontecería. Aprendí que mucho de la vida tiene que ver con la idea de vivir lo que nunca se nos ocurrió vivir. Estamos en marzo, y mucho de lo que sucedió en estos 78 días que he vivido en 2020, nunca se había presentado en mi imaginación.

19.03.2020 | día 5

Decidí restringir mi aislamiento.

21.03.2020 | día 6

Existen chicharras en la vecindad, pero solamente hoy ellas empezaron a existir para mí. Yo siempre espero por el otoño por los caquis y aguacates. El otoño llegó ayer y nadie se acordó de eso. Yo tampoco. Ya no es posible pensar en otra cosa. Mi día se fue rápidamente entre artículos sobre el tiempo de permanencia del virus en superficies variadas y productos de limpieza realmente eficaces para acabar con la envoltura de grasa del coronavirus. Envoltura es una palabra buenísima que casi nunca he podido usar. Conocimientos científicos que nunca me interesaron de pronto se vuelven una posibilidad de supervivencia. Las urgencias se reconfiguran y los tiempos también. Lo mejor de estos días es poder perderse en las horas.

22.03.2020 | día 7

Recién me doy cuenta de que hoy no es ayer. Ya no sabría decir si los días han pasado demasiado rápido o si se hicieron tan uniformes que me confundojuntándolos todos en una sola cosa. Siempre pensé que la rutina fuera la principal responsable por la uniformización de los días. Sin embargo, es exactamente cuando mi rutina se deshace que todo se presenta todavía más igual.

23.03.2020 | día 8

Nuevos gestos

  1. Abrir la puerta con el pie
  2. Aplastarse en contra de la pared para no tocar nada más que la propia pared
  3. Abrir puertas con manija redonda con el antebrazo
  4. Abrir puertas con manija de palanca con el codo
  5. Toser en el doblez del brazo
  6. Abrir el grifo con la espalda de la mano
  7. Prender y apagar interruptores de luz con el dedo pequeño
  8. Arreglarse las gafas con el hombro
  9. Sostener la tarjeta de crédito con papel de baño
  10. Reírse a través del cubrebocas

Sin fecha #1

Estoy en la ventana otra vez. Los días se acumulan y la ventana es donde puedo tener acceso al aire, a la luz del dia y al mundo de afuera. Hoy el día se fue muy rápido. Me perdí inútilmente en las redes sociales. Antes de empezar a escribir, checo los números. La primera muerte en Brasil fue hace dos días. Hoy la suma ya es de 18 muertos. El virus avanza rápido. El presidente dice a la población que el país no puede parar. El ministro de la economía dice que si todas las personas se quedan en sus casas el país va a colapsar. Estoy segura de que el país va a colapsar y no va a ser por ninguna de esas razones. El capital también va a colapsar. Por primera vez, la tierra puede ser laboratorio de sí misma. Se ven por todos lados los beneficios de la reducción drástica de la producción industrial. Todo lo que parecía imposible de pronto se hizo realidad. Vi fotos increíbles de los canales de Venecia absolutamente limpios. La tierra está en vacaciones. Algunas especies tendrán tiempo de reproducirse, otras solo dejarán de morirse y eso no es poca cosa. No me parece que sea posible regresar al mundo en el que vivíamos. Los Estados ya vuelven a existir, y, por todos lados, vemos señales de que el neoliberalismo será enterrado en esta crisis. Hay días en que el fin del capitalismo me anima tanto que puedo olvidar las razones por las que estoy confinada. Pero en seguida me acuerdo de que el ministro de salud anuncia un colapso de la salud pública en los próximos 15 días. ¿Pero la salud pública ya no está colapsada? No soy capaz de imaginarme lo que él promete. El virus avanza rápido, eran 1,178 casos confirmados cuando empecé a escribir. Es muy posible que el número real sea hasta seis veces más grande que ese. La primera mujer en morir en Brasil fue una empleada doméstica que se contaminó trabajando para jefes infectados. Un retrato asqueroso del Brasil de hoy y siempre. Por lo menos, siempre ya no sirve más para hablar del tiempo futuro.

26.03.2020 | día 11

Mis apuntes se acumulan sin lógica. O se inspiran en la misma falta de lógica con que pasan los días. Mi pila de escritos crece. La cuarentena le agregó 1 cm. Por tener todo el tiempo del mundo, puedo medirme cosas sin importancia como cuánto creció mi pila de escritos. El cuaderno avanza. El sol también. El sol avanza para adentro de la casa y me invita. Me acuesto en el piso. Para fingir cualquier cosa soy capaz de ponerme trajes de baño. El tiempo está para fingir e infringir. Los planes de planes se retiraron a las grietas del piso de madera, ahora pelean por espacio con los brillos de carnaval. La carta del confinamiento es El Loco, pero aún no es posible saber si él gira alrededor de su propio bastón o si abre camino y va adelante. Es difícil pensar en cualquier después. Por eso, yo quisiera un plan estrambótico para todos los días poder acordarme de que el futuro todavía puede existir. Cuando veo a toda esta gente productiva, pienso lo triste que debe ser no poder dejarse afectar por los días. No tengo tiempo de leer casi nada, sin embargo, no paro de comprar libros. Se quedarán apilados, al lado de la pila de papeles que crece. Después haré tiempo para ellos. Me pierdo primero en las horas, después en los días. Hoy una amiga me avisó: es jueves. Esa información ya no significa nada. Actividades sencillas pueden llevar casi una vida entera. Puedo pasar horas limpiando las teclas de mi computadora, las mismas que no limpié en los últimos siete años. Miro la suciedad, imagino su origen, todo me parece grasoso, aunque nunca me hubiese dado cuenta. Barrer la casa, trapear el piso, cocinar mi propia comida, lavar los trastes, barrer la casa, son actividades que se alternan en ciclos, se mezclan. Los días están más mundanos, así me doy cuenta de que vivir la vida nunca ha sido poco.

28.03.2020 | día 13

¿Tienes miedo? Si. Yo también. Ese diálogo me permite decir cosas que ya no digo. Estar juntos ahora quizás tenga que ver con eso: poder sentir miedo en paz. Es viernes otra vez. Siento miedo, hasta entonces me sentía de vacaciones.

30.03.2020 | día 15

Ninguna prisa es capaz de apresurarme en ese momento.

Sin fecha #2

Tengo tiempo suficiente para tener ideas que nunca voy a llevar a cabo.

01.04.2020 | día 17

No me dan ganas de empezar nada nuevo, ni nada útil, ni nada de nada. Quien voy a serya existe o se está gestando entre el pollo rancio, la interminable desinfección de las compras y la limpieza del baño que yo odio.

05.04.2020 | día 21

La mayor parte de los planes que yo tenía hace 20 días se vació de sentido. Me gustaría ver algunas pelis que no he logrado ver por falta tiempo en mi antiguo cotidiano. Sin embargo, parece que me dejo cooptar por el cotidiano que sea. No veo pelis, nodesarrollo nada de nuevo, ni limpio la casa. Mis libros siguen sin un lugar, como tantas otras cosas. Siento dolor en el estómago y no puedo dormir. Este año, cuando haga la endoscopia de todos los años, aún tendré gastritis. El factor inercial de la vida es la vida misma.

06.04.2020 | día 22

Escribo, aunque no tenga nada que decir.

15.04.2020 | día 31

Mientras todos intentan conectarse más y más, yo trato de desconectarme. Me cansé de las pantallas. La lista de textos que necesito leer crece. Textos que no se pueden dejar de leer de autores increíbles brotan como links y más links. Me pongo ansiosa. Las actividades mundanas me consumen. Antes mismo de empezar, ya sé que siempre voy a estar retrasada en relación con la producción intelectual pandémica. En alguna medida, admiro mucho a la gente que logra pensar pese a todo. Pero mantengo cierta desconfianza con relación a una cuarentena que permite pensar. No soy capaz de producir más que pensamientos fragmentados. En el futuro pueden servir a la construcción de un texto, o no. Lo más probable es que después del confinamiento estos fragmentos ya no sirvan para nada. La cuarentena se constituye de una falta de sentido de urgencia: en la primera semana pospusieron los plazos, en la segunda, los explotaron. La verdad es que no existen plazos, no existen fechas, no existen ni siquiera los días de la semana. No hay lunes ni viernes y, aun así, insistimos en tomarnos cervezas el sábado por la noche. Tenemos, en alguna medida, todo el tiempo del mundo para lo que sea. Pero no lo tenemos. Los contenidos se multiplican en una velocidad tan absurda que una cuarentena sin fin ya no alcanza para nada. Nunca llegó a alcanzar. Empecé mi confinamiento muy emocionada con la idea de que el capitalismo sería implosionado por el virus. Ahora, me tomo esa idea como un ejercicio necesario de imaginación, pero sin el entusiasmo de antes. Igual sé que si esa imaginación deja de existir, pierdo todo. La verdad es que tenemos todo el tiempo del mundo y eso no nos sirve de nada, porque nunca logramos salir de la lógica del exceso. Así, seguimos siendo neoliberales.

*Artista visual brasileña, vive en Río de Janeiro. Investiga el cotidiano como zanja anticapitalista.

Página web: www.laraovidio.com Instagram: @somos_jovenes_y_hay_sol

Con el alma podrida

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Por Odette Magnet

El hedor recorre el país y se va pegando a la piel de los jóvenes cesantes, las familias endeudadas, los jubilados que cobran sus pensiones paupérrimas, los chilenos y chilenas de segunda y tercera clase. Los precios suben, la moral baja. Un salario mínimo que es una burla, una ofensa para millones de trabajadores que se rompen el lomo cada día y no les alcanza para lo básico. El ahorro es una utopía. Carabineros entra al Instituto Nacional, los estudiantes evaden el pago del Metro, las mujeres con sus hijos que, desde temprano, forman largas filas en los consultorios en busca de asistencia médica y no, precisamente, de amigas nuevas.

El oasis no funciona.

Envuelto en gases lacrimógenos, huele a aguas servidas. Los manifestantes comparten el sabor amargo del engaño, la impunidad y el abuso. El caceroleo y los bocinazos se escuchan de norte a sur. La ira a borbotones moviliza. A quemar el Metro, buses y supermercados, a saquear el comercio. Una apuesta riesgosa pero qué carajo. Es ahora o nunca. A estas alturas, ya no hay nada que perder. Nos quitaron todo, hasta el miedo. Un país que se reconoce en la humillación, la impotencia, el desamparo, sin ninguna razón para soñar en un futuro.

Frustración, hastío, cansancio. Se acaba la paciencia. La bronca de unos y la riqueza de otros se fueron acumulando en proporciones iguales. Cuestión de años. El descontento social se fue incubando silenciosamente durante décadas como mala hiedra trepadora mientras Chile aparecía como la única casa linda de un barrio feo. Una fantasía colectiva de enormes distorsiones que fue compartida en la región y buena parte del mundo.

Dos países en uno. La pestilencia de la inequidad.

Chile se va sumiendo en una crisis que se traduce, en parte, en una profunda desconfianza hacia la clase política, las autoridades, los congresistas, sean del signo que sean, los empresarios, las instituciones. Se elevan los muros de sospecha, se acortan los puentes de confianza. La solidaridad es una palabra color sepia.

Hasta que la burbuja reventó. El estallido social resultaba inevitable. Lo que sorprendió a la gran mayoría fue la magnitud del terremoto. Porque fue un terremoto. Las réplicas se escucharán por largo tiempo.                                                                                  

El país abandonó el letargo y despertó. O al menos emprendió un viaje sin retorno, una lucha sin tregua. Una caída en picada libre. Hasta que la dignidad se haga costumbre. Con los músculos acalambrados después de tanta inercia, el sentir que los protagonistas eran otros, los poderosos, los privilegiados de siempre. La sensación de que da lo mismo lo que hagan o digan porque nunca nadie nos escuchó, nadie nos quiso ayudar. Con el miedo atragantado porque el Golpe y la larga dictadura están demasiado frescos en la memoria y el dejá vu resulta imposible de ignorar.

En un nuevo siglo, regresó la emergencia en democracia: el toque de queda, los soldados y sus tanquetas en las calles, los disparos, los detenidos, los muertos, los torturados, las filas frente a los supermercados, los desaparecidos, la impunidad.

Poco faltó para que La Moneda comenzara a dictar bandos. El temor paraliza, y el gobierno lo tiene claro. Insiste -con majadería- en la necesidad de restaurar el orden, pero la apuesta tapada es la de provocar y exacerbar el caos para recurrir a la lógica del vandalismo y justificar una represión desatada. Se apela a la campaña del terror como en los mejores tiempos. La manipulación por pantalla de televisión. Un gabinete mudo y un presidente sordo, que cerró la semana con un catorce por ciento de aprobación, según la encuesta Cadem (la cifra más baja de un presidente en democracia).

A los chilenos se les pudrió el alma.

No había otra opción. Era necesario atravesar el infierno; ya estábamos hace rato en el umbral. Chile en marcha, pero en las calles. No en el slogan oficialista que debió ser retirado tras una semana de protestas masivas. El estallido más estruendoso que se haya escuchado desde la recuperación de la democracia. La esperanza también moviliza y con el paso de los días, la protesta sin violencia se replica. Se alza la voz, también las manos, se reclama el derecho a vivir en paz.

Levantado el toque de queda y, al día, siguiente, el estado de emergencia, el presidente también era otro. Había cambiado el libreto, el tono, el lenguaje. Habló de cambios profundos, de un pacto social. Borrón y cuenta nueva. ¿En qué estábamos? Como si esa semana hubiese sido un ensayo, un precalentamiento en la práctica de gobernar. Anunció un gabinete de unidad nacional, un paquete de medidas urgentes. Pasó del discurso de la guerra al del perdón. La fiebre del mea culpa contagió a varios ministros y a más de un empresario. Un escenario inconcebible una semana antes.

Pero quedaba la sensación de que todo era muy poco y muy tarde.

Habrá que ver, pero la doblada de esquina es evidente. Quizás el futuro comienza a ser posible para millones. Octubre termina con una sociedad más alerta, más empoderada. Los olvidados se niegan a seguir como espectadores, quieren ser protagonistas. Quieren oír su voz. No más ventrílocuos.

Despiertos, y embroncados. ¿Una salida a la crisis? Sí, pero no cualquier salida sino una que requiera de un consenso amplio, sin distracciones ni pactos secretos, que recoja con urgencia las múltiples demandas. Chile no puede esperar.

Quisiera creer que no todo está dicho ni hecho. Esto no ha terminado. Del estallido puede nacer un país más sabio, más generoso, con lecciones aprendidas para no ser nunca más olvidadas. El sufrimiento de tantos no puede ser en vano.

Se ha expresado la aspiración de construir un modelo que haga posible parir ciudadanos más felices, con trabajos y sueldos dignos. Una nueva agenda social, una asamblea constituyente, una nueva Constitución que asegure el acceso a una educación y salud de calidad, una cultura de buen trato, que abrace la diversidad de sueños y talentos. El futuro de cada chileno y chilena no puede estar marcado a fuego según la cuna en que se nace o el apellido que se lleve. La exclusión es violenta. La meritocracia es falsa cuando no hay igualdad de oportunidades.

La patria alcanza para todos. La verdadera modernidad pasa por hacernos responsables no sólo de los fracasos individuales sino de los éxitos colectivos. La globalización también es ética: nace de la justicia, la participación y la convivencia democrática. Son valores permanentes, que le dan un propósito a una sociedad. No se aprenden en una emergencia. Tampoco se arrebatan. Duele la desigualdad. Una vergüenza nacional que debe asumirse y corregirse de una buena vez. Sólo entonces podremos comenzar a construir un alma nueva.

Santiago, 26 de octubre de 2019

La Pandemia

Por Odette Magnet*

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El invierno arranca con un día frío, el cielo de acero inoxidable. El pronóstico del tiempo anuncia temperaturas bajas, de un solo dígito, y nada de precipitaciones. Hace años que Santiago no se moja con unas buenas lluvias. Eso ya es cuestión del pasado. Culpa del cambio climático, dice la gente. En todo caso, da lo mismo, ya todo es un desastre, el país y el mundo. La mañana suspendida en la nada, un silencio inquietante, pesado, sin tráfico, sin bocinazos, nadie en las calles, la ciudad agónica, sin pulso, sin latido, la vida a gotas, un minuto, una hora, un día, hagan sus apuestas, quédense en casa. Lávese las manos, este virus lo paramos todos, sea responsable.  Elisa no puede dormir hace semanas. Y cuando lo lograba despertaba en la madrugada con el corazón al galope, a todo trote, con la certeza de que el terremoto ya venía. Seguro que es cuestión de días, y lo que más la angustiaba era que la sorprendería despierta. Sentada en la cama con la mirada fija en el televisor apagado. En plena pandemia. Si hay que morir, Elisa quisiera morir despierta, a causa del terremoto o el coronavirus. Pero deseaba recordar hasta el último minuto. Quizás sea éste el último día, el primer día de invierno. Con todo en orden: la puerta con doble cerrojo, la casa limpia, los pisos encerados, el baño blanco, con azulejos blancos, la tina blanca, las toallas frescas, el olor penetrante del cloro que se cuela por todo el departamento, la despensa llena, los mesones desinfectados, también el refrigerador, olor a limón, con las verduras ordenadas por color: las zanahorias, los pimentones rojos, la lechuga, el pimentón verde, el brócoli, las alcachofas, todo ordenado en los cajones, en bolsas con zipper para congelar. Elisa se levanta a las nueve de la mañana sin tener nada que hacer, salvo la rutina de todos los días. Baja ambas piernas en paralelo y se pone sus pantuflas estacionadas a la orilla de la cama. Prende la estufa eléctrica con solo tocar el botón power y se toma la pastilla para el colesterol con un poco de agua mineral que queda en el vaso sobre el velador. Recién entonces se levanta, se pone la bata de franela azul. Coge su celular sobre el velador y camina hacia la cocina, abre la puerta y busca en una de las gavetas la cafetera italiana. Imposible empezar el día sin un buen café. Llena el depósito con agua justo hasta esa perilla y luego en la bandeja del filtro las tres cucharadas de café. Coloca la cafetera al fuego y saca un pocillo pequeño de loza blanca. Vierte un puñado de avena, encima un chorro de leche fría descremada, un yogurt de moras y un multivitamínico. La vida en pijamas el día entero, sin salir, sin trabajar, sin ver, hablar o tocar a nadie, qué alivio, la vida sin esfuerzo, sin horario, sin nada ni nadie, sin ducharse, sin hacer la cama, sin cocinar, sin contestar llamadas, ni wassups ni correos. Hace días, no sabe cuántos, que no enciende su computador. No extraña a nadie ni nadie la extraña a ella. Ama su vida tal como está. No tiene ganas de morir, no tiene ganas. No conoce el protocolo ni el maldito número de la línea directa del famoso coronavirus. No quiere saber tampoco. Elisa camina hacia el living y toma su café frente a la ventana, mirando el cielo de acero inoxidable. Luego fija la mirada en la pantalla de su celular para saber qué día es, ha perdido la cuenta pero sabe por las noticias que se ha iniciado el invierno. Un invierno raro, largo, con olor a encierro y desinfectante, silencioso, solitario. Afuera, el enemigo. El terremoto que ya viene, seguro que durante el toque de queda, sin aviso como todos los terremotos. Pero ella lo puede oler, como los perros. El virus, el bicho, el que nos cambió la vida para siempre, quédese en casa, no sea porfiado, cuídese por usted y por otros. Aún no llegamos al peak, el sistema de salud está colapsado, o sea nosotros, agotados, secos, nos esperan días difíciles. La pandemia, la pandemia, la pandemia. Elisa odia a ese ministro, cerdo arrogante. Odia la mascarilla, al huevón que pasa por su calle con su bicicleta rasca y su delivery atrasado. Odia a la vocera con cara de pico, odia a las curvas que hay que aplanar, las mesetas y a las cuarentenas que valen callampa, odia a la pandemia la puta que la parió. Cuánto vale el show, cuánto vale. Está harta de los contagiados, los fallecidos, los asintomáticos, los recuperados, lo que mueren en las ambulancias, en los pasillos, en las residencias sanitarias o en sus casas sin hacer ruido. Los viejos de mierda que sobran, inútiles, que ocupan camas, los que tienen que esperar para ser atendidos o enterrados, los que no cuentan, los carretes picantes pasada la medianoche. Olor a cadáver podrido, a basura descompuesta, ropa mojada, la mujer que huele a pobre sin mascarilla pero tan agradecida, tan agradecida por la caja de mercadería que le entregan. Vendrán días difíciles, dice el mismo cerdo, pero saldremos fortalecidos, el bicho será mejor persona y nosotros también. Elisa deja la taza vacía sobre la mesa de centro del living y camina hacia su dormitorio. Se saca la bata, también las pantuflas y se mete a la cama. La habitación está tibia, la vida es buena. Apaga la estufa, suspira profundo, con la mirada fija en el televisor apagado. En el primer día de invierno.

Santiago, 28 de junio de 2020

*Periodista y escritora chilena, durante diez años redactora y reportera de la revista HOY, la principal publicación opositora a la dictadura de Augusto Pinochet. Especialista en temas de derechos humanos, ex agregada de prensa en las embajadas de Chile en Washington, D.C. y Londres. Asimismo, ex agregada de prensa y cultura del Consulado General de Chile en La Paz, Bolivia. Autora de la novela Arena Negra (Plaza y Janés), publicada en Santiago de Chile y La Paz (Editorial KIpus). Email: odettemagnet@gmail.com

Desconfinamiento

Por Han Dong*
Traducción de Radina Dimitrova*

Por fin regresamos a casa, y poco después ya extrañábamos

el cuarto de hotel en aquella ciudad pequeña,
ese lugar del que, con todo el corazón, queríamos irnos.
Parece que los días de confinamiento no acaban,
la gente de cabello gris y piel terrosa aún vive allá.
Fue tan doloroso como haber abandonado a mi mujer…
No es cierto, en aquel momento ella estuvo a mi lado;
el viento sobre la autopista desmelenaba su pelo
            que llevaba ya dos meses sin cortar.
Más bien fuimos nosotros quienes abandonamos
a las sombras acumuladas
durante dos meses de estiramientos, sueño y cavilación.
Me pregunto si van a conversar o a pelearse,
o sólo a compartir la comida en silencio,
mientras la depresión en medio de la cama
            poco a poco vuelve a ser llanura,
ya que las sombras no tienen peso.
¿Habrá quién mire a través de la ventana
            la canola en flor que reluce en la lejanía?
En el cuarto oscurece, mientras afuera todavía hay luz.
Cada día el mundo se sume en la negrura
            pero nunca de golpe, nunca del todo…
Lentamente desciende el ocaso, el alba despunta lentamente,
igual que mi memoria que se pierde y renueva poco a poco.
El terror y el amor de aquel cuarto
            también se desvanecerán sin dejar huella.

3 de abril de 2020

*Escritor, poeta, dramaturgo y  cineasta chino (Nanjing, 1961), autor de numerosos libros de narrativa, ensayo y poesía. Su estilo poético es considerado como una mezcla de realidad individual y objetividad impersonal. Acreedor de varios premios literarios, en días recientes publicó una selección de los cien poemas clave de su propia creación poética que abarca más de tres décadas. Más en español de Han Dong: https://bitacoraencierro.org/?s=han+dong

*Sinóloga y experta en literatura china clásica. Desde hace unos diez años reside y trabaja en México como docente, traductora e intérprete. Imparte clases de chino, traducción chino-español, arte e historia de China en la ENALLT (UNAM), Anáhuac-Norte y otras. Sus traducciones se han publicado en China, América Latina y Europa. Email: radina.dimitrova@gmail.com

Acrósticos por la pandemia

Por Marisa de León*

Siempre me ha gustado escribir acrósticos. De niña era un juego solitario con el que me entretenía para que el tiempo pasara. En estos tiempos extraños, le dedico un par a este virus que trae de cabeza al mundo.

Palabras e ideas sobre la pandemia parece ocioso

Atreverse a imaginar realidades posibles desde el confinamiento

Navegar en Internet buscando respuestas

Dialogar, preguntar, leer, escuchar, buscar

Experiencias buenas y malas en pantalla

Millennials esperando salir

Incertidumbre traducida en desconfianza

Aumenta la expectativa y la impaciencia

Diseñar el futuro desde casa

Entre dinámicas del tiempo ambiguo

Logrando descifrar algunos retos

Virtualidad se suma al kit de herramientas

Imaginación en el uso de aplicaciones

Realidad aumentada será un recurso

Urgencia de aplicar lo nuevo desconocido

Simultaneidad debe encontrarse en la experimentación

COVID – 19 años casi desde las Torres Gemelas y ahora esto…

Lo que dicen

Cancelen los proyectos y espectáculos

Olviden las giras

Vacíen las salas

Inhiban al público

Distancien a los artistas

Lo que decimos

Confiemos en lo que somos y en lo que sabemos

Organicemos el conocimiento, la información y las ideas

Recuperamos el ánimo y las ganas de hacer arte

Ofrezcamos lo que tenemos

Necesitamos de todos para salir adelante

Aislamiento no significa paralizarnos

Vivamos este momento y aprendamos de él

Innovemos con nuestra experiencia acumulada

Reciclemos los materiales que podamos

Unamos los esfuerzos para mejorar el medio ambiente

Sigamos produciendo ideas, sueños, teatro y realidades posibles


* Productora escénica mexicana y gestora cultural (Ciudad de México).

www.espectaculosescenicos.com

Facebook: Marisa De León

Camila Acosta, la periodista “fugitiva” dentro de Cuba

Sección Mirador Viral

Camila Acosta. Foto: CiberCuba

La joven, ex reportera de medios oficialistas, acaba de denunciar un nuevo hostigamiento en su contra bajo una modalidad insólita: la policía política amenaza a quienes le renten un cuarto o una habitación, por lo que desde febrero se considera “una fugitiva”obligada a buscar albergue de casa en casa

Por Irene Selser*

Camila Acosta, la corresponsal en La Habana de CubaNet, el portal claramente anticastrista con sede en Miami, Florida, volvió a ser ella misma noticia el pasado 21 de julio cuando denunció que, por presiones de la policía política a sus caseros, se vio obligada a abandonar la vivienda que habitaba; siendo ésta la quinta mudanza en cinco meses y la segunda en menos de un mes.

La joven denunció que, en febrero último, la Seguridad del Estado (policía política) citó y amenazó a los propietarios de la vivienda que rentaba en La Habana. Les impusieron a ellos una multa de 3.000 CUC (unos 67.000 pesos mexicanos si no me equivoco) y se les advirtió que si no desalojaban a su inquilina perderían el apartamento.

“Siempre que me ubican, citan a los dueños del lugar y los amenazan. Ésta es la tercera vez que ocurre, aunque me he tenido que mudar al menos cinco veces desde febrero. Llevo cinco meses viviendo como una fugitiva, siempre tratando de estar fuera de los radares de la Seguridad del Estado, pero ellos tienen sus mecanismos bien creados para dar conmigo, ya sean los CDR [Comités de Defensa de la Revolución] o mediante la geolocalización”.

Acosta narra que ahora estaba en proceso de comprar un apartamento, pero que los vendedores fueron citados y obligados a cancelar la transacción.

“No existe en Cuba ninguna ley que le impida a una persona venderle algo a un periodista independiente o disidente, pero la Seguridad del Estado recurre a los planes e intimidaciones más macabras para hacernos la vida imposible”, añadió la joven, egresada de Periodismo de la Universidad de La Habana en 2016.

Según Camila Acosta, ella se encuentra entre los “regulados”, es decir los ciudadanos cubanos impedidos de salir de la isla por su carácter de disidentes; una lista de unas 200 personas que incluye a 60 periodistas independientes.

Desde hace meses, Camila Acosta viene denunciando en las redes sociales el acoso de que es víctima por parte de oficiales de la Seguridad del Estado, siendo citada, interrogada y amenazada en varias ocasiones, además de multada junto a una treintena de periodistas en virtud del Decreto-Ley 370 sobre la Informatización de la Sociedad en Cuba, más conocida como “Ley Azote”.

Para la comunicadora independiente, a los periodistas que no laboran con medios oficialistas “no los asesinan”, pero “con los mecanismos que usan es como para matarnos en vida”.

Acosta también mencionó el Decreto 370 como estrategia del gobierno de Miguel Díaz-Canel/Raúl Castro para “controlar y acceder a la información personal de los usuarios”, dado que un acápite de esa norma obstaculizaría el hospedaje de blogs personales y medios independientes digitales en servidores que no sean controlados por la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba (Etecsa).

La Ley entró en vigor el 4 de julio de 2019 y ha venido a agudizar la situación de represión de la libertad de expresión y prensa en el marco de la pandemia con al menos, según denuncias, 30 periodistas sometidos a interrogatorios y amenazas e incautación de medios de trabajo por difundir opiniones en las redes sociales. Otros 20 han sufrido multas equivalentes a 120 dólares, el triple del salario mensual.

Cuenta Camila que, en marzo último, uno de los oficiales de la Seguridad del Estado, de nombre Alejandro, le advirtió tras ser arrestada que “todo esto que te estamos aplicando no es porque haces bien, si no muy bien, tu trabajo”. La detención se dio tras reportar ella en La Habana una manifestación pacífica a favor de la libertad del artista Luis Manuel Otero Alcántara, quien fuera liberado semanas más tarde gracias a la presión local e internacional de periodistas, intelectuales y artistas. De hecho, yo también suscribí entonces la carta abierta que circuló en las redes contra su injusta encarcelación.

Para Acosta, el objetivo de todas estas presiones “es obligarme a abandonar el país o el periodismo independiente; pero no voy a hacer ni lo uno ni lo otro. Yo nací en Cuba y tengo tanto derecho como cualquier cubano a permanecer aquí. Tampoco voy a abandonar el periodismo, eso fue lo que estudié, lo que me apasiona y lo practico como un derecho humano, el de la libertad de expresión”.

Como ocurre en China o Rusia donde el contexto de la pandemia está siendo aprovechado para profundizar las políticas de control ciudadano o en la isla autónoma china de Hong Kong, donde el parlamento chino impuso el 30 de junio último bajo la firma de Xi Jinping una nueva y draconiana Ley de Seguridad Nacional, tramitada a toda velocidad, la cual prevé cadena perpetua para quienes planeen actividades “terroristas”, “sediciosas” o “subversivas” -es decir, la oposición cívica- asestándole así un golpe mortal al régimen de libertades que China se comprometió a garantizar en esa ex colonia británica hasta 2047, también en Cuba -alguna vez promesa de revolución- la crisis por el Covid-19 ha servido para recrudecer el asedio y la persecución contra periodistas, intelectuales y artistas, en su mayoría jóvenes, representantes de una nueva generación que no está dispuesta a ceder en sus derechos ni libertades, en primer lugar la libertad de expresión, por encima de posturas ideológicas. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), entre otros organismos regionales e internacionales, se ha hecho eco de esta nueva oleada represiva, ahora en medio de la crisis sanitaria.

Acosta fue parte de los panelistas invitados en junio pasado para presentar el primer Informe País de la CIDH sobre los derechos humanos en la isla. Según el documento final, “Cuba sigue siendo el único país del hemisferio en el cual no existe ningún tipo de garantías para el ejercicio del derecho a la libertad de expresión. Permanece un modelo de monopolio estatal sobre los medios de comunicación y se mantiene la prohibición de fundar medios privados, todo lo cual es incompatible con los estándares internacionales sobre libertad de expresión. Habría persecución selectiva y deliberada en contra de medios y periodistas independientes, y por períodos incluso recrudece (…). En general, en materia de libertad de expresión, se observa una grave discriminación por motivos políticos en el ejercicio de los derechos humanos a todo aquel que piense o quiera expresarse distinto al régimen socialista”.

Como afirma Camila Acosta en su último video en CubaNet (https://www.cubanet.org/destacados/regimen-vuelve-a-dejar-en-la-calle-a-camila-acosta) donde pide ayuda a sus colegas dentro y fuera de Cuba tras el último desalojo, “el periodismo independiente es actualmente la piedra en el zapato del régimen. Saben, por experiencias históricas, que la libertad de expresión y prensa es fundamental en las democracias o, en este caso, del tránsito a la democracia. Cada vez somos más los profesionales que, en Cuba, reportamos, denunciamos, visibilizamos la verdadera realidad de los cubanos. Es algo que ya no pueden parar”.

*Periodista, poeta y miembro de la Asociación Mexicana de Traductores Literarios (Ametli). Editora de Diarios de Covid-19.

Facebook: Irene Selser / Email: iselser@yahoo.com

Los animales en la pandemia

Por Guadalupe Ocampo*

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El tema de los animales en la pandemia es para muchos algo que carece de importancia, en especial ahora cuando tanta gente se está muriendo, pero para muchos otros es igualmente preocupante.

He visto lo poco que importan los animales, no ahora en el encierro, lo he visto siempre. Es lamentable la poca cultura que tenemos -en todo el mundo- sobre su cuidado. 

Actualmente con las redes sociales nos enteramos cada día de casos de maltrato animal: perros, gatos, pollos, cerdos, caballos, elefantes, tortugas y un largo etcétera. Hemos visto con mucha rabia cómo la ignorancia puede más que la buena conciencia de la humanidad.

Un ejemplo claro son los murciélagos, acusados de ser los portadores del Covid-19. ¡Ahhhh, pobres…! Se los tundieron con toda la saña, por todo el orbe; luego siguieron los perros y los gatos, después las lechuzas y los visones.

Se especuló que los murciélagos pudieran ser los detonantes de la actual pandemia de coronavirus; sin embargo, se ha demostrado científicamente que es poco probable que un animal transfiera este virus a un humano y que sólo se infectan entre ellos mismos, de animal a animal. Pero también se detectaron personas afectadas por el virus que convivían con animales domésticos, posteriormente contagiados. Así es que es mucho más factible que el contagio hubiera sido de humanos a animales. No soy científica ni nada que se le parezca, y estos son datos de algunas informaciones que he leído.  Pero acerquémonos al objetivo de este texto. El caos comienza en China, cuyas costumbres gastronómicas no conocen límites y lo mismo se zampan un cerdo, una rata, una víbora, un murciélago, un mono, un perro, un gato, un alacrán o lo que se les atraviese, da igual, hay que comer y son tantos que imagino que podría ser por la necesidad, pero también es una cuestión cultural. Hay un dicho chino que afirma que todo lo que tenga cuatro patas y vuele es comestible, menos las mesas y los aviones. Fuera de allí, todo se puede llevar a la boca, faltaba más. Aunque hay que tocar otro tema, la cultura milenaria de la medicina tradicional china, que a veces pareciera que es puro fraude. Son esas creencias de que tal o cual animal de tierra, aire o agua, mezclados con lo que se les ocurra, se convierten en potenciadores de la sexualidad o que curan el asma, la diabetes, la caída del cabello, el cáncer o un sinfín de enfermedades, y, bajo esa premisa, arrasan con cuanto animal esté al alcance. Lamentablemente es una realidad vigente y muy triste. No terminan de entender el avance de la ciencia y su desarrollo económico.

Después de meditar en todo esto, que desgraciadamente no sólo pasa en China -no vayan a pensar que sólo me la traigo con los chinos- sino en muchos países, incluido México, donde la superchería puede rebasar cualquier frontera. Ya sabemos de hechiceras y hechiceros -puro charlatán- que matan y “ofrendan” gallinas, cabras, chivos, colibrís, todo para ahuyentar enemigos, malos presagios o devolverte al ser amado.

En fin, pienso que esto que ahora nos pasa sólo es consecuencia de nuestras malas acciones y malos hábitos; consecuencia de la ignorancia y de la maldad, y que la naturaleza se las está cobrando porque somos tan absurdos y no hemos respetado sus leyes, que se quiere deshacer de unos cuantos miles de nosotros, porque somos los peores depredadores del planeta. Pienso en este encierro de muchos animales maltratados, incluso violados y que ahora lo son más. Igual que las mujeres o los niños golpeados que están a merced de sus maltratadores. Lo mismo pasa con los perros o gatos de casa, con sus maltratadores metidos allí todo el día, pobres animalitos. Pienso en los muchos animales que se quedaron cuasi abandonados en los zoológicos que, dicho sea de paso, ya no deberían de existir, igual que los acuarios; pienso en las formas tan crueles de los mataderos de reses, puercos, pollos; en los criaderos de perros y gatos de raza; en los perros y gallos de pelea; en los animales de la calle; en las mascotas abandonadas por dueños sin corazón; pienso, pienso y no dejo de pensar. Si bien es cierto que, en casi todo el territorio mexicano, ya existen leyes de protección animal, también es cierto que la aplicación de estas leyes es muy laxa y ambigua; una, porque los afectados no pueden asistir por sí mismos a levantar su denuncia; otra, porque aun las mismas autoridades creen que es una ridiculez que los animales tengan derechos. Nomás recordemos que los animales llegaron a la Tierra primero que los humanos, por lo que seguramente son seres más evolucionados, al menos en lo correspondiente a la sensibilidad. Por lo pronto, conmino a que seamos más piadosos con ellos, así como a pensar en educar a nuestras hijas e hijos sobre el cuidado y respeto que nos merece cualquier ser vivo. Es nuestro deber y obligación.

*Nacida en CDMX, puma de formación, comunicóloga y periodista de profesión. Rockera, rumbera y ronera (ya más bien whiskera) por diversión. Ahora metida a servidora pública en el Servicio Profesional del INE.

Facebook: Guadalupe Ocampo @Melapasobombas

El confinamiento ideal

Por Lorraine Krohnengold*

Desde uno de los lugares más privilegiados del planeta Tierra, envío estas imágenes que ilustran mi más profundo sentir ante este episodio de la historia de la humanidad.

Para quienes no la conocen, se ha ido comprobando que lo que parece una formación rocosa natural -misma que aparece sugerida o al fondo o frente de estas imágenes- más bien son restos de un observatorio-santuario astronómico.

Se encuentra en la playa de Mermejita en Mazunte, Oaxaca, y se le conoce como La Ventanilla, El Sombrero de Cortés, El Torón o El Asiento del Diablo. Escójase el título según la sensación que evoca, según la luz, según el ánimo…

Se hace referencia a ella junto con Punta Cometa -que se encuentra aproximadamente a un kilómetro de distancia- y al faro de Zipolite -que estará a unos 15 km más (formaciones rocosas que se localizan en la misma línea y están al extremo más meridional de nuestra república), en el Códice Nutal, que se encuentra en el Museo Británico.

Se cuentan muchas leyendas en relación con estas estructuras. Yo les sintetizo la mía:

Después de demasiados años difíciles y llenos de obstáculos, hace cuatro años partí desde el estado de Morelos hacia la costa oaxaqueña, con la firme convicción de que mi vida fluiría de una manera diferente y más armónica junto al mar.

¡Y vaya mar! En estos tiempos encontrar mares nadables, pescables, plenos de delfines, tortugas y ballenas, con poca basura y en donde una gran porción de la población es consciente de la ecología, es poco común.

Encontrar un pueblo de aproximadamente 1 500 personas, relativamente seguro y libre, por donde suelen transitar quienes buscan una forma diferente de vivir o están en alguna transición, o simplemente quieren vivir bien con pocos recursos, es poco común.

Pueblo, además, rodeado de palmeras, ranchos de cacao, café, cacahuate, ajonjolí, jamaica, mangos, noni, moringa. En fin, ¿qué más se puede querer?

Por lo mismo, empiezan a adueñarse de él quienes lo quieren explotar. Pero no se deja del todo… aún. La pandemia ha alentado el ritmo.

No pretendo minimizar el trágico impacto humano que está causando este “miedo que se ha viralizado”, como lo expresan tan atinadamente algunos sabios. Veo, leo (en gran medida gracias a Diarios de Covid-19), escucho la experiencia de tanta gente en estos meses y, aunque para muchos está siendo una gran oportunidad de interiorización, reflexión, descanso, tomar perspectivas, observo que no hay nadie a quien no le haya tocado el tuétano más profundo del ser en algún momento. Imposible evitar el contagio en algún nivel, en algún momento.

Creo que es un llamado para aprender de una buena vez por todas nuestras lecciones.

Una parte de mi ser agradecido se medica, envuelve, retoza, embriaga, enraiza en los enormes despliegues o en los resquicios de luz que nos brinda siempre el universo hasta en los rincones más insospechados.

He aquí una pequeña, pero potente dosis para ustedes.  

*Masajista osteopática, terapeuta de Respiración Sonora, fotógrafa y escritora.

www.masajescuela.com

Facebook: Lorraine Krohnengold

Fotos: Lorraine Krohnengold

El rumor de la vida

Inventando ciudades

Por Amalia Decker Márquez*

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Anoche tuve un sueño. Fue un privilegio. Soñé una historia escrita por las estrellas. Fue bonito y se los quiero contar. Imaginé que inventaba ciudades. Clara y Natalia me pidieron que me asomara a la ventana y me preguntaron qué veía.

-Nada -dije.

-¡Cómo que nada! -me respondieron al unísono.

Cómo son las transposiciones de caprichosas, ambas desaparecieron mágicamente sin que yo tuviera tiempo de alegar nada a mi favor. Quedé sola, con la mirada perdida en ese paisaje tenue. Intenté descubrir lo que mis ojos no habían visto o no querían ver. Pensé que era preciso hacer esta incursión con los sentidos. Y mientras eso sucedía me dejé llevar como si realmente así fuera. Entonces pude vestir mi invento con palabras. Llené las ausencias con ellas. Cerré los ojos para ver mejor. De inmediato mis sentidos me devolvieron los rumores esenciales de la vida: agua, fuego, lluvia, ríos, mares, sol, bosques, frío, hombres, mujeres, niños niñas… Transité entre la nostalgia y la imaginación. Redescubrí el tacto y con él las superficies que se rompen con la mirada. Pude ver un silencio nuevo en el canto de las cigarras por la noche. Pude sentir en mi cuerpo el olor húmedo de la floresta. Y pude tocar los sabores de la infancia con la fuerza de un estremecimiento.

No tuve miedo. Toda mi andadura onírica estuvo acompañada de voces que me hablaron con sonidos de aguas en movimiento. Un lenguaje nuevo que me invitó a sumergirme en los efluvios sempiternos de esos ríos por los que caminé con mis nuevas alas. Fue como si la vida me retara para enfrentarme a la sencillez de evocar un destino impredecible. Recordé, en medio de mis remembranzas, otro sueño, el de la gran Sor Juana Inés de la Cruz, quien se describe en muchos de sus cuentos volando dormida para descubrir los secretos del mundo y sus amores con la divinidad.

Muy lejos de ella. A una distancia sideral de su audacia y de su sabiduría, pude volar y descubrir en los pliegues de la memoria el eco del recuerdo. Por un momento, en la misma transposición, tuve el pálpito de que era solo un sueño. Pero de inmediato vino a mí la rebeldía y pude palpar en los recuerdos, el deseo intrínseco de mis padres y también el deseo de ellas: Clara y Natalia, dos niñas que me enseñaron a ver con los ojos cerrados y a inventar un futuro como el de ayer. Sentí alivio. Sentí placer. Vi cómo los cerros se fundían con el color de los tejados de barro, envueltos en la luz de la luna. Me sentí impunemente joven y con el aura del enigma pude mirarme en el espejo de las ensoñaciones y así experimentar cómo todos mis sentidos se fundían en un solo presentimiento, una disyuntiva imprescindible a pesar de mí misma. A este universo trajimos a nuestros hijos. A este, nuestros hijos traerán a los suyos y ellos a su vez, harán lo propio. Y así será por siempre. Y no hay en el mundo nada más irresoluble que la vida y la mirada de los seres que llegan a iluminar nuestro camino. Cuando desperté, sentí que había quedado en mí algo esencial, un destino, un empeño: inventar ciudades para vestirlas con palabras que las abracen y las protejan.

*Me echaron a la aventura de vivir en la ciudad de Cochabamba, corazón de Bolivia. La verdad es que tropecé tarde con la fiebre de urdir historias y contarlas. Fue más o menos a la mitad del camino de la existencia. Antes fui guerrillera, en los tiempos de Patria o Muerte. Política y diputada en tiempos de democracia y periodista de profesión. Tengo una decena de libros publicados, entre ellos varias novelas, desde que empecé el sufrido placer de escribir: Carmela; Tardes de lluvia y chocolate; Yo la reina de sus sueños; Mamá, cuéntame otra vez. Algunas de ellas fueron traducidas al portugués, el italiano, el francés y todas, al menos, llegan a la cuarta edición.

El periodismo en la era digital

Más allá de ser un lugar común, los periodistas tratan de otorgar voz a los sin voz. Un imperativo que en las condiciones actuales resulta imposible de saltarse

Por Guillermo Rothschuh*

Imagen de Shutterbug75 en Pixabay

A. Viendo el contexto

El trastocamiento del paisaje mediático provocado por el desarrollo de las tecnologías de comunicación ha generado una serie de apreciaciones erróneas. Los más atrevidos prescribieron desde hace más de cinco años la desaparición de la prensa escrita. En letras doradas esculpieron sobre su tumba el epitafio. Bill Gates, el patrón de Microsoft, certificó con cierto alborozo que esta no pasaría del 2018. Estamos en las puertas de la tercera década del siglo veintiuno y la prensa escrita persiste. El equívoco consiste en confundir el periodismo con sus soportes. El otro error se debe a la proliferación de millones de personas utilizando internet. Una de las virtudes de las redes consiste en otorgar voz a todos los seres humanos en el concierto de las naciones. Una añeja aspiración convertida en realidad. Su más grande aporte.

La tardanza en valorar las diversas opciones que ofrecen las redes para la permanencia del periodismo y no haber encontrado hasta ahora el modelo de negocios que posibiliten su subsistencia, conspiran sobre su continuidad en el tiempo. Lo primero ha sido comprendido cabalmente, mientras lo segundo continúa ofreciendo dolores de cabeza a sus gestores. Esto no supone su desaparición. Distintos reacomodos permiten visualizar un futuro equilibrio. Periodismo siempre habrá. Nada más que de una manera diferente a como estuvimos acostumbrados. Las distintas combinaciones que permite la revolución electrónica -texto, voz e imagen a la vez- ponen en perspectiva la existencia de un periodismo atento a todo lo que ocurre en el mundo, cargado de matices y asentado en análisis rigurosos. Un hecho en proceso. 

B. Planteando las razones

  1. Sin información fluida sobre los acontecimientos más importantes que se suceden en el planeta, nuestras sociedades caminarían a tientas. Sin un horizonte claro resulta difícil, cuando no imposible, tomar decisiones acertadas. Entre más amplia y variada sea la existencia de medios en una sociedad, mayores posibilidades tendrán sus miembros para decidir cuál de las diferentes versiones les parecen más justas y apegadas a la realidad. Sin jamás perder de vista que a los medios corresponde la construcción de la realidad. La objetividad como la proclaman algunos insulsos jamás ha existido. El periodismo construye su versión de los acontecimientos. No existe un periodismo neutral. Este solo lo plantean algunas almas iluminadas que nos toman por incautos. Los creyentes cada vez son menos.
  2. Ningún profesional especializado -excepto los historiadores- lleva un registro diario de los sucesos que modelan el presente y el futuro de nuestras sociedades. Esto solo lo hacen los periodistas. Son los historiadores del presente. Asistiéndose de las reglas y métodos aprendidos en las aulas universitarias, logran determinar cuáles sucesos podrían impactar y determinar el curso del planeta. Sin obviar que no hay presente sin pasado, ni presente sin futuro. Estar en el centro de los acontecimientos permite a los periodistas obtener una visión aproximada de los factores que desencadenan los hechos. Los mejores periodistas son aquellos que contextualizan las informaciones. El contexto constituye el corazón de la noticia. Su omisión es una práctica aberrante. Ninguna información resulta fiable.
  3. En sociedades donde la rendición de cuentas de las autoridades no existe, el periodismo se empecina en fiscalizar la gestión pública. Una tarea tan delicada supone casi siempre entrar en contradicción con quienes mueven los hilos del poder. Cuando la división de poderes no funciona, el periodismo se ve obligado a asumir posiciones incómodas. Denuncian de forma permanente la sumisión de los demás Poderes del Estado al Ejecutivo. Al realizar esta tarea las amenazas y agresiones se multiplican. Los periodistas son los eternos sospechosos. El cumplimiento de su labor se estrecha. Es constreñida a la mínima expresión. No por eso cesan en su empeño. La contraloría social, política y económica ha pasado a ser una de sus principales funciones en la sociedad contemporánea.
  4. Una de las exigencias mayores en la era digital es la práctica del periodismo investigativo. Ante la manera opaca que los gobernantes manejan la cosa pública, el periodismo investigativo trata de sacar a luz todo aquello que tratan de mantener lejos de la mirada de la ciudadanía. El periodismo investigativo trata de develar hechos y circunstancias que sus hechores desean permanezcan a oscuras. En el más absoluto secreto. El periodismo investigativo saca a la superficie los actos de corrupción y los abusos de poder. El periodismo investigativo se ha vuelto difícil de practicar en aquellas sociedades donde la misma existencia de un periodismo ajeno a las esferas de poder resulta inadmisible. Surge una contradicción que solo logra ser salvada poniendo en riesgo su propia vida.
  5. Más allá de ser un lugar común, los periodistas tratan de otorgar voz a los sin voz. Un imperativo que en las condiciones actuales resulta imposible de saltarse. Las redes ofrecen una prerrogativa semejante a todas las personas, con la salvedad que los periodistas al hacerlo, asumen todos los desafíos que implica otorgar voz a quienes están urgidos por dar a conocer su condición de víctimas del poder y de los poderosos. El periodismo se hace cada vez más cargo de temas que desafían a nuestras sociedades. Las denuncias sobre narcotráfico y crimen organizado, derivaron en el año 2019, en su principal causa de muerte. Así lo informaron el Comité para la Defensa de los Periodistas (CPJ) y Reporteros Sin Fronteras (RSF). Se produjeron 49 asesinatos, la cifra más baja (37) desde el año 2000.
  6. Una de las razones por las que el periodismo trascenderá en el tiempo, obedece a su carácter de institución especializada en la búsqueda y difusión de información. Contrario a lo que ocurre casi siempre en las redes, donde cada quien se interesa por difundir cierto tipo de acontecimientos, los periodistas por la misma naturaleza de su profesión, se ocupan de investigar e informar de hechos que tienen un impacto generalizado. Su condición sanguínea consiste en poner el dedo sobre las llagas. No está en su ánimo recortar el universo informativo a la mínima expresión. Sus conocimientos y experiencia son aliados insustituibles a la hora de discernir lo importante de lo trivial. Dejar a un lado lo intrascendente. Algunos medios solo se interesan por divulgar noticias banales. De eso viven.
  7. El talante ético ha pasado a ser piedra de toque para el aseguramiento de la existencia del periodismo. Mientras en las redes el enmascaramiento se ha convertido en una de sus peores plagas, los periodistas no pueden incurrir en estos desafueros. A través de la calidad de las informaciones ofrecidas por los miembros de sus equipos de redacción, los medios ponen en juego su credibilidad, su activo más importante. Periodistas hay de todos los tamaños y colores. Si un medio cae en el descrédito difícilmente va a concitar el interés ciudadano. El prestigio solo logra labrarse a través de los años. Nunca antes. Todos los ciudadanos toman como referente fundamental la fortaleza ética del periodista y la credibilidad que el medio ha acumulado a través de los años. Una verdad insalvable.
  8. Ante la concentración galopante que se perfila en el universo mediático, la pluralidad informativa es condición sine qua non para la democracia. De esta forma puede garantizarse la presentación de distintos enfoques, diferentes aspiraciones y diversos valores de la sociedad. Los medios responden a distintos intereses. El aumento significativo de las mentiras, de la posverdad, los bulos y los hechos alternativos, urge un periodismo que se oponga y se dedique a rectificar los infundios. Esta forma de periodismo demanda las más amplias libertades. La democracia, para que se nutra y mejore, requiere de una ciudadanía bien informada. El sensacionalismo y el amarillismo subsistirán mientras la mayor apuesta de las redes sea poner al rojo vivo los más bajos instintos.
  9. Para cumplir su cometido, el periodismo debe estar libre de censuras. En la actualidad predominan formas sutiles y variadas para acallarles. Junto con la imprenta, a nuestras tierras llegó la guillotina, como revela el cubano Alejo Carpentier. Gobiernos y anunciantes tratan de mediatizar sus políticas informativas y editoriales. Los políticos viven especialmente al acecho de todo cuanto dicen los periodistas. Cuando no están de acuerdo con sus posiciones se lanzan a aplastar cualquier forma de disidencia. Las contradicciones insalvables entre periodistas y gobernantes tratan de ser suprimidas ensayando diferentes recursos, incluyendo el silenciamiento de los periodistas. En casos extremos los acosan, persiguen y hasta terminan matándolos. Un recurso extremo.
  10. Una manera altamente eficaz para conocer las posiciones y el sentir de la clase política se logra mediante la interpelación que son objeto de parte de los periodistas. Con las redes los políticos se saltan los filtros. La crítica se convierte en blasfemia. Cada vez son menos los políticos que están dispuestos a someterse al escrutinio público. Los foros de debate se han convertido en auténticas plazas públicas. Medios y periodistas estimulan la discusión de los problemas más agudos que confronta la sociedad. Buscan su solución. No existe mejor metáfora para resumir esta perspectiva que llamarla “el ágora electrónica”. Las redes operan a la inversa: fragmentan a los lectores, escuchas y televidentes. Una expresión clara de su funcionamiento. No por eso dejan de auspiciar debates y discusiones.

Existen muchísimas más razones para la existencia del periodismo en la era digital. Una sociedad no podría subsistir sin información. La necesidad de información surgió desde los albores de la humanidad. Después surgieron las escuelas de periodismo, luego las carreras de comunicación. El periodismo es una práctica indispensable para conocer todo lo que acontece dentro y fuera del entorno inmediato. Todos tenemos derecho de informar y estar informados. Las transformaciones tecnológicas plantean enormes retos. La formación de nuevos profesionales. Las universidades deben estar prestas a responder a esta nueva realidad. Solo así estarán a tono con las exigencias que plantea al periodismo el siglo XXI. Hoy es más necesario que nunca. El periodismo es el núcleo, la parte más noble de la llamada comunicación social.

*Comunicólogo nicaragüense, doctor en Derecho y autor de decenas de libros sobre comunicación, fundador y ex Decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación en la Universidad Centroamericana (UCA). El presente texto fue publicado en el periódico Confidencial (https://confidencial.com.ni/importancia-del-periodismo-en-la-era-digital, 30-05-20) y reproducido aquí con autorización del autor. https://www.facebook.com/Guillermo-Rothschuh