Poemas de muerte, exclusión y espera

Por Mónica Braun*
Para MaryCarmen Castillo, escribir es un modo de entender el mundo y lo que va viviendo. Solo hasta que lo ve escrito logra comprender lo que sucede a su alrededor. La estructura en lo que escribe le da también estructura a su vida. Cree en la poesía como un ejercicio especular. Está convencida de que leer un poema que nos atrae al punto de dejarnos mudos hace que algo dentro de nosotros cambie, como si los versos contuvieran un dispositivo que detonara dentro de nuestro aparato psíquico e hiciera volar por los aires lo que creíamos saber de nosotros mismos.
Estos poemas recientes, escritos entre 2019 y 2021, hablan de la muerte, la exclusión y la espera, y establecen una relación simbiótica con su autora: el cuerpo de la poeta es el sostén físico en el cual el arte toma forma, mientras que para la poeta la pluma es la prótesis que le permite navegar por el mundo.
El poeta que vive así escribirá siempre desde la entraña y se mutilará a sí mismo en el proceso; no escribirá para quedar bien con nadie, sino porque no atina a pensar ni siquiera con mediana claridad si no puede escribir, pero sí querrá que otros lo lean, otros que escuchen y entiendan y se entiendan al leer sus poemas.
*Editora de Mastodonte (https://www.facebook.com/MastodonteEditorial).
A continuación, algunos poemas de Gente bendita**
Migrante
El que deja su tierra no sabe
qué caos lo espera al frente
como una boca abierta de hambre
la misma que le comerá las entrañas
desde adentro
Andará por tierras habitadas de monstruos
disfrazados de ayuda vestidos de amistad
con alucinantes máscaras de humanos
tan detalladas como un mosaico de emociones
como si fueran personas de verdad
El que deja su tierra está sembrando
oleajes eternos de tristeza
y una lágrima por cada paso que le falta
Se le va a enredar la lengua con palabras desconocidas
con gestos ininterpretables con sonrisas
tan cargadas de desprecio
que será difícil caminar después de verlas
Comerá arroz en bolsitas y mirará el cielo adolorido de nubes
y el arroz le sabrá raro como a hogar perdido
como a familia abandonada
como a milpa deslabrada
y un poco también a comino
a tierra bendita
a recuerdos de infancia
y a esperanza que no cesa que no se muere
que sigue rugiendo y latiendo y cantando en su pecho
[desdolorido
y lo guía
¡pobre auriga ciega!
a través de tierras inhóspitas para el que pretende
ser un ser humano sin papeles
tierra de odio
para el que nació pobre
en un pesebre de carbón apagado
y trae tierra bajo las uñas
tres granitos de tierra negra fértil ahíta de preñanza
la trae consigo para poner en su panza
granitos de futuro en lugar de semillas de maíz…
Y aun así canta
y aun así duerme
y aun así sueña
que llega a un paraíso donde los árboles
les rascan la panza a las nubes
gordas de lluvia y de bonanza
y los monstruos ya no son monstruos sino gente
que tiende una mano morena de metal bruñido
compañeros de viajes pasados
viajeros memoriosos y sabios
que conocen el camino
y que lo reciben por fin
en un hogar nuevo donde a nadie le importa nada
sino que naciste
que eres
que vives…
Y en sus sueños sueña que su familia lo alcanza
que sus manos crecen hacia él
que sus hijos son aún niños para gozar
sus juegos de pirulí…
Sueña que los ama
y los ama
verdaderamente
lumínicamente
fatigosamente
mientras la Bestia acuna sus sueños
con su traqueteo amenazante y lleno de esperanzas.
Gente bendita
Quizá también yo debería
dejarme el corazón en paz como Soledad Montoya
tenerlo como invitado tranquilo y satisfecho…
Podría entonces ser feliz a todas horas
vivir ignorante y mansamente sorprendida
sin pensar nunca en el cielo ni en esta
lejanía de mí que me consume
viviría en ese olvido precavido
de quien no se entera
que nunca está invitado a las fiestas
uno que no imagina cómo es
tener familia y no tenerla
haber amado amigos y haberlos perdido
angustiosamente en algún rincón de la casa
lleno de polvo y de escarnio consumido
Hay gente así
gente bendecida en su torpeza
en su incapacidad para enterarse
de que nadie la quiere bien
que nadie la procura
gente que no sabe que debe morir en público
porque si muere sola nadie se dará cuenta
Hay gente así sí
pero yo no soy una de ellas.
Fractura
Y ahora dime
¿ahora a quién le voy a suplicar que me ame?
La gente camina su vida por las calles
Ajena extraña
Cada día observo a la luz retraerse
sobre el muro desvencijado del jardín
el muro
resquebrajado por el terremoto
fracturado de lado a lado en tantas partes…
Pronto no habrá luz para ver
Los relojes avanzan y los días se suceden uno tras otro.
Solamente yo no
Me quedé aquí
detenida
con el corazón colgando de las bisagras de todas las ausencias
mi corazón
que cuelga desmayado de tus pupilas dilatadas desvividas.
Dime ¿por qué tus ojos dejaron de ser verdes en la muerte?
Cuando sea mi turno de cruzar
¿se volverán mis ojos como los tuyos?
¿vendrás desde donde estés a recibirme?
¿me abrazarás cuando me veas?
Y mientras
–en este “mientras” que durará todo el resto de mi vida–
¿qué brutal vacío me espera?
Tu mente era el crisol donde puse a prueba
cada sueño cada verso cada secreto lacrado.
La gente espera que viva sin ti
yo misma lo espero Eventualmente la luz
reptará por el muro de regreso al jardín
e inundará mi rostro con su aire petricorado
Pero se necesita tiempo para eso
y yo perdí la llavecita para darle cuerda al reloj
en mi pecho
No puedo encontrarla
Creo que te cremaron con ella
Creo
que tendré que enseñarme a andar de nuevo
sobre esta herida fundamental
Mi corazón late pero no se mueve está como pasmado
Corazón adivino tendrá que aprender a guiarse solo
sin la brújula de tu voz
tu ausencia brillará en mi cuello
camafeo retorcido que dé cuenta de mi angustiosa pena
y yo seré el resto de mi vida esta mujer que no heredó
ni tu belleza ni tu potente necesidad de sabernos cerca
nada sino tan solo tu tristeza tremenda
tu piel de arena blanca
tu mente resuelta en palabras portentosa
Tus cajones ya fueron vaciados pusieron todas tus cosas
–tus faldas tus uniformes tus brasieres y tus adornos–
en bolsas negras de basura
No queda nada de ti en ningún lado
Dime sólo esto
sólo esto dime
dímelo despacio y en silencio
para que yo lo entienda dímelo
para que yo lo sepa
cuando nos volvamos a encontrar
¿me perdonarás por haberme fracturado?
El dolor cansa
El dolor cansa
Cansan la soledad y el silencio
La voz que se hace eco a sí misma
La espera saca llagas en la piel de la paciencia
Todo lo que había nacido promesa se torna irritación
Como fruta que se va pudriendo en la cocina
El aroma se resuelve en hedor
Y se empecina se incrusta en las pestañas en el cabello
En la tinta con que escribo
Todo lo vivo que agoniza hiede
Tal como los corazones rotos destilan pesadumbre
Por eso nadie se les acerca
Su mala fortuna se pega en los botones de las camisas
de los que pretenden amarlos
Porque están enfermos
Enfermos de paciencia
Y de soledad
Y de una espera larga áspera descoyuntada
Interminable.
**MaryCarmen Castillo estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la UNAM, y la maestría en Saberes sobre Subjetividad y Violencia, en el Colegio de Saberes, donde desarrolló una teoría en torno a la obra de arte como puente entre el corpus (cuerpo, aparato crítico, différance) del autor en tanto creador y el del espectador en tanto interlocutor. Es escritora, traductora y especialista en semiótica, deconstrucción y enseñanza de la lengua española. Es fundadora del Círculo de Poetas Auris, donde ha desarrollado diversas técnicas de lectura de poesía en voz alta. Cuenta con diversas publicaciones literarias y ensayísticas.