A Lila
Por Pablo Antonio Alvarado Moya*
Abuela amaba los higos. Antes de morir, en un hálito de lucidez secó mis lágrimas y susurró: “¡Cómo ha crecido mi ángel de Dios!”. Yo, reacio a dogmas, sonreí, abracé, besé. Al siguiente día, velorio. Luego, funeral. Desde entonces nada fue lo mismo. No salió más el sol ni la luna. El silencio ahorcó mis palabras. Una vez tuve un sueño, paradoja divina: el paraíso la tierra y la tierra el paraíso, los mortales, ahora inmortales bajo advertencia de ser desterrados del Edén. Desperté exaltado. Parpadeé tres veces. Salí del cuarto y mi abuela en el jardín comía higos junto a los ángeles.
*Poeta y promotor cultural, Chinandega, Nicaragua (2000). Miembro de la Sociedad de Escritores y Artistas “Ramón Romero”, del Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica (INCH) y de la Academia Norteamericana de Literatura Moderna (ANML). Cursa cuarto año de Derecho en la Universidad Centroamericana (UCA) de Managua.
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