En la actualidad se tiende a buscar conocimientos a través de imágenes audiovisuales, de hecho, es la base de todos los cursos online masivos y abiertos. Sin embargo, la lectura sigue siendo la herramienta a través de la cual, por la velocidad que imprimimos a nuestro propio ritmo, van surgiendo ideas, asociaciones y demás pensamientos enriquecedores que nos permiten tomar notas y proseguir, sin que haga falta apretar ningún botón. Esto es lo que plantea la autora en esta columna para Diarios de Covid-19.
Por Marayira Chirinos*
La lectura y el pensamiento son procesos estrechamente interrelacionados, se apoyan e impulsan mutuamente, de modo que, si se favorece la lectura, se potencia el pensamiento, incluso más que cuando vemos videos.
Si bien es cierto que los libros pueden transportarnos a otros espacios y tiempos, además de estimular la imaginación y la creatividad, también lo es que mejoran nuestros procesos cognitivos y en gran medida la construcción de nuestros pensamientos y posterior conversión de ellos al propositivismo.
Ahora bien, en la actualidad se tiende a buscar conocimientos a través de imágenes audiovisuales, de hecho, es la base de todos los cursos online masivos y abiertos. Sin embargo, la lectura sigue siendo la herramienta a través de la cual, por la velocidad que imprimimos a nuestro propio ritmo, van surgiendo ideas, asociaciones y demás pensamientos enriquecedores que nos permiten tomar notas y proseguir, sin que haga falta apretar ningún botón.
Para entender este proceso, y llevarlo al terreno de nuestra filosofía, estudiamos de cerca la teoría de Andrea Smorti, psicólogo italiano y profesor de Psicología del Desarrollo, que señala que cada lectura fomenta un proceso de identificación relacionado con el pensamiento emocional de la persona.
Visto así, podemos confirmar que la lectura implica un uso y dominio del lenguaje en el que se pone en marcha una serie de procesos psicológicos que son claves para el desarrollo del pensamiento.
El pensamiento, por su parte, es esa capacidad que tenemos de formar ideas y representaciones de la realidad en nuestra mente, relacionando unas con otras. Es actividad y creación de la mente; es la herramienta que utilizamos para entender y dar sentido al mundo, al ambiente que nos rodea.
Si bien es cierto que «somos lo que pensamos y somos nuestro cerebro», todo lo demás, como la lectura, es sistema de apoyo que nos ayuda a amoldarnos al entorno y los cambios, es algo elástico, flexible, que se adapta. Por esa razón es clave conocer los procesos inherentes a la cognición, esa facultad que nos permite entender el mundo que nos rodea y los estímulos que recogen nuestros sentidos, lo que luego se transforma en pensamientos.
Es fundamental aprovechar esa plasticidad o neuroplasticidad que tiene nuestro cerebro a través de nuevos saberes relacionados con la lectura, una actividad que activa el cerebro y se convierte en una puerta al reconocimiento del abanico de opciones que dan resolución a nuestros problemas, característica propia del pensamiento propositivo.
La recomendación de oro es «menos pantallas y más libros y naturaleza».
Debemos admitir y reconocer, con la seriedad y responsabilidad del caso, que somos nosotros solitos quienes nos acercamos a esos enemigos silenciosos. Sustituirlos por el hábito de la lectura, caminar o jugar al aire libre tomando el sol, activa los mismos neurotransmisores, pero se generan consecuencias saludables.
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* Politóloga y locutora venezolana, madre de Abraham, Samuel y Sara.
Agradecemos al diario El Universal, de Venezuela, por permitir la reproducción de esta columna.
